En los años sesenta y setenta, la visita periódica del autobús de las cajas de ahorros a los pueblos formaba parte de cotidianidad. Entonces, el sector financiero no poseía ni el poder ni la presencia que llegó a adquirir en décadas posteriores y la forma de llegar a los clientes de cualquier área geográfica era mediante ‘oficinas rodantes’. Además, la función social de las antiguas cajas pretendía garantizar el acceso a sus servicios a toda la población como pilar de la cohesión social. La España de 2013 difiere mucho de la de aquellos años, pero el mapa de las entidades financieras cada vez se parece más al de tiempos pasados. Las sucursales móviles, que casi eran pieza de museo, han sido rescatadas como solución para aliviar las complicaciones derivadas de la extinción de oficinas físicas tras la reestructuración bancaria.
La crisis del sector obligó a las entidades nacionalizadas a someterse a un severo ajuste y éste se ha traducido en una drástica reducción de sus plantillas y el cierre de más de 7.000 sucursales desde 2008. Las consecuencias para los trabajadores son evidentes, pero los clientes también se han visto afectados. Según el Informe de Exclusión Financiera elaborado por UGT, cada vez son más las zonas ‘desbancarizadas’ en España y ya hay 133 municipios de más de mil habitantes sin ninguna entidad de depósito, y cifra en más de 226.000 las personas con dificultades para acceder a los servicios financieros.
Cada vez son más las zonas desbancarizadas a causa del ajuste y ya hay más de 226.000 personas con dificultades para acceder a los servicios financieros
Si bien algunas entidades disponen desde hace años de estas oficinas-autobús para atender a los núcleos rurales, la situación actual ha empujado a las nacionalizadas no solo a mantener este servicio, sino a plantearse su ampliación, como es el caso de Bankia y Novagalicia. En Galicia existen los cajeros móviles desde hace quince años, pero Novagalicia estrenó los suyos como parte de los compromisos asumidos por la entidad tras el cierre de algunas de sus oficinas (cerrará un total de 327 hasta 2015), pero el escaso éxito de las nuevas paradas además de poner en duda su eficacia, cuestiona su supervivencia. Por su parte, la oficina móvil de Kutxabank seguirá funcionando tras amagar con dejar sin servicio a 13 pueblos de Álava y recibir por ello una lluvia de críticas de los ayuntamientos, aunque lo hará reduciendo su frecuencia a la mitad porque, según el banco, la demanda es escasa y el servicio deficitario.
Cobertura geográfica financiera en niveles de hace una década
Ésta, junto a la instalación de cajeros inteligentes, es la alternativa que ofrecen algunos de los nuevos bancos nacidos de las fusiones entre cajas para compensar la desaparición de oficinas permanentes, pero no parece totalmente satisfactoria. Pese a que el proceso de adelgazamiento de sus estructuras aún no ha finalizado, la cobertura geográfica financiera ha caído ya a niveles del año 2000, de acuerdo con el Anuario Económico de España de La Caixa correspondiente a 2013. En este contexto, UGT considera que estos autobuses solo son una “alternativa relativa”, puesto que no van todos los días y eso supone un obstáculo para las personas que no pueden acceder a sus ahorros cuando quieren, comentan fuentes del sindicato a Vozpópuli. Según alerta en su informe, estamos ante un "problema de exclusión financiera", y éste “se convierte en una causa de exclusión social”. La dificultad para acceder a los servicios bancarios cobra especial importancia en una sociedad “financiarizada”, donde las gestiones bancarias son básicas para los ciudadanos a la hora de cobrar prestaciones sociales o nóminas, o realizar cualquier pago de servicios esenciales.
El problema es la periodicidad. En algunos lugares la visita es semanal, pero en otros hay que esperar hasta quince días o incluso un mes
Estos autobuses habilitados como oficinas intentan cumplir la tarea de una sucursal viajando por los pueblos para que sus clientes no tengan que desplazarse y están dotados para realizar casi cualquier operación exceptuando, por ejemplo, la cancelación de una cuenta. El problema es la periodicidad. En algunos lugares la visita es semanal, pero en otros hay que esperar hasta quince días o incluso un mes. El municipio madrileño de La Cabrera es una de esas poblaciones aisladas en términos financieros. La sucursal de Bankia echó el cierre a finales del mes de mayo y sus habitantes solo disponen de un cajero que “muchas veces ni funciona”. En el pueblo solo queda una oficina del Banco Popular, que está saturada porque muchos vecinos han cambiado allí sus cuentas, según explican fuentes del Ayuntamiento consultadas por este diario.
El ofibús de Bankia visita éste y otros municipios de la sierra de Madrid solo dos veces al mes, un día por la mañana y otro por la tarde. La alternativa para no esperar la llegada de la oficina móvil es desplazarse cerca de 15 kilómetros hasta poblaciones donde sobreviven sucursales de la entidad que preside José Ignacio Goirigolzarri (Bustarviejo o Torrelaguna). “Se trata de carreteras secundarias y no hay líneas de autobús que conecte estos pueblos. Pese a la molestia, la gente que tiene coche se puede desplazar, pero las personas mayores tienen mucha dificultad”, comentan en el Ayuntamiento.
Bankia posee varias redes de ofibús. Mantiene la que inauguró Caja Madrid en 1995, la cual ha ampliado para dar servicio a un total de 30 puntos de la Comunidad de Madrid, y los dos ofibuses de Ávila en funcionamiento desde ese mismo año por Caja Ávila. En la provincia de Segovia, Bankia se ha hecho cargo del servicio de oficinas itinerantes que prestaba Caja Segovia desde 2005 y sus dos autobuses visitan 71 localidades. En La Rioja, el ofibús que arrancó a finales de 2012 atiende a 35 puntos (33 municipios y dos barrios logroñeses) a lo largo de nueve rutas.
El ofibús que Bankia prometió activar en Castellón antes del verano sigue en estudio. La Graciosa consiguió que no se cerrase la única oficina de la isla
Pero, ¿y el resto de España? Bankia estudia la posibilidad de ampliar este servicio a otras zonas, pero la configuración de las rutas y la selección de municipios requiere tiempo. “La prioridad es llegar sobre todo a territorios desbancarizados donde la presencia de la entidad ha sido histórica”, apuntan fuentes del banco. El foco está puesto en la Comunidad Valenciana, donde Bankia se comprometió con la Diputación antes del verano a activar un ofibús que recorriera las zonas afectadas por el cierre bancario, especialmente los pueblos del interior de Castellón, pero a día de hoy sigue en estudio. Especialmente grave era el caso de la isla de La Graciosa (Canarias). Bankia tuvo que abortar el cierre de su oficina, la única de la isla, ante la presión de las protestas vecinales. Desplazarse hasta el banco más próximo supone ir a Lanzarote y soportar cuatro horas de barco (10 euros) y autobús (5 euros). El proceso de reestructuración de Bankia implica el cierre de 1.318 oficinas. Más del 70% ya han desaparecido y solo queda pendiente la reducción de la estructura de Cataluña, Andalucía y Canarias.