Los técnicos del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) han detectado un incremento de la presión en el interior del sarcófago que desde 2005 cubre el reactor de la antigua central nuclear de Vandellòs I (Tarragona). La planta, la tercera más antigua del parque atómico español, fue clausurada en octubre de 1989 tras un grave incendio y actualmente lo que queda de ella (el citado sarcófago) está en fase de latencia para su ulterior desmantelamiento,
La presión del interior del cajón es, junto con la temperatura y la humedad, uno de los parámetros fundamentales que vigila el reducido equipo de la Empresa Nacional de Residuos (Enresa) que supervisa actualmente la instalación. Y es fundamental que en su interior se mantenga un ambiente de depresión (con menor presión que en el exterior) para evitar cualquier fuga al exterior de los gases radiactivos que todavía acumula.
“Según los datos obtenidos hasta la fecha, se detecta una tendencia de la atmósfera del interior del cajón del reactor a incrementar su presión, lo que ha obligado, en el transcurso del año 2013, a efectuar dos vertidos de efluentes gaseosos con el objeto de dejar la atmósfera interior del cajón con mayor depresión respecto a la atmósfera exterior”, explica el CSN.
En el acta de la última inspección anual para comprobar el control general de la instalación, realizada el pasado 4 de junio, los técnicos del CSN añaden que “está en estudio el fenómeno o las causas que puedan originar el incremento de presión en la atmósfera del cajón”, un sarcófago de 350 toneladas de peso que evita que salgan al exterior los gases radiactivos que todavía acumula en su interior y que, previsiblemente, se retirará en 2030, cuando se procederá a dejar los terrenos en su estado original.
La inspección también recoge que en el año 2013 “se han producido un total de seis notificaciones de anomalías en la instalación”, como consecuencia de una pérdida de suministro eléctrico exterior, por un periodo de siete horas, el pasado 29 de noviembre, “que provocó la pérdida simultánea de la tensión segura de la instalación”. Esta anomalía propició la “inoperabilidad” de las medidas de temperatura, presión y humedad, de la atmósfera del cajón, del sistema de supervisión y control y de la bomba principal eléctrica del sistema de abastecimiento de agua contra incendios.
Fuentes del CSN señalan que el aumento de la presión forma parte de la operativa “normal” de la instalación. Enresa, por su parte, no ha hecho comentarios.
Un catedrático dice que "el posible impacto radiológico es nulo"
Gumersindo Verdú, catedrático e investigador del Instituto de Seguridad Industrial, Radiofísica y Medioambiental de la Universitat Politècnica de Valencia, explica que “cuando se dice que aumenta la presión interior, es relativo”, ya que “la presión absoluta del cajón siempre está por debajo de la atmosférica”.
Para que la presión interior aumente “se tienen que dar muchas circunstancias, y es que además de fallar los sistemas de seguridad, debería haber alguna fuente de energía dentro del cajón para provocar el aumento, lo cual es imposible, allí no hay nada": el cascarón de hormigón custodia únicamente las paredes del reactor, que todavía tienen un elevado nivel de radiactividad.
“La presión interior se vigila dentro del protocolo de actuación, pero en el caso imposible que subiese y fuese mayor que la atmosférica, no pasaría nada”, explica Verdú. “Los únicos núcleidos radiactivos son el Co-60 y el C-14, ambos dos producidos por activación y están en forma sólida, con lo cual el posible impacto radiológico es nulo”, concluye.
La instalación entró en fase de latencia, por un periodo de 25 años, en enero de 2005. Antes, hasta 2003, y en unos trabajos que duraron cinco años y emplearon a cerca de 3.000 personas, se desmontaron los edificios y estructuras de la antigua central. Entre 1991 y 1997, se realizó la descarga del reactor y la evacuación de combustible, así como el acondicionamiento de los residuos, que actualmente se custodian en Francia.
El desmantelamiento de Vandellòs I, con un coste total cifrado en su momento en 766 millones de euros, fue el primero en ponerse en marcha en España. A las dificultades de todo proyecto pionero, se unió lo inesperado de la decisión, adoptada tras el incendio que afectó a la turbina y que, hasta la fecha, es el accidente nuclear más grave sucedido en España.