La escena fue de las más surrealistas vivida en cierto despacho notarial del centro Madrid, por lo demás bastante poco dado a excentricidades. Unos ciudadanos chinos, sin conocimiento alguno de español, habían ido a firmar una hipoteca. De las de mucho parné: dos millones de euros. Pero resulta que la nueva legislación obliga a que los firmantes escriban, de puño y letra, la “expresión manuscrita de advertencia de los riesgos del contrato”. Es el equivalente bancario a la exención de responsabilidad que se acepta antes de entrar en una operación a corazón abierto.
Los presentes en la sala tiraron de sentido común e hicieron que fuera el traductor presente en la sala el que lo pusiera negro sobre blanco, para que luego lo rubricaran los clientes. Pero el banco lo rechazó. Tenía que ser de puño y letra de los que subscribían la hipoteca, y no era una broma. La situación fue cómica, de esas que sostienen el ridículo en el tiempo: el que tardaron los pobres firmantes en tratar de dibujar cada una de las letras de un texto de un folio que reza más o menos así: “Soy conocedor de que mi préstamo hipotecario: establece limitaciones (suelo o techo) a la variabilidad del tipo de interés; lleva asociada la contratación de un instrumento de cobertura del riesgo del tipo de interés X; está concedido en la siguiente divisa…” El traductor iba guiándoles y ellos, “con su capacidad para dibujar letras, como sus caracteres originales, lo sacaron adelante”, explica a Vozpópuli el notario presente. “Fue todo muy humillante”, reconoce.
La anécdota muestra el nuevo celo que rodea a la firma de hipotecas, un celo que sirve de escudo ante demandas
“Abogados Cláusula Suelo: sólo cobramos si tu cobras”, reza el anuncio patrocinado que aparece cuando se busca el término en Google. Un negocio de reciente cuño y que trata de exprimir a los bancos que han engañado a clientes poco avezados con contratos hipotecarios incomprensibles. Con la carta manuscrita de riesgos, la entidad tiene una bala más ante una futura batalla judicial. Ahora los notarios, presentes en el acto de la firma, se desviven para explicar ésta y cualquier otra de las cláusulas del contrato. “Tratamos de adaptarnos al nivel sociocultural del firmante, hacemos un poco de sicólogos”, afirma la notaria Ana Fernández-Tresguerres a Vozpópuli.
Destaca, por ejemplo, la obligatoriedad impuesta por el Banco de España de mostrar la evolución de la Tasa Anual Equivalente (TAE). Hay quien habla de informes de casas internacionales que pronostican la evolución de los mercados. Todo con tal de protegerse y de no tener problemas con el banco, pero también de proteger al firmante. “Los notarios tienen el deber velar por la parte más débil, requilibrando los contratos para que los consumidores no resulten perjudicados”, subrayan desde el Consejo General del Notariado.
Los bancos no dejaban ver el texto hasta el día de la firma
Ahora, en las postrimerías de la crisis, este Consejo ha abierto un nuevo Órgano para el Control de las Cláusulas Abusivas. Además, dicen haber intensificado las campañas informativas para recordar que los ciudadanos tiene derecho a elegir el notario que deseen, en contra de la práctica habitual de la banca de imponer el suyo propio o habitual. Y cada vez están más duros contra la práctica de los bancos de no dejar ver el texto final hasta la firma. Por ley, los hipotecados deben disponer del documento al menos tres días antes de la escritura del préstamo. Algo que los bancos se han saltado a la torera. “Hasta ahora la práctica habitual era que el contrato se viera por primera vez el día de la firma”, explica Fernández-Tresguerres.
Ella apunta a que parte del problema es la ausencia de una regulación concreta. “Hacen falta normas claras. Es una de las asignaturas que quedan pendientes en esta legislatura, una ley que favorezca los controles de trasparencia” en el Notariado, concluye. Técnicamente, un notario redacta la escritura pública adecuando la voluntad de las partes a la Ley. Por eso el Estado atribuye a la escritura importantes efectos: tiene valor probatorio, ejecutivo y legitimador. Además, y sobre todo, ha de informar a las partes sobre cada detalle que pueda ser controvertido. Ahora, dicen, son más intensos en las reuniones: “lo reiteras todo más veces, identificas los puntos oscuros”, asegura Fernández-Tresguerres.
El riesgo: pasarse de frenada. Hay voces que piden un contrato mínimo estándar de hipoteca, sencillo, de cinco folios. Pero eso, dice esta notaria, reduciría la competencia interbancaria para ofrecer el mejor contrato hipotecario, y podría terminar siendo dañino. Entretanto, en la oficina de esta notaria madrileña son, si cabe, más pulcros que antes. “Con todo lo que ha caído” los notarios tienen “un peso y una responsabilidad social de que lo ocurrido no vuelva a pasar”.