La Comisión Europea ha redactado un nuevo plan de recomendaciones para ayudar a los países de la UE a reducir la demanda de combustibles fósiles y, si es necesario, reducir el consumo ante "un probable deterioro de las perspectivas de suministro de gas" este invierno, según recoge Euractiv.
Entre otras medidas, Bruselas ha instado a la ciudadanía europea a limitar la temperatura de funcionamiento del aire acondicionado a 25 grados, así como la de la calefacción a 19. Estas nuevas medidas no dejan de ser recomendaciones, es decir, siempre y cuando sea viable aplicarlas.
Este escenario sería muy posible para algunos países europeos que dependen enormemente del gas proveniente de Rusia. De hecho, según las estimaciones realizadas por los operadores del sistema de transmisión de gas europeo (ENTSOG), una interrupción total del suministro "probablemente daría como resultado" que la UE no alcanzara su objetivo de almacenamiento del 80%.
Para anticiparse a la situación, la Comisión ha propuesto el mencionado plan de reducción de la demanda, que además busca reducir el consumo de gas por parte de grupos protegidos, como los consumidores y servicios básicos, así como por parte de grupos desprotegidos como la industria. También está analizado medidas más extremas por si la carencia de gas es de verdadera gravedad.
El plan trazado por la Comisión Europea
La priorización en cuanto a la protección de los distintos sectores difiere entre los países de la UE, pero se ha establecido como criterio común que la salud, los alimentos, el medio ambiente, la seguridad y la defensa sean fundamentales. De esta forma, el plan de reducción de la demanda brinda la orientación necesaria a los diferentes gobiernos europeos, con base en cuatro criterios.
El primero es la criticidad social, es decir, qué tan importante es el producto o el sector afectado en cuestión para la sociedad. En este aspecto, tendrían prioridad los servicios esenciales, entre los que se incluyen la salud y la seguridad.
El segundo tiene que ver con las cadenas de suministro transfronterizas, y consiste en valorar cuidadosamente en qué medida la escasez de gas ruso perturbaría el intercambio de productos y la prestación de servicios básicos entre los países miembros de la UE.
El tercero trata las posibilidades de sustitución y reducción del consumo de gas, y por ello ahonda en las alternativas con las que podrían contar los estados europeos ante un escenario catastrófico como el que se plantea. Para ello, se han redactado una serie de medidas en cuanto a la moderación del consumo y al reemplazamiento de la propia fuente de energía.
Por último, el cuarto se centra en los daños a las instalaciones, puesto que una parada temporal por una carestía de gas podría provocar averías que necesitaran reparación, cuyo coste sería muy elevado en algunos casos. Este criterio, como no podía ser de otra manera, pone el foco en sectores cuyo funcionamiento es continuo e ininterrumpido, como la industria médica o la farmacéutica.