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Del Bosque y sus cambios de autor

  

No fue exactamente un paso atrás, porque España buscó la victoria como siempre también durante la prórroga. Con mayor determinación que el adversario, además. Pero la medida atufó a eso, a precaución, a priorizar el plus defensivo que el elegido iba a aportar sin el balón sobre sus carencias para el puesto de las que iba a lamentarse y se lamentó con él. El caso es que Del Bosque, en el colmo de la originalidad, decidió jugarse el tiempo añadido de la semifinal de la Confederaciones sin nueve puro e incluso sin nueve mentiroso. Con Javi Martínez, un centrocampista de contención que ha dado sus mejores tardes como central, en la demarcación de punta. Una medida cuando menos estrafalaria.

Un cambio de autor que habría desatado la polémica de no ser porque Del Bosque juega siempre a favor de obra. Con la protección de ese delbosquismo universal que aplaude sin mirar sus acciones, ésta o la contraria. Haga lo que haga, donde otros entrenadores en su puesto reciben discusión crítica, el seleccionador encuentra comprensión y bendición mayoritaria. También esta vez, tras una de esas rarezas con las que el técnico se suelta cuando menos sugerencias recibe a su alrededor. Sin nadie más que Toni Grande al que escuchar, es en las sustituciones, ya sea por la vía de la diplomacia, el capricho, la jerarquía, la astucia, la precisión o la extravagancia, cuando Del Bosque deja más a la vista su sello. Javi Martínez, de nueve por primera vez en su vida en el momento más apretado de la competición.

Una excentricidad que Del Bosque, eso sí, explicó luego con naturalidad (ésa es su mejor característica, compartir con normalidad el porqué de sus decisiones). No quería perder altura, el partido se había vuelto físico para correr, y considera a Javi Martínez un futbolista de área a área, que podría trabajar en defensa como centrocampista e incorporarse al ataque en cuanto España tuviera la pelota. Un razonamiento que no se sostiene demasiado con 0-0 en el marcador y Soldado y Villa en el banquillo (a ver cómo se lo cuenta a los ninguneados), pero que finalmente es coherente con su afirmación de hace unas semanas (“si tuviéramos un nueve en condiciones…”). La conclusión indiscutible también de este movimiento de ajedrez es que efectivamente a Del Bosque no le convence ninguno de los delanteros que tiene.

Como la selección ganó (y España también está infectada de resultadismo por más que su mayor conquista sea precisamente el cómo gana), se pasará de largo por la ocurrencia o incluso se le atribuirá rasgos de genialidad. Del Bosque tiene suerte, que no es algo por lo que haya que pedir perdón. Como la tiene Casillas. Y eso, por más que irrite a sus repentinos detractores (blancos paradójicamente todos ellos y numerosos tras su conflicto con Mourinho), es una virtud impagable como portero. No tiene más soporte científico que la estadística, pero no conviene despreciarla. No den mérito si quieren a Iker porque Maggio cabeceara al muñeco, Giaccherini rematara al palo o Bonucci enviara su penalti a las nubes, pero se pongan como se pongan, a diferencia de la antigüedad, son tres de las poderosas razones por las que siempre debe ser titular. Y (con la seguridad que con Del Bosque se pueden decir estas cosas) nunca como nueve.

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