Economía

La 'cara B' del desenfreno en Ibiza: la fiesta y el turismo VIP aplastan al negocio tradicional

Comerciantes de los negocios ibicencos de 'toda la vida' confirman a este diario que han perdido la demanda que sí tenían hace años, un hecho agravado por la pandemia y la inflación

  • Imagen aérea de Ushuaïa Ibiza, una de las mecas de la música electrónica mundial.

Ibiza obtuvo su lugar en el mapa en los años 60, cuando se convirtió en un sitio de culto para la cultura hippie una vez el gobierno franquista decidió abrir la isla al turismo internacional. Con los años, llegaron las grandes discotecas y desde entonces, en la isla han convivido hasta hoy dos ambientes muy distintos: la Ibiza con esencia y aquella donde los turistas podían disfrutar unas fiestas sin fin. En el último lustro, la primera parte ha cedido casi todo su espacio a la segunda: el turismo de alcohol y drogas tiene un protagonismo casi total, mientras que los negocios tradicionales han quedado arrinconados.

No nos engañemos: la fiesta en Ibiza tiene tal poder que la apertura y cierre de las discotecas marcan la temporada estival. Durante esta época, la isla pasa de la tranquilidad absoluta a recibir millones de turistas de todo el mundo. Esto es así desde hace décadas. Pero lo cierto es que ha perdido la esencia tradicional y hippie que rivalizaba con el lujo y las grandes discotecas.

Ese equilibrio se ha perdido a favor de un turismo de desenfreno que siempre ha tenido protagonismo, pero ahora más que nunca. Los negocios tradicionales ven como sus ingresos disminuyen temporada tras temporada ante un turismo VIP de bares, discotecas y restaurantes. Así lo corroboraron en la isla a Vozpópuli diversos comerciantes del negocio tradicional ibicenco, una realidad que también recogió, hace ya cuatro años, el Diario de Ibiza.

Basta con poner un pie en el paseo de playa d'En Bossa, uno de los puntos clave de la fiesta en Ibiza, para darse cuenta del tipo de turismo que llena la isla. Todo son locales de copas y apartamentos turísticos, repletos de turistas franceses e ingleses. En las tiendas y bares, todos beben de la fiesta: en muchas de ellas es posible comprar entradas para las distintas discotecas de la isla. Tampoco faltan los vendedores de droga, que ofrecen sin ningún tipo de discreción "algo extra para bailar".

Un bar oferta en su puerta las entradas para las distintas discotecas de Ibiza | Vozpópuli

Todo está pensado, al estilo Magaluf, para el turista extranjero. En los restaurantes, más si es uno tradicional, es habitual ver familias y grupos de españoles, cosa que cambia en las zonas de fiesta. Ahí, toda la cartelería está en inglés para que cualquier persona, sea cual sea su nacionalidad, comprenda donde está entrando. Incluso los ingredientes de la comida en los restaurantes de la zona están en la lengua de Shakespeare. Esto, unido a los viandantes conversando en otro idioma, ofrece la sensación perpetua de estar fuera de España.

Por supuesto, todo lo que gira alrededor está ideado para explotar las ganas de fiesta, incluso los supermercados. Los de playa d'En Bossa venden cualquier producto a un precio normal salvo las botellas de alcohol, que tienen un precio de oro: una botella de ron o ginebra que en un ultramarinos convencional cuesta 10-12 euros, la cobran a 25-30. Incluso coaccionan a los compradores que acuden en busca de hielo. Ante la actual escasez de cubitos, quien quiera adquirir una bolsa debe comprar al menos una botella de alcohol y otra de 'mezcla'. Si no, no hay hielos: así, algunos pueden terminan recibiendo cerca de 30-35 euros por un producto que tan solo vale 2 euros.

Playa d'En Bossa es la única zona donde ningún policía de Ibiza multa por beber. De hecho, es común ver a gente haciendo botellón en la propia playa o incluso, consumiendo drogas como el 'popper' en la terraza de un restaurante de la zona. Contrasta con los aledaños de Pachá, donde la gente también bebe la vía pública, pero en grupos reducidos y a escondidas para evitar a los agentes.

Al fin y al cabo, Talamanca recibe otro tipo de turismo, más enfocado en el lujo, donde el precio de las viviendas rara vez bajan de medio millón de euros, por lo que ahí la policía sí trata de mantener la calma. Pese a ello, basta con dar un paseo por la zona para ver a algún grupo haciendo botellón.

Ese turismo de fiesta y drogas también se vive en San Antonio, aunque se trata de un ambiente menos elitista. Al fin y al cabo, allí hay pubs que cierran tarde donde poder beber copas, pero no cuentan con entradas caras -que además no incluye consumición- como sí tienen Ushuaïa (mínimo 70 euros) o Pachá (en torno a los 50 euros). Se considera un tipo de turismo similar, aunque sin necesidad de gastar tanto dinero en la noche ibicenca.

Dentro de los locales de fiesta de Ibiza, la imagen es similar: un buen porcentaje de los allí presentes lucen gafas de sol, uno de los signos que pueden indicar el consumo de alguna droga, como la cocaína, aunque varía según la fiesta: allá donde hay techno, las probabilidades crecen. Estas sustancias impiden que quien lo consuma contraiga las pupilas con la luz, por lo que las protegen de los focos y luces mediante el uso de gafas.

Lo que más llama la atención de la fiesta ibicenca es lo cómodas que se encuentran las mujeres. Ibiza es el destino ideal para un grupo de amigas que quiera salir y pasárselo bien sin pagar el peaje de tener que rechazar constantemente a hombres en busca de un idilio nocturno. Allí, por lo general, la gente va a bailar y a disfrutar de la música -lo mejor, sin duda, de la fiesta en la isla- sin necesidad, en la mayoría de casos, de buscar un ligue.

¿Lo malo de este turismo de 'farra'? Que el Ibiza más auténtico se está perdiendo. Por supuesto, todo aquel que quiera puede acudir a cualquiera de las famosas calas que tiene la isla, pero también es cierto que muchos de los negocios que giran en torno a este turismo más tranquilo han perdido la demanda que sí tenían hace años, un hecho agravado por la pandemia y la inflación, según confirmaron a este diario comerciantes de la zona.

Las ganas de 'darlo todo' que ha dejado el confinamiento y las restricciones han convertido a Ibiza en un lugar idílico donde desinhibirse al extremo, dejando a la Ibiza hippie y tradicional en un nicho que solo buscan, por lo general, aquellos visitantes que llevan visitando la isla desde hace años. ¿Fiesta y negocio o amor por lo tradicional? ¿Lujo y desenfreno o planes familiares? La isla vive una suerte de crisis de identidad en la que, de momento, los excesos del turismo internacional dominan el destino de Ibiza.

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