Para lo bueno y para lo malo, los Ultras Sur, parte de la historia del Real Madrid, van a desaparecer. Para lo bueno y para lo malo, con ellos se irá una manera de entender y vivir el fútbol. Los madridistas radicales de hace años son ahora padres de familia y no quieren más peleas. Han pasado de ser hijos díscolos, a padres preocupados. Hoy en día, el ultra que se pegaba contra todos, se ha convertido en un trabajador padre de familia, que el domingo sigue yendo al fútbol, pero no tiene ganas de bronca.
Por otro lado, ha llegado una nueva hornada. Al principio, estos veían con respeto a sus mayores por, podríamos llamarlo, sus 'proezas' logradas. Sin embargo, han visto cómo controlan, dirigen y mueven dinero, y ha sido en ese momento cuando han perdido el respeto que tenían. Así se ha llegado a una lucha entre dos bandos. Uno, fieles a los históricos. Otro, que han perdido el respeto a los mayores y quieren volar por libre, pero, sobre todo, controlar todo el dinero que se mueve en un desplazamiento, vendiendo camisetas, bufandas o llaveros con el logotipo de Ultras Sur.
Son chicos sin historia, que a base de peleas, navajazos y broncas pretenden controlar el fondo sur del Bernabéu y todo lo que allí se genera durante los partidos. Los viejos no están dispuestos a dárselo, pero tampoco a pelearse por ello, porque algunos ultras sur de toda la vida ahora tienen responsabilidades como padres, ninguna intención de perder el trabajo por una pelea, ni volver a casa con un ojo morado. Al mismo tiempo, tampoco quieren ver Ultras Sur en manos de tipos sin más ideología que ganar dinero y vivir de la leyenda que es la famosa peña radical madridista.
Por todo ello, los viejos ultras sur se han cansado, no ya de pelearse contra sus 'enemigos', que también, sino contra sus, podríamos llamarlos 'hijos', de ahí que hayan decidido apartarse y dejar que este problema lo solucionen otros. Ellos sólo quieren ir los domingo al Bernabéu a ver y animar al Madrid desde su localidad, pero sin buscar peleas.