Economía

El Rey habla del reto soberanista con Fainé, Piqué, Lara y Godó, sin obtener resultado concreto

¿Cuándo hablarán alto y claro los empresarios para frenar el aventurismo de Artur Mas? ¿Por qué no se definen con tanta virulencia como lo hicieron con Ibarretxe? Estas son algunas de las preguntas que se hacen en el Gobierno, donde arrecian las presiones sobre las diferentes organizaciones para que den la cara frente al reto soberanista.

En el núcleo duro del Gobierno se elogia la valentía con la que el editor José Manuel Lara, presidente de Planeta, ha plantado cara a la deriva soberanista del presidente de la Generalidad. Lo más suave que ha dicho es que la independencia representaría “un mal irreparable” y “un coste que los empresarios no podemos pagar”. Lo más directo es que el grupo que preside tendría que trasladar su sede a Madrid, a Zaragoza o a Cuenca si después de las elecciones del 25 de noviembre Artur Mas sigue surfeando por la ola que puede darle la mayoría absoluta.

Los empresarios justifican ante el Gobierno su silencio desde el convencimiento de que la cruzada independentista se frenará por sí sola después del 25-N

Pero este pronunciamiento de Lara no ha sido oído tan alto y tan claro en boca de ningún alto representante de la CEOE, del Consejo Empresarial para la Competitividad, del Círculo de Empresarios, del Instituto de la Empresa Familiar o del resto de las organizaciones que tienen entre sus representados intereses directos en lo que suceda en Cataluña después del 25-N.  Diferentes miembros del Gobierno, incluido el de Interior, Jorge Fernández Díaz, han hablado largo y tendido con algunos de los principales portavoces de estas organizaciones y lo que han escuchado de ellos es que si frenan a Mas es porque están convencidos de que la de CiU es una apuesta claramente electoralista que se enfriará una vez superadas las urnas. Sin embargo, en el Gobierno se opina que en esta actitud de los empresarios pesa más el miedo a quedarse fuera de la red clientelar de la Generalidad que el escepticismo hacia la apuesta emprendida por su presidente.

No deja de ser una paradoja porque, según refiere un ministro del equipo económico, los únicos que respaldan abiertamente esta cruzada soberanista son los pequeños butiguers, muy al contrario de los sentimientos que respiran los principales directivos de las grandes multinacionales con presencia en Cataluña o los medianos empresarios catalanes que tienen el principal soporte de su negocio en el resto de España.

Esta pasividad empresarial choca, según fuentes gubernamentales, con la actitud beligerante que el mundo económico y financiero exhibió entre 2000 y 2005 frente al llamado ‘plan Ibarretxe’, finalmente enterrado en el Congreso de los Diputados por una amplia mayoría. No obstante, hay sensibles diferencias en los tiempos. De hecho, el calendario marcado por Mas tiene dos estaciones, la de 2014, fecha en la que se celebraría el referendo, y la de 2020, que sería la etapa final hasta alcanzar la independencia. “Y es comprensible que los empresarios no quieran arriesgarse a convivir durante ocho años, en el peor de los casos, enfrentados a un Gobierno monocolor del que dependen todavía no pocas subvenciones y canonjías a pesar de la severidad de la crisis”, explican las mismas fuentes.

De los interlocutores del Rey, el único que ha sido permeable a sus requerimientos ha sido Piqué, que ha advertido que la independencia sería trágica para Cataluña

En los esfuerzos por conseguir que los empresarios contribuyan a frenar el ansia independentista de Mas ha intervenido también de forma activa el Rey. El monarca ha hablado personalmente con Lara, como también lo ha hecho en Zarzuela con el presidente de Caixabank, Isidro Fainé, con el presidente de Vueling, Josep Piqué, y hasta con el Conde de Godó, en este último caso para recriminarle el abrigo que le está prestando La Vanguardia al independentismo. Pero no ha logrado sus objetivos. De todos ellos, Piqué es el único que por libre ha sido permeable y ha levantado su voz para advertir que la independencia sería una tragedia para Cataluña.

En el Gobierno no se tira la toalla y se espera que antes del 25-N surja una voz potente en el mundo empresarial que sirva de referencia para anticipar a los electores lo que se juegan en las urnas. Al presidente de CEOE, Juan Rosell, se le ve en buena disposición, pese a que sigue colocado entre la espada y la pared, mientras que el Instituto de la Empresa Familia tendrá una oportunidad de oro para retratarse a partir del próximo domingo en el Congreso nacional que celebrará en Barcelona.

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