Con Nadal y Guindos a la cabeza, una corriente del partido en el Gobierno no da la batalla por perdida. Pese a que la reforma tributaria ya está prácticamente cerrada, intentarán hasta el último día persuadir al presidente Rajoy de que baje mucho más la presión fiscal. “No podemos dejar los impuestos más altos que Zapatero”, es el mantra más repetido en algunos círculos del PP, una suerte de motto que sin duda servirá de vara de medir respecto al verdadero alcance de la reforma fiscal en los titulares de periódico.
Y todo ello ha abierto una nueva pugna en el seno del PP, en una reedición de los clásicos choques de trenes entre Guindos y Montoro. En un acto público en Valladolid celebrado el pasado martes y pese a no haber participado en la elaboración de la reforma fiscal, Luis de Guindos abrió en canal el debate. Para sorpresa de algunos, mostró su convencimiento de que la fiscalidad personal se quedaría en 2015 por debajo de 2011. Es decir, que el IRPF se situaría por debajo de dónde lo dejó Zapatero.
Y no ha sido el único que se ha embarcado en esta ofensiva. De acuerdo con la versión de distintas fuentes, el jefe de la Oficina Económica de Moncloa, Álvaro Nadal, también ha movido hilos entre bastidores. Allá donde va, vende que la reforma fiscal será más ambiciosa de lo que defendía Montoro.
Los resultados de las elecciones lo han trastocado todo. Desde la atalaya de su despacho en la Moncloa, Nadal anticipa una crisis de Gobierno motivada por los resultados electorales, se sabe a las puertas de una cartera ministerial y no quiere perdérsela. Además, observa cómo el varapalo en las urnas también ha provocado que se cuestione la labor de la vicepresidenta Soraya y su entorno, un ambiente en el que siempre se le ha enmarcado.
Así que ha movido ficha. Ha aprovechado el debate de la reforma fiscal y su acceso directo al presidente para desmarcarse, adoptando una posición propia muy clara, que ha aireado y que incluso le ha llevado a plantar cara al equipo de Montoro. “Álvaro Nadal ha arrojado la tecnocracia y el tecnicismo económico por la ventana, y se ha lanzado a hacer campaña electoral”, sostienen fuentes cercanas al Ejecutivo.
En cambio, para Guindos se trata más bien una cuestión de principios, casi de una especie de prurito personal ahora que está de salida: no puede abandonar el Gobierno habiendo dejado los impuestos más altos de lo que se los encontró.
Los límites de Montoro
Sin embargo, incluso con el efecto Laffer en juego, se antoja difícil que en 2015 se puedan bajar sustancialmente los impuestos a la vez que se cumple con las metas de déficit público. Cristóbal Montoro, quien como titular de Hacienda se ha reservado el veto sobre cualquier decisión presupuestaria y por lo tanto se ha convertido de facto en una suerte de vicepresidente, siempre ha abogado por mantener como sea los niveles de recaudación. "El cumplimiento del déficit es la clave de bóveda sobre la que se sustenta toda la política económica. Sin ese compromiso desaparece el respaldo europeo y por lo tanto el aval del BCE para refinanciar nuestra deuda. No parece aconsejable hacer saltar las alarmas en Bruselas, donde ya están ojo avizor, atentos a la letra pequeña más allá de los anuncios", explica un alto cargo del Gobierno.
Así las cosas, la tesis de Hacienda siempre ha consistido en hacer un intercambio de cromos. O dicho de otro modo, que las rebajas de impuestos se compensen tanto con subidas de otras figuras como con el margen que conceda el crecimiento, sin alterar en ningún momento el resultado en la caja. Es más, en el Plan de Estabilidad enviado a Bruselas se incluye un alza neta de impuestos sin especificar, por la vía de una mayor recaudación en las Comunidades y los Ayuntamientos.
A la vista de estas dos posiciones, se abre un pulso por el alma del PP, por la búsqueda de sus raíces y de sus señas de identidad. "Los impuestos representan uno de los terrenos donde el partido ha de conquistar el centro del espectro político, precisamente donde todavía se ganan las elecciones. Montoro defendió que el grueso de la rebaja se aplicase sobre los que ganan por debajo de 33.000 euros y las familias. Sin embargo, si queremos recuperar a nuestros votantes que se quedaron en casa en los comicios europeos, hay que recortar la tributación de las rentas por encima de los 35.000 o 40.000 euros, que además son las que mayor presión fiscal soportan. Para que nos voten, hay que hacer eso y una reforma en serio de la Administración y de la política que no se ha querido hacer”, reconoce en privado un miembro del partido.
Ahora bien, ¿realmente se puede colocar la tributación del IRPF por debajo de la que dejó Zapatero en 2011? Ello implicaría suprimir el recargo del IRPF aprobado por el Gobierno de Mariano Rajoy nada más tomar posesión, una medida que en la actualidad reporta unos 4.500 millones de euros. Es decir, si se elimina este recargo en su totalidad, Montoro prácticamente se habría cepillado todo el colchón con el que contaba para hacer una reducción de impuestos gracias a un mejor comportamiento de los ingresos, de las prestaciones de desempleo y de los intereses de la deuda. No podría dar las ayudas a las familias que él planea. Y todavía sería más caro en términos de ingresos recortar los tipos del impuesto por debajo de los que tenía Zapatero.
El problema radica en que la declaración media ronda los 20.000 euros y unos 15 millones de declarantes no superan los 30.000 euros de base imponible. Lo cual significa que mucha gente tributa exclusivamente por los tipos más bajos. Si además tenemos en cuenta que los ricos también tributan por esos tipos más bajos en sus tramos iniciales de renta, entonces la conclusión es que mucha recaudación se concentra en los tipos más reducidos de la escala. Es decir, que a poco que Hacienda toque los tipos del IRPF de los tramos más bajos, puede perder muchos ingresos, lo que a su vez le brinda poco margen para recortar impuestos en otras parcelas.
A menos que se lleve a cabo una eliminación de reducciones, deducciones y exenciones. Otra iniciativa que en realidad conlleva una subida de impuestos, si bien así se logra un reparto de la carga tributaria más acorde con la capacidad de pago y unos tipos impositivos algo más bajos y que, por consiguiente, incentivan más el trabajo y desincentivan el fraude. A modo de ejemplo, tan sólo suprimiendo la reducción de rentas del trabajo se podrían ingresar 7.000 millones más al año. Por las rentas inmobiliarias exentas Hacienda pierde hasta 4.000 millones de euros. La deducción por compra de vivienda tiene un coste fiscal de 1.800 millones. Y la desgravación de los planes de pensiones cuesta a las arcas públicas unos 1.000 millones de euros. Y así hay una larga lista que si se revisa y recorta podría generar muchos ingresos y facilitar un recorte de tipos por debajo de los que dejó Zapatero.