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Zidane, de liderar el proyecto a torpedearlo

  

Cuando Florentino entró en campaña para renovar sin competencia como presidente del Real Madrid, el nombre sobre el que giró su discurso fue el de Zinedine Zidane. El francés iba a ser el hombre fuerte de la nueva era. Sobre todo el director deportivo, aunque podría ser el entrenador e incluso gobernarlo todo desde los dos sitios, banquillo y despachos. “Lo que es seguro es que todo este proyecto deportivo será liderado por Zidane”, afirmó con rotundidad Pérez cuando todavía era candidato. Una semana después, el ex futbolista no estuvo a su lado en el acto de investidura como presidente.

Horas más tarde, en plena gira del presidente por los medios de comunicación, Zidane se cayó de la dirección deportiva, cargo que de repente dejó de gustarle, y fue declarado segundo entrenador de un entrenador que ni siquiera había sido contratado y del que al mismo tiempo y para algunas competencias, en un más difícil todavía, debería ser jefe. “Zidane puede hacer con el próximo técnico la función que ejerció Karanka con Mourinho”, declaró luego Florentino como si eso, en vez de confirmar su progresivo descenso en el escalafón, reforzara la importancia del galo. “O podría entrenar a algún equipo de la cantera”,  añadió convencido tal vez de que alguien pensaría ‘ah, entonces bueno’.

Con el tiempo llegó Ancelotti y Zidane sí apareció a su lado el día de la presentación. “Será un asistente muy bueno, aparte del asistente que ya tengo, Paul Clement”, manifestó el italiano. Hoy el francés es uno de los 16 colaboradores directos que tiene el entrenador a su servicio junto a su hijo y el novio de su hija. A Zidane se le ha visto sobre todo en el papel de psicólogo o protector de Benzema, el futbolista que peor lo está pasando en estos primeros días de curso.

Cuando la primera crisis seria golpeó de lleno al equipo, tras la derrota en el derbi, el club escenificó con reuniones que se remangaba. La más sonada, una cena diseñada para no ser clandestina entre el presidente, el director general del Madrid y Ancelotti. Zidane, el hombre que lo iba a gobernar todo, no fue convocado. Ni su foto se consideró necesaria.

El proyecto ya no giraba sobre Zidane, ni siquiera sobre Bale, la gran apuesta mediática que nacía torcida. El hombre fuerte era y es Cristiano, cuya renovación como el futbolista mejor pagado del planeta fue anunciada con fuegos artificiales. El club se entregó al portugués de palabra y de hecho. Con un plan basado en mimarle, en regalarle continuamente los oídos como mejor jugador del mundo en todos los aspectos. No consintió que el Tottenham dijera que había vendido a Bale por más dinero del que el Madrid pagó en su día por ficharle a él y puso a trabajar a su maquinaria propagandística para conseguir que le dieran de una vez el Balón de Oro.

Y es ahora en plena campaña por arropar a Cristiano hacia el mayor cetro individual (el portugués se quejó otros años en la derrota de la falta de apoyo de su empresa sobre el particular) cuando a Zidane no se le ocurre otra cosa que postularse por un compatriota. “Yo le daría el Balón de Oro a Ribery”, afirmó este jueves en un encuentro con medios de comunicación en Abu Dhabi. Y además justificó su apuesta con razonamientos convincentes. Toda la estrategia política del Madrid al garete. Algo así como de liderar el proyecto a torpedearlo.

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