Cuentan que cuando Álvaro Nadal llegó al Ministerio de Energía, a finales de 2016, lanzó un aviso a navegantes: "Aquí se viene ya llorado". Fue toda una declaración de intenciones del capítulo que se iba a abrir a continuación en la historia de la relación entre el Gobierno y las principales compañías del sector. Los encontronazos fueron extremadamente frecuentes, hasta el punto de que se cuentan con los dedos de una mano las comparecencias públicas de Nadal como ministro en las que no pronunciara la frase: "la política energética la diseña el Gobierno y no las empresas".
No faltó quien interpretó la designación de Álvaro Nadal como ministro de Energía como una forma de continuar la labor de su hermano Alberto, que había ejercido como secretario de Estado de Energía (área, en este caso, integrada en el Ministerio de Industria) en la anterior legislatura. Interpretando este papel, fue el muñidor de una polémica reforma energética cuya consecuencia más llamativa fue un aluvión de arbitrajes contra España por la modificación del régimen de primas a las energías renovables con carácter retroactivo, cuyas reclamaciones superan en total los 7.500 millones de euros.
Este martes se conoció que la pareja de hermanos más célebre de la política española habían tomado la decisión de abandonar el Partido Popular y marcharse al extranjero a continuar con sus respectivas carreras profesionales como técnicos de Comercio. De su legado al frente de la administración del sector energético español aún se habla hoy.
El déficit era una herencia de Rodrigo Rato, en su etapa como ministro de Economía e impulsor de la liberalización del sector, pero la burbuja se atribuyó a los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero
La reforma del sector que pergeñó Alberto Nadal tenía como uno de sus propósitos fundamentales hacer que se corrigiera el déficit de tarifa, que se había convertido en una bola de nieve con un preocupante crecimiento exponencial que ponía en riesgo al propio sistema. El déficit era una herencia de Rodrigo Rato, en su etapa como ministro de Economía e impulsor de la liberalización del sector pero la burbuja se atribuyó a los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y su deseo de convertir a España en líder indiscutible de las energías renovables.
Algo que logró pero con un precio muy elevado debido a los altos costes que por entonces se daban en una industria incipiente, con tecnología completamente novedosa y, por lo tanto, carísima. Las más que generosas primas a la instalación de plantas renovables llevó al déficit de tarifa a superar ampliamente los 28.000 millones de euros. También consiguió su propósito de frenarlo Alberto Nadal aunque, de nuevo, con una elevada factura, en forma de los citados procesos de arbitraje.
La polémica de los precios
Bien es cierto que, en este capítulo, su hermano Álvaro trabajó intensamente en Bruselas para tratar de solventar el problema y no puede decirse que los resultados no hayan sido, por ahora, satisfactorios. La Unión Europea ha considerado nulos los laudos emitidos por arbitrajes impuestos contra países miembros por sociedades de otros países miembros, lo que haría que España apenas tuviera que asumir media docena de los más de treinta procesos actualmente en curso.
El Ministerio de Industria también tuvo que asumir por entonces una fuerte polémica por la fijación de precios en el mercado mayorista de la electricidad, que abría la puerta a una actividad especuladora con los consiguientes vaivenes. Se adoptó por entonces el sistema de subasta diaria de carácter marginalista (la última tecnología en entrar fija los precios para cada hora del día en función de la demanda) común en la inmensa mayoría de los países de la Unión Europea.
Lejos de acabar con la polémica, el nuevo sistema generó, a su vez, nuevas controversias. La crisis le estalló en las manos precisamente a Álvaro Nadal nada más aterrizar en el nuevo Ministerio de Energía. Los precios mayoristas llegaron a superar la cota de 100 euros por megawatio/hora y dispararon los recibos de aproximadamente la mitad de consumidores que prosiguen en el mercado regulado.
Además de su pedagógica labor de explicar la tormenta perfecta que se produjo en aquellas semanas (ola de frío, subida de los precios de las materias primas y parón nuclear en Francia), el ministro Nadal introdujo modificaciones en el incipiente mercado de gas español, Mibgas, producto precisamente de la reforma que había diseñado su hermano Alberto. La mínima influencia de un mercado en el que apenas se opera el 5% del volumen se correspondió con el efecto de la medida.
A golpes con las empresas
Al margen de las crisis con el precio de la luz, la etapa de Álvaro Nadal al frente del Ministerio de Energía se recordará por sus enfrentamientos con las empresas, que alcanzó su culmen con su oposición radical al cierre de las plantas de carbón que comenzaban a plantear las compañías, que no estaban dispuestas a acometer las inversiones exigidas por Bruselas para mantener abiertas las centrales y que las hacía económicamente inviables.
En sede parlamentaria, Nadal lanzó un ataque furibundo a Enel, compañía pública italiana y principal accionista de Endesa, cuando anunció que no haría esas inversiones en las plantas de Andorra y Cubillos del Sil. "A los italianos no les preocupa porque el desempleo que provoca esta decisión se genera en España". Cuando Iberdrola manifestó que cerraría las dos plantas de carbón que le quedan en España, Nadal respondió con la elaboración de un decreto que endurecía los requisitos para clausurar las centrales.
"El ministro no nos puede obligar a mantener abiertas plantas productivas que pierden dinero", aseguraban las eléctricas, que también se les tenían tiesas con Nadal a cuenta de la energía nuclear. La reforma de su hermano Alberto había elevado los impuestos para esta tecnología de tal forma que dificultaba hacerla rentable. Álvaro Nadal respondió a las compañías manifestando públicamente que no se creía los números rojos que las empresas decían tener en las nucleares.
Nadal era partidario de prolongar la vida de las nucleares pero tampoco quería cerrar el carbón. Y bajo su mandato, el Gobierno subastó 8.000 megawatios de renovables para cumplir con los compromisos medioambientales de la UE. Pero, al mismo tiempo, penalizaba el autoconsumo con impuestos. ¿Cuál era entonces la estrategia del Ejecutivo? Exactamente, nadie llegó a saberlo, lo que complicaba enormemente la toma de decisiones.
El control de la CNMC
El clamor por una Ley que recogiera la hoja de ruta de la transición hacia una economía más limpia chocaba con la pausa de Nadal, que retrasaba la toma de decisiones sobre el futuro de las diferentes tecnologías con la creación de un comité de expertos, que generó no pocas polémicas, por el contraste de la presencia de representantes de sectores como el carbón y la ausencia de otros como el gas y también de las empresas.
Las conclusiones llegaron a publicarse y Nadal comenzó a esbozar la idea de incrementos fiscales a los carburantes que tan cercanos suenan ahora. La moción de censura contra el Gobierno de Rajoy terminó de despejar del todo las dudas: fuera donde fuera el sector energético español, no sería de la mano de los Nadal.
Las primeras decisiones en materia energética tomadas por el actual Gobierno al comienzo del presente año aun tienen que ver con el legado de los Nadal. El Ejecutivo acordó devolver a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) sus atribuciones en materia de fijación de peajes, que Álvaro Nadal le había arrebatado nada más llegar al Ministerio, provocando la reacción de Bruselas y una amenaza de multa que se ha evitado in extremis.