Partir una empresa por la mitad de forma igualitaria, de modo que los mejores activos queden de forma igualitaria en ambas partes, es un ejercicio quimérico. Aún en el caso de una compañía tan atractiva como Abertis. Si su destino pasa finalmente porque ACS y Atlantia se la repartan, será complicado no concluir que alguna de las dos ha salido ganando y la otra, no tanto.
En este caso, la clave pasa por Francia. Abertis estuvo al quite en el proceso de privatizaciones que llevó a cabo al país vecino hace casi 20 años, justo en el paso del siglo (y del milenio), cuando sus reiterados incumplimientos con el objetivo de déficit marcado por Bruselas llevó a los galos a poner en el mercado algunas joyas de su economía.
Desde entonces, Abertis no ha hecho sino aumentar su presencia en el país vecino, hasta el punto de que los activos en Francia suponen hoy cerca del 60% del negocio de la compañía, concentrados en la empresa Sanef, cuyo control se ha encargado de apuntalar la empresa española antes de cambiar de manos.
Todo parece indicar que la parte francesa del negocio irá a parar a manos de Atlantia, que desde el primer momento de la operación había puesto sus ojos en crear un gigante de concesiones mundial pero, sobre todo, europeo. Incluso, cuando aún no había asomado la oferta competidora de ACS, Atlantia pretendía dotar de una cierta independencia a Abertis dejando en sus manos determinados activos en Latinoamérica, en especial en Chile y Brasil (adquiridos éstos a OHL). Pero, lógicamente, Francia es otra historia.
Por el contrario, los planes de ACS pasaban incluso por vender al menos una participación en el negocio francés de Abertis, con el objeto de financiar la compra de la concesionaria que preside Salvador Alemany. Sobre el papel estaba el propósito de vender Hispasat y Cellnex, pero no sería suficiente.
Los activos españoles, en España
Visto lo visto, será complicado que Atlantia suelte la parte francesa del negocio de Abertis y, por lo tanto, acabe por llevarse la mejor parte. Pero la segunda derivada de la historia es qué sucederá con los activos en España. Moncloa verá con buenos ojos que vayan a parar a ACS. A fin de cuentas, encajará con la idea de que lo que se han llevado los italianos forma parte del negocio internacional pero que las concesiones en suelo español se queda bajo control español.
Bien es cierto que buena parte de esas concesiones tiene un vencimiento cercano y que el Ejecutivo ha manifestado en numerosas oportunidades su intención de no prorrogarlas y que, de este modo, reviertan al Estado. Estrategias que podrían cambiar si finalmente esos activos se quedan bajo el control de capital español.
A fin de cuentas, en esta operación el Gobierno y ACS han ido de la mano durante muchos momentos. Si finalmente los activos españoles de Abertis van a parar a la compañía que preside Florentino Pérez serán numerosos los asuntos que haya que negociar. Uno de ellos, no precisamente menor, el de la compensación que la concesionaria reclama desde hace tiempo al Gobierno por la caída de tráficos en la AP-7, cuya factura supera ampliamente los 1.600 millones de euros. Como se puede apreciar, hay mucho de lo que hablar.
Lo que tampoco escapa a nadie es que una decisión salomónica de este tipo tendría una clara perjudicada: Abertis. Y, por extensión, sus empleados (que verían redoblada su incertidumbre) y sus accionistas, especialmente aquéllos que entraron al olor de una guerra de ofertas y que van camino de perder cientos de millones de euros en el empeño.