Los encuentros del Consejo de la Unión Europea recuerdan a las conferencias de presidentes autonómicos o, sin ir tan lejos, a una reunión de vecinos donde cada uno 'barre para su casa'. Este lunes, los ministros de Energía se veían las caras para acordar una postura común sobre la reforma del mercado eléctrico europeo. Algo que no consiguieron. La reunión arrancó desde el primer minuto con dos posturas muy alejadas, personificadas en la ministra española Teresa Ribera y el ministro alemán Robert Habeck.
Las diferencias se concentran, principalmente, en dos aspectos: el ‘rol’ del carbón y la forma en la que los países miembros financian las ayudas a los consumidores. Un debate que recuerda a lo vivido en los dos años que dura la crisis energética. Alemania afronta su desintoxicación del gas ruso obsesionado con asegurar el suministro de energía y utilizar su capacidad fiscal para compensar los altos precios que paga su industria y sus familias. España, con menor dependencia por Rusia, prioriza el precio por encima del suministro y, con menos capacidad económica que Alemania, empuja para quitar ingresos a las empresas para poder repartir ayudas.
“El mercado de electricidad para las centrales de carbón no casa con los objetivos de emisiones, aunque deban retirarse son útiles mientras las necesitemos”, exponía Robert Habeck. Un ministro que es una de las caras visibles de Los Verdes en el Gobierno alemán, pero no ha dudado en ir de la mano de Polonia en la defensa de respetar el papel del carbón.
“El prever un sistema de subvenciones diferentes para las centrales de carbón es algo que va demasiado lejos y tiene que haber otra forma para resolver este problema”, añadía el ministro alemán. Polonia y Alemania, tras el cierre de sus nucleares, dependiente en más de un 50% de los combustibles fósiles para producir electricidad y el carbón se ha convertido en un recurso mientras sustituyen el gas ruso.
El debate gira en torno al papel de los denominados "mercado de capacidad", aquellas plantas o herramientas de almacenamiento que cobran por estar preparadas para cuando el sistema les necesite para asegurar el suministro. La propuesta española de Ribera proponía retirar al gas y a la nuclear a estos mercados. Los alemanes, por su parte, no están de acuerdo en que si el carbón entre en los mercados de capacidad sea con peores condiciones.
“Hay que ser cuidadosos con las señales que damos en el terreno de emisiones”, replicaba la ministra española. “Debemos exigirnos la máxima congruencia en las intensidades de emisiones de CO2 que se producen en los mercados, pese a que sea la respuesta para algunos estados miembros con dificultades para garantizar el suministro a su población”, puntualizaba Ribera.
Ribera y las ayudas alemanas
España ha defendido también, ante la comisaria Kadri Simson y los 26 ‘colegas’ europeos, que hay que tener cuidado cuando se habla de dinero público. Teresa Ribera se muestra “preocupada” porque se emitan las señales que se les están trasladando a los operadores energéticos sobre cómo reaccionaría la Unión Europea a una nueva crisis energética y económica.
“Decir que lo haremos a base de presupuesto público es ya una señal importantísima para los operadores de mercado y no estoy segura de que sea la señal más adecuada”, afirma la ministra española. Una clara respuesta a lo que el ministro alemán ha llamado “flexibilidad en la redistribución de los ingresos”. “Necesitamos flexibilidad porque si no apenas va a tener efecto estas ayudas ni para los consumidores domésticos ni para la industria”, ha defendido Robert Habeck.
España se apoya en países como Portugal o Grecia para defender que, en tiempos de crisis, es necesario limitar los ingresos de la nuclear, la hidroeléctrica o las renovables para poder usar esos ingresos extra para ayudar a los consumidores. Una alternativa que la Unión Europea limitó en la última crisis en 180 euros el MWh, con España siendo más exigente en 67 euros.
Pero existe un amplío consenso entre los países miembros en que esa alternativa no puede aparecer de manera estructural en la reforma. Una discrepancia que muestra por qué el Consejo de la Unión Europea se ha levantado de la mesa sin acuerdo. Un acercamiento que se espera para una reunión extraordinaria en julio y, para disgusto de Alemania, con España ya con la presidencia del Consejo.