Nunca he sabido explicarme si el tango es más sensual o más sucio. Quizás esos movimientos pegajosos tienen un poco de ambos ingredientes y, como todo en la vida, depende de quiénes lo pongan en práctica. En todo caso, en este baile argentino que parece atornillar a la pareja de bailarines hay un aire de desafío y chulería, como pendenciero, que contrasta con la elegancia de los pasos. Y eso, futbolísticamente hablando, es precisamente lo que nos están regalando Messi y Guardiola.
Ambos bailaron mucho en la época más gloriosa del Barça. La pulga fue quien más ayudó a que Pep pasase a la historia. La estética y los títulos de aquel equipo anidan en las memorias pero, a la vista de lo acontecido en las últimas temporadas, cabe preguntarse si el astro argentino no logró lo que logró gracias a que por allí también andaban unos tales Xavi e Iniesta que, ellos sí, ganaron un Mundial, lo máximo que puede ganarse en el fútbol, mientras Messi no podrá colocar ese trofeo junto a todos sus balones de oro.
Pero no nos desviemos. Ocurre que el último tango de Messi y Guardiola será en Manchester. Porque la prensa deportiva, tanto la española como la inglesa, da por hecho que el City se hará con los servicios del ya añorado Leo. Claro que esa misma prensa es la que hace no tanto tiempo aseguraba que el entrenador catalán se marchó del Barça por su mala relación con el diez. Resulta curioso que uno quiera fichar al otro cuando se suponía que no podían ni verse. Quizás su común enemistad con la actual directiva ha generado esta alianza.
Muchos están insistiendo machaconamente en que uno de los motivos de la marcha de Messi es su aversión al independentismo. Permítanme que dude semejante extremo a tenor de que el futbolista nunca dijo esta boca es mía durante el 'procés'
También en estos días patéticos de mociones de censura aún más patéticas por inservibles -la de Vox contra Sánchez o a de los candidatos contra Bartomeu- muchos están insistiendo machaconamente en que uno de los motivos de la marcha de Messi es su aversión al independentismo. Permítanme que dude semejante extremo a tenor de que el futbolista nunca dijo esta boca es mía durante el procés, que ahora se va con el entrenador más independentista que existe y que Bartomeu, con sus miles de defectos, parece el menos indepe de los presidenciables.
La realidad, política aparte si es que puede aparcarse cuando se habla de este club, es que con su inopinada rebeldía Messi ensucia su carrera como azulgrana y falla a todos esos aficionados que tanto lo han idolatrado. Y tampoco Guardiola, pese a aquellos años esplendorosos, hace precisamente un favor al club que se supone sigue siendo el de sus amores. O, de una manera un poco más clara, estos dos compañeros de baile que presumen de barcelonismo están amargando la vida a los culés. Paradojas del fútbol, que ya no es solo deporte o que, mejor dicho, nunca lo fue.
El ínclito Laporta andará feliz porque tiene más posibilidades de volver a su presidencia perdida. Y todos esos personajes oscuros que quieren controlar el club se frotan las manos
El caso es que, aunque no se concrete el fichaje, Messi y Guardiola ya bailan al compás de dos por cuatro y con voz de Gardel -esa voz inolvidable-, jugando con el barcelonismo y disfrutando con el hundimiento de la actual directiva, acaso porque saben que los aficionados no tienen memoria y porque ansían volver como salvadores pasado un tiempo.
Entretanto, Bartomeu sigue siendo un zombi que tiene que darse cuenta de su muerte deportiva. El ínclito Laporta andará feliz porque tiene más posibilidades de volver a su presidencia perdida. Y todos esos personajes oscuros que quieren controlar el club se frotan las manos. Definitivamente, este baile es más sucio que sensual.