Hace ya cerca de ocho años que los ahorradores comenzaron a dar la espalda a los depósitos bancarios a plazo. La escasa rentabilidad que han ofrecido desde la crisis financiera internacional de 2008 ha terminado con una de las más tradicionales formas de ahorro de los españoles. Según el último dato del Banco de España, los hogares guardaban en depósitos a plazo el pasado mes de abril un total de 99.905 millones de euros. Son 30.534 millones menos que en abril de 2020 (una caída del 23,48%) y, lo más destacado, es la primera vez que el acumulado baja de los 100.000 millones desde, al menos, 2003.
¿Cuál ha sido el destino de ese dinero? A lo largo de los últimos años, el dinero de los depósitos a plazo se ha repartido entre las denominadas cuentas a la vista (las cuentas corrientes) y los fondos de inversión, aunque no en la misma proporción. La fuga del dinero de los depósitos es la consecuencia del desplome de la remuneraciones pagadas por las entidades bancarias por el ahorro estable tras la crisis de 2008, pero no un acto caprichoso de éstas.
En el año 2010, cuando algunos países del sur de Europa empezaron a tener los primeros problemas en sus principales magnitudes, un depósito a plazo daba un interés medio del 2,54%, mientras una cuenta a la vista se remuneraba con apenas un 0,27%. Desde al año 2015, el tipo de interés bajó del 1% y desde entonces los descensos no se han detenido. Máxime, después de que el Banco Central Europeo redujera el tipo de interés para la Eurozona al 0% en marzo de 2016, hace poco más de cinco años.
Hoy, mantener el dinero inmovilizado en una entidad bancaria durante al menos un año ofrece un interés del 0,01%; entre uno y dos años, del 0,38%, y más de dos años, un 0,13%. En el mejor de los escenarios posibles, un depósito de 100.000 (algo que poco frecuente en los hogares) puede reportar a su titular unos intereses anuales de 380 euros brutos. Una cuenta a la vista paga el 0,02% (20 euros por la misma cantidad de dinero confiada al banco), pero con la ventaja de la disponibilidad inmediata para su titular: liquidez, en la jerga bancaria.
La fuga del dinero de los depósitos es la consecuencia del desplome de la remuneraciones pagadas por las entidades bancarias por el ahorro estable tras la crisis de 2008
Los hogares españoles tenían a cierre del mes de abril pasado en cuentas a la vista un total de 827.413 millones de euros, según los últimos datos publicados por el Banco de España. Son 83.724 millones de euros más que doce meses antes, un 11,25%. A pesar de que el parón de la economía por el estado de alarma puso en valor la importancia de disponer de liquidez, este crecimiento es muy similar al registrado entre abril de 2020 y abril de 2019: 79.441 millones de aumento en términos absolutos, un 11,95% más.
No siempre los españoles han tenido más dinero en cuentas corriente que en depósitos a plazo. En 2003, un año después de la llegada del euro a los bolsillos de los ciudadanos españoles, éstos tenían en cuentas corrientes un total de 69.100 millones de euros y en depósitos a plazo, 190.106 millones. Y así permanceció hasta junio de 2005 cuando las cuentas corrientes se triplicaron en un mes (de 92.631 millones a 260.213 millones), mientras los depósitos a plazo permanecían prácticamente inalterados, rozando los 200.000 millones. Eran tiempos en los que el crédito para la compra de una vivienda crecía a tasas interanuales del 24%; el crédito al consumo, al 13%, y el endeudamiento de los hogares aumentaba a ritmos del 21% cada doce meses.
Hubo que esperar a febrero de 2015 para que el volumen de dinero en cuentas corrientes y depósitos a plazo se volviera a igualar, en el entorno de los 375.000 millones de euros. Desde entonces, todo ha jugado a favor de las cuentas corrientes. Hasta el punto de que, en la actualidad, el dinero disponible para consumo inmediato asciende a 827.413 millones de euros. Nunca ha habido tanto dinero en las cuentas corrientes de los bancos españoles ni tan barato. En los últimos 18 años, desde enero de 200,3 se ha multiplicado doce veces según el Banco de España. Y eso que, en 2007, quizás el último mejor año de la economía española, una cuenta corriente se remuneraba apenas al 0,7%; hoy, al 0,02%.
En el mejor de los escenarios posibles, un depósito de 100.000 puede reportar a su titular unos intereses anuales de 380 euros brutos
El trasvase de dinero del “plazo” a la “liquidez” ha beneficiado también a los fondos de inversión, un sector en su mayoría controlado por los bancos. Han sido las entidades financieras las que han animado a los ahorradores a jugar con un riesgo más o menos controlado. Las comisiones de gestión son mucho más elevadas y las de “éxito” (vinculadas a las ganancias del partícipe), aún más. En los últimos ocho años, los fondos han registrado entradas netas de capital por importe de 129.656 millones de euros. Incluso en 2020, tras el desplome bursátil de la primera mitad del año por la paralización total de la economía, hubo más entradas que reintegros: 1.159 millones.
En los cuatro primeros meses de este año, la tendencia en todos los casos es similar. Las nuevas operaciones en depósitos han caído un 23,9%, el equivalente a 8.431 millones de euros. Las cuentas corrientes han ganado casi 19.700 millones de euros hasta abril y los fondos de inversión 9.100 millones.