Las dudas sobre la salud financiera de Credit Suisse han encendido las alarmas de los mercados. La amenaza de quiebra, con los swaps de incumplimiento de crédito (CDS, por sus siglas en inglés) de la entidad disparados por encima de niveles de 2008, ha resucitado el fantasma de Lehman Brothers y el contagio al resto del sector financiero. Pero lo cierto es que la crisis de Credit Suisse se asemeja más a la sufrida por Deutsche Bank en 2019 y que le llevó a un cambio drástico en su estrategia, según apuntan fuentes financieras consultadas por Vozpópuli.
El aumento de los CDS, un derivado financiero que cubre a los inversores ante el riesgo de impagos, y el desplome a mínimos históricos de las acciones han provocado una reacción inédita entre los altos ejecutivos del banco suizo, que llevan días intentando calmar a los inversores por las dudas sobre la solidez de su balance.
El 'agujero' de capital se estima en entre 4.000 y 6.000 millones de francos suizos (entre 4.100 y 6.200 millones de euros), según cálculos de analistas citados por Financial Times, que implicaría una necesaria ampliación para financiar los costes de reestructuración y dar un giro al negocio. También se da por hecho la salida de la banca de inversión.
"Las dudas sobre Credit Suisse son más parecidas a las que había sobre Deutsche Bank antes de la pandemia, pero en una situación de mercado distinta y con tambores de una recesión mundial", explica un alto directivo de una consultora internacional, que pide el anonimato. Incluso la situación de partida de la entidad suiza, al menos a priori, es más reforzada que la del mayor banco alemán. La ratio de capital de máxima calidad CET1 de Credit Suisse, que mide la fortaleza financiera, se sitúa en el 13,5%, frente a menos del 11% con la que contaba Deutsche Bank cuando el mercado puso el foco en su balance.
Llueve sobre mojado en Credit Suisse
Pero ya llueve sobre mojado. La gobernanza del banco suizo quedó tocada por los escándalos de Archegos y Greensill en 2021, que le costaron más de 4.000 millones de euros. El annus horribilis de Credit Suisse llegó a su punto álgido con la inesperada dimisión de António Horta-Osório como presidente por incumplir las normas de cuarentena del país suizo.
El ejecutivo que enderezó el rumbo del rescatado Lloyds apenas estuvo nueves meses al frente de la entidad suiza, a la que desembarcó con el mandato de hacer olvidar los escándalos de Archegos y Greensill y reforzar la cultura de riesgos. La clave ahora será comprobar si el mercado tiene apetito para cubrir una ampliación de capital, señalan fuentes financieras. Las acciones de la entidad, pese a que la presión del mercado se ha suavizado en los últimos días, caen cerca de un 50% en lo que va de año.
Pero el tiempo se le agota a Credit Suisse. Los inversores tienen marcado en rojo el 27 de octubre, cuando el banco presentará su nuevo plan estratégico. Se espera que anuncie una fuerte reestructuración de plantilla, sobre todo centrada en banca de inversión, y la salida de algunos negocios. Precisamente, Deutsche Bank anunció el despido de 18.000 empleados en el verano de 2019 y redujo al máximo la división de banca de inversión. Dos años después, el mayor banco alemán cosechó el mejor beneficio en una década.
El resto de bancos competidores aguarda al devenir del futuro del banco suizo. La venta de filiales encajaría a entidades como Santander, UBS o Société Générale, según fuentes del mercado. En el caso del grupo español, ya se le ha relacionado con una posible compra del negocio patrimonial que tiene Credit Suisse en Latinoamérica, sobre todo de México y Colombia. Y si los temores de quiebra se convierten en realidad, el mercado aboga más por una "solución local", en referencia a UBS, para cortar un contagio sobre el sector financiero mundial.
"No creo que haya capacidad de contagio", afirmó José Antonio Álvarez, consejero delegado de Santander, esta misma semana. El número dos del grupo español esgrimió que la liquidez del sistema financiero es "extremadamente alta" para marcar diferencias respecto a la crisis de 2008.
La presión y el foco a plena luz se mantendrán sobre Credit Suisse las próximas semanas. De hecho, el Banco Nacional Suizo (SNB, por sus siglas en inglés) vigila de cerca la situación financiera de la entidad. Sólo un golpe de timón en la estrategia del grupo calmará a los inversores y despejará el fantasma de una crisis financiera que sería mortal en plena caída de la actividad económica.