La industria de gestión de activos española ha encontrado una nueva fuente de ingresos sin necesidad de aportar un valor añadido a los inversores. Si en los años 90 fueron los fondos garantizados quienes permitieron impulsar el crecimiento del sector, su papel protagonista lo están tomando cada vez más los denominados fondos de rentabilidad objetivo, que son prácticamente iguales que los primeros pero sin poder garantizar la inversión realizada.
Nacidos a finales de 2012, durante el año pasado casi todas las gestoras españolas han encontrado en ellos una forma de recobrar el aliento, una vez que la remuneración de los depósitos ya no hacía atractiva su comercialización. Y teniendo en cuenta que el entorno de tipos bajos también afectaba a la creación de la estructura de los garantizados, formada normalmente por un bono y una opción sobre derivados que permitía ofrecer el plus de revalorización, los fondos con rentabilidad objetivo permiten proporcionar lo mismo pero sin necesidad de alcanzar ese plus, que tendrían que 'costear' las gestoras. La fuerte racha alcista de los mercados hizo el resto.
De esta manera, según se acerca la fecha de vencimiento de un fondo garantizado, las firmas modifican su política de inversión o aconsejan a los ahorradores un traspaso del patrimonio a estos nuevos fondos, que permiten seguir cobrando altas comisiones por una gestión pasiva.
Etiqueta
Tanta importancia han adquirido que algunas firmas de análisis del sector como Ahorro Corporación Gestión los han catalogado con su propia etiqueta. Y es que ya representan un 11% del total de activos gestionados, que acumulan 18.240 millones de euros repartidos entre 229 productos de este tipo. De hecho, en enero fueron los fondos que más incremento patrimonial consiguieron, con casi un 11%, con 1.590 millones de euros en suscripciones netas.
Aunque las comisiones de gestión no suelen exceder el 1% en la mayoría de los fondos de rentabilidad objetivo, es en las comisiones de suscripción y reembolso donde los inversores pueden encontrarse en general con peajes que se sitúan en torno al 5% y el 3%, respectivamente. Desde las firmas se argumenta que se trata de limitar la salida de partícipes que dañarían la estructura del fondo y que repercutiría en el valor liquidativo del resto de inversores, puesto que numerosos fondos de este tipo suelen ofrecer remuneraciones periódicas en función del patrimonio invertido. Pero también es una forma de tener 'cautivos' a los ahorradores durante una media de cuatro años en fondos que no garantizan ninguna rentabilidad, sobre todo si los mercados cambian de ciclo.
Un dato revela la importancia que han adquirido este tipo de fondos en las estrategias de las gestoras: un 28% de los activos que gestionan las diez primeras firmas por volumen de activos se encuentra colocado en ellos, con la Caixa acaparando por sí sola un 18%. Un 'maná' en toda regla cuando más necesitan las gestoras impulsar el segmento de los fondos de inversión para reforzar sus márgenes.