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La Superliga de Florentino o cómo cargarse el fútbol español

No cabe duda sobre lo adecuado del proyecto desde el punto de vista del negocio. Pero tampoco sobre que las competiciones nacionales, en especial La Liga, perderían su esencia

  • Florentino Pérez en una imagen de archivo.

Ya sabíamos gracias al compañero Joaquín Hernández que los grandes clubes españoles querían impulsar ese artefacto llamado Superliga europea. Ahora ya hemos escuchado a Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y ser superior para buena parte de la prensa deportiva madrileña y madridista, argumentar en defensa de este proyecto -no lo nombró pero estaba claro a qué se refería- que "el fútbol necesita nuevas fórmulas que lo hagan más competitivo, más emocionante y más fuerte".  

Habrá quienes piensen que en efecto esta hipotética competición europea sería mucho más atractiva porque cada semana podríamos asistir a grandes partidos entre los mejores equipos del continente. Podrán argüir, con cierta razón, que muchos de los encuentros ligueros habituales carecen del interés suficiente como para pagar por verlos, sea en el estadio o en casa. Incluso recordarán como ejemplo lo que ya ocurre con la Euroliga de baloncesto

En realidad todos esos argumentos legítimos están supeditados a algo mucho más prosaico: la pasta. Desde el punto de vista del negocio no cabe duda sobre lo adecuado del proyecto, ya que los grandes aumentarían sobremanera sus ingresos. Pero tampoco puede dudarse que si esto sale adelante, las competiciones futbolísticas nacionales, y en especial la Liga, ya nunca serán como han sido hasta ahora. O, dicho de otra manera más clara, la Superliga supone cargarse el fútbol español tal y como lo conocemos.

Hoy en España uno puede abonarse a una plataforma gracias a la que verá todos los partidos de la Euroliga en su sofá pero, sin embargo, no puede hacer lo propio para disfrutar de la competición doméstica

Si los grandes se centrasen en una competición internacional y si, como ya se ha publicado, para clasificarse solo necesitasen tener altos presupuestos pero no quedar entre los primeros de la tabla, es obvio cómo se devaluaría la Liga. Por no hablar de lo que este formato supone para los jugadores, que se tiran todo el año viajando sin parar, de manera que acumulan más lesiones y los clubes se ven obligados a jugar algunos partidos con los suplentes, como ocurre habitualmente en la citada Euroliga.  

Precisamente el caso del básket evidencia más que cualquier argumento cuál sería el destino del campeonato nacional de liga. Muchos partidos acabarían sin emitirse. Hoy en España uno puede abonarse a una plataforma gracias a la que verá todos los partidos de la Euroliga en su sofá pero, sin embargo, no puede hacer lo propio para disfrutar de la competición doméstica. A ese escenario estamos destinados si triunfa la idea que manejan los gigantes del fútbol europeo.

Solo la ambición por incrementar el negocio aconseja un formato como este. Barça, Madrid y Atleti seguramente serían más ricos gracias a los derechos televisivos ¿Pero adónde iría la tradición del fútbol nacional?

Solo la ambición por incrementar el negocio aconseja un formato como este. Barça, Madrid y Atleti seguramente serían más ricos gracias a los derechos televisivos. Más competitivos y más fuertes. Más innovadores y más rentables. Abultados presupuestos, fichajes galácticos, proyectos megalómanos y horarios pensados para los espectadores de Asia. ¿Pero qué quedaría de la tradición del fútbol nacional?

¿En qué se convertiría nuestro balompié exactamente? ¿Qué pasaría, por citar un ejemplo, con esos desplazamientos para ver a tu equipo que ahora tanto se echan de menos por la pandemia? ¿Qué sería de las peñas? ¿Adónde iría esa rivalidad entre aficiones del mismo país? ¿Acaso es más interesante ver a tu equipo jugando en Champions contra el Dinamo de Kiev que verlo frente al Éibar? ¿Por qué cargarse, en suma, algo que funciona aunque tenga sus defectos? 

No todos tenemos una visión de negocio tan privilegiada como los seres superiores. Llámenme ingenuo, paleto o antiguo, pero todavía me gusta pensar que el dinero no lo es todo (ni en el deporte ni en la vida) y que todavía el fútbol pertenece a sus aficionados. 

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