Nadia Calviño se cuelga una medalla de la que sacará mucho brillo Pedro Sánchez en campaña. El pacto con la banca para aliviar el pago de las hipotecas dará buenos réditos políticos al Gobierno a corto plazo. La vicepresidenta económica se alza como gran ganadora de una negociación en la que, paradójicamente, tampoco resultan tan perdedores los bancos. El acuerdo, evidentemente, también es una gran noticia para cientos de miles de hogares muy castigados por la inflación. Ahora bien, aún es pronto para determinar cuántos hipotecados se aprovecharán realmente de las ayudas, aunque Calviño hable de un millón. Veamos cómo afecta a cada cuál.
Calviño arrasa
La vicepresidenta económica logra pescar en río revuelto. El pacto de las hipotecas llevará la firma de las entidades bancarias. Al igual que hizo en su día Yolanda Díaz, atrayendo a su terreno a CEOE y Cepyme para retocar la reforma laboral, Calviño ha conseguido que CaixaBank, Santander o BBVA pasen por el aro. El acuerdo hay que entenderlo en el contexto actual, cuando el Gobierno está a punto de sacar adelante en el Congreso un 'impuestazo' a la banca, criticado con dureza por el Banco Central Europeo y que hará mella en las cuentas de resultados del sector.
Calviño podrá lucir desde ya el acuerdo ante la Comisión Europea, tan sedienta de reformas y de medidas nacionales aprobadas por consenso, para facilitar el trasiego de los fondos europeos. Es un gesto que se agradece en los despachos de Bruselas, donde cunden los nerviosos por la lentitud de las reformas pendientes, con las pensiones a la cabeza.
De paso, la vicepresidenta hace un gesto al Banco de España. El gobernador, Pablo Hernández de Cos, empezó a reclamar medidas focalizadas en los colectivos más vulnerables desde que la guerra comenzó a desbocar la inflación. Con poco éxito hasta ahora: lo demuestran bonificaciones como el descuento de los carburantes, a punto de caducar y que ha beneficiado por igual a los vecinos de La Moraleja y a los de la Cañada Real de Madrid.
Las nuevas ayudas facilitarán el pago de las hipotecas a los hogares con ingresos anuales inferiores a 25.200 euros. Es decir, quienes menos ganan y más están sufriendo la carestía de los bienes de consumo esenciales. Habrá una extensión, además, para quienes alcanzan los 29.400 euros. El Ministerio de Economía penetra así en el terreno de las clases medias, donde se concentra un elevado porcentaje de familias hipotecadas.
El último logro es político. Calviño ha aprovechado la guerra fratricida en el ala morada del Gobierno para apuntarse el tanto. La rabia incontenida de Pablo Echenique en Twitter es un reflejo de lo mucho que Podemos deseaba apadrinar la medida. De paso, la vicepresidenta le mete otro gol a Yolanda Díaz, quien resbaló estrepitosamente con otra propuesta anti inflación de la que ya nadie se acuerda: el tope de precios de la cesta de la compra.
Los bancos tampoco pierden
Los bancos no tienen tanto que perder, pero sí bastante que ganar con la 'cesión' a Calviño. Y banqueros como Ana Botín, Carlos Torres o José Ignacio Goirigolzarri lo han visto venir. Los tres han ido al choque con el Gobierno por el nuevo impuesto, al igual que otros rivales como Sabadell o Bankinter. Al igual que el BCE, consideran que es injusto -porque deja fuera a los competidores extranjeros- y peligroso -porque amenaza con encarecer el crédito y puede tener impacto en la solvencia de las entidades-. Por eso, batallarán en los tribunales cuando el tributo eche a andar tras el trámite parlamentario.
Los grandes inversores, dueños de la banca española, no entenderían otra actitud frente al 'impuestazo' que no fuera belicista. Pero la ayuda a los hipotecados es otra historia. Los bancos salieron escaldados desde el punto de vista reputacional de la anterior crisis financiera, donde los desahucios de familias vulnerables se convirtieron en un símbolo. Los protocolos firmados desde entonces y el panorama actual -no hay indicios de que el pinchazo se repita-, permiten augurar que no habrá desahucios tan dramáticos.
Eso sí, las entidades no pueden permitirse que su imagen sufra nuevos desgastes. Que la sociedad es hipersensible a sus acciones lo demuestra el incendio que montó en febrero un jubilado, Carlos San Juan, al denunciar la desatención en las sucursales.
Los bancos ya tejieron redes de seguridad tras la anterior crisis, para proteger a los hogares más vulnerables. Con o sin pacto de hipotecas, habrían actuado para atender en la medida de lo posible los problemas de sus clientes. De hecho, ya lo están haciendo. El acuerdo con Calviño es un paso más, que generará sobrecostes imprevistos. Pero brindará a la banca la oportunidad de distanciarse de las eléctricas, a quienes también se les ha reprochado cierta falta de 'sensibilidad' con las víctimas de la actual crisis inflacionaria. En el mismo caso, aunque en menor medida, se han visto envueltas las petroleras (Repsol, Cepsa o BP).
Un pacto entre el Gobierno y compañías como Iberdrola, Naturgy o Endesa es impensable en este momento, dado el nivel de enfrentamiento alcanzado entre las partes. Para Sánchez, los dueños de las eléctricas son, literalmente, "señores con puro". Y los dueños de las empresas están centrados hoy día en reforzar sus equipos jurídicos para ganar el pulso a la Abogacía del Estado, encargada de defender el otro gran impuestazo. A ojos de una parte de la opinión pública, en la jungla de 'haters' de Twitter, los bancos pueden parecer un poco menos 'malos' que las eléctricas. Y eso, aunque parezca exagerado, puede constituir un avance reputacional.
Y los clientes, a la espera
Sólo las motivaciones políticas -la debilidad en las encuestas, los choques internos en la coalición- justifican por qué Calviño se ha apresurado tanto al impulsar el pacto con la banca. Tenían razón los banqueros cuando afirmaban que la situación, por ahora, está controlada. El mejor indicador es la morosidad, contenida en el 3,8%. Para tener una referencia, en diciembre de 2013 llegó a superar el 13,6%. Además de esta tasa, los bancos alegaban los mencionados protocolos de seguridad, que ya obligan a actuar ante los casos más espinosos.
El Banco de España, al igual que otros organismos, asegura que el cambio de política monetaria no empezará a notarse realmente en el presupuesto familiar hasta bien entrado 2023. El BCE ha subido los tipos de interés tres veces entre julio y octubre, del 0% al 2%. El incremento ha empezado a notarse prácticamente ahora en las renovaciones de los préstamos hipotecarios a tipo variable. Será el año que viene cuando miles y miles de hipotecados sufrirán la actualización al alza de las cuotas.
El grado de dificultad para asumirlas dependerá de distintas variables. Y se traducirá en más o menos morosidad y, por tanto, en un mayor o menor uso de las ayudas recién aprobadas por el Gobierno. 2023 viene cargado de augurios negativos en lo económico. Se prevé un estancamiento del PIB (en torno al 1%) y una inflación aún elevada (4,8%, según la OCDE y la Comisión Europea). Los hogares harán frente al aumento prolongado del coste de la vida con una bolsa de ahorro cada vez más mermada. O casi nula, a juzgar por las malas previsiones de consumo privado del Banco de España.
Sin embargo, la gran incógnita es la evolución del empleo. La experiencia demuestra que la hipoteca es casi lo último que la mayoría de los hogares dejan de abonar. Por delante están los préstamos al consumo u otros bienes y servicios más prescindibles. Será la salud del mercado laboral la que determine cuántas familias españolas sufren dificultades, de verdad, para pagar sus créditos hipotecarios.
La respuesta se conocerá a medida que avance 2023, un año electoral perfecto para lucir medallas como la que Calviño se ha colgado con el beneplácito de la banca.