Todo apunta a que 2017 no será recordado como el año en el que la inversión en infraestructuras comenzó a recuperar el pulso en España. El Ministerio de Fomento tiene claro que no pisará el acelerador en este capítulo hasta que el déficit no se sitúe por debajo del 3%. Si se cumplen las previsiones del Gobierno, esto no sucederá hasta 2018. A la construcción le resta, como poco, otro año en el infierno.
“Haremos todo lo posible por las infraestructuras pero 2017 no va a ser un año fácil”. Con estas palabras, el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, resumía durante su intervención en un desayuno informativo organizado por Europa Press el escenario previsto para los próximos 12 meses. Un mensaje que le resultó familiar a los muchos presentes en el acto. Porque tampoco fue fácil 2016, ni 2015, ni 2014…
Desde comienzos del pasado año, los grandes grupos del sector dejaron claro que no esperaban grandes cosas de 2016. Y eso que, por aquellos tiempos, aún se atisbaban posibilidades de evitar unas segundas elecciones que, finalmente, terminaron por llevarse a cabo. La gran esperanza estaba en dejar atrás un ejercicio en el que la contratación pública había descendido más de lo previsto, prácticamente un 50% en relación con 2015, año en el que ya se habían dado registros anormalmente bajos.
Las grandes constructoras han mostrado su preocupación por el hecho de que las cifras de inversión en infraestructuras por habitante se sitúan en sus cotas mínimas desde mediados de los años 80. El ministro De la Serna vino a decirles este martes que la tendencia va a seguir sin corregirse durante los próximos meses.
La factura de un año en funciones
Al menos, un año más. Si las previsiones del Gobierno se cumplen, 2017 terminará con un déficit ligeramente por encima del 3%, una décima para ser exactos. Podría ser entonces el momento de empezar a reactivar un sector considerado clave para el crecimiento económico pero que, últimamente, sólo ha proporcionado malas noticias.
A mediados del pasado año, los temores acerca de las consecuencias del largo periodo con Gobierno en funciones comenzaron a hacerse palpables en el sector, donde se ha continuado con procesos de ajustes de plantilla en las empresas. Las compañías daban por perdido no sólo 2016 sino también 2017, incluso antes de comenzar. El tiempo y el nuevo ministro de Fomento les han dado la razón.
El Ejecutivo considera que con el déficit controlado y sin la presión de la Comisión Europea, el panorama cambiaría radicalmente, lo que le llevaría a poner en marcha nuevas inversiones en infraestructuras. El sector constructor trasladó en una serie de documentos al anterior Gobierno la necesidad de cambiar el modelo implantado hasta ahora para volcarse en infraestructuras de tinte más social, especialmente las relacionadas con la sanidad, la educación y el medioambiente, en detrimento del transporte, que ha sido la principal apuesta del Ejecutivo en los últimos años.
La apuesta por el exterior
Y parece que así lo seguirá siendo. De la Serna manifestó en público que la mayor parte de los recursos de Fomento, los pocos de que dispondrá al menos hasta 2018, irán a parar a tratar de completar la red de alta velocidad, uno de los asuntos que, además, mayores quebraderos de cabeza está dando tanto al Gobierno como a las constructoras.
Durante su etapa como ministra de Fomento, en la anterior legislatura, Ana Pastor (en la actualidad presidenta del Congreso de los Diputados, tuvo que escuchar de forma recurrente una pregunta en las entrevistas que concedió a los medios: ¿cómo se hace para gestionar un departamento como el de Fomento sin disponer de recursos?
Las dosis de imaginación que daba Pastor como respuesta le vendrán bien a De la Serna. Mientras, las constructoras deberán seguir buscando fuera el negocio que no hallarán en casa. Unos mercados internacionales donde cada vez es más complicado conseguir rentabilidad.