El esguince de Adriana Lastra o los esperpentos (nunca mejor dicho) del renacido 'Valle Inclán', junto a otras minucias del arranque de la decimocuarta legislatura de la democracia, han eclipsado a un mercado laboral que este martes demostraba claros signos de debilidad.
No se ven en la calle largas colas a las puertas de las antiguas oficinas del Inem, ésas cuya eficacia ha quedado retratada, el pánico no está servido (¡haya calma!), pero es cierto que las empresas están dejando de crear empleo al buen ritmo con el que lo han hecho los últimos años, y que el volumen de parados ha dejado de caer de forma contundente y empieza a renquear. Parece que la bajada vertiginosa de ese tobogán llegará a su fin y el mercado laboral español, que se deslizaba raudo por esa pendiente, pronto podría estrellarse contra el suelo.
"Se ha recuperado sobradamente el empleo destruido durante la crisis", se defendía -sin previo ataque- la secretaria de Estado de Empleo, Yolanda Valdeolivas, horas después de conocerse que hay 20.525 nuevos parados en noviembre y 54.683 afiliados menos en ese mes.
Pero los datos la desmienten. Entre el año 2008 y el año 2021, el número de parados fue engordando año a año y llegó a sumar 2,8 millones de personas en situación de desempleo, magnificando no sólo la cola del paro sino el drama de un modelo de país.
Desde el año 2013, el paro ha ido disminuyendo de forma sistemática, impulsado por una reforma laboral todopoderosa que además de darle el mango de la sartén a las empresas les ha flexibilizado la muñeca (he aquí la flexibilización), para que no tengan dificultad de dar algún que otro sartenazo a los empleados, dicho sea de paso.
Hemos pasado de caídas de 300.000 parados año a año, a un descenso de 55.000 en el último año hasta noviembre"
Ese año, el mes de noviembre cerraba con 98.909 parados menos que en noviembre de 2012, y los años venideros fueron todavía mejores, con reducciones interanuales de en torno a 300.000 desempleados. Sin embargo, en total en estos seis años apenas han salido del paro 1,7 millones de personas, una cifra que queda todavía por debajo de los 2,8 que fueron al paro en los años de crisis.
En España hay a cierre de noviembre 3.198.184 parados, después de cuatro meses consecutivos de subidas, una cifra que sigue estando por encima de los niveles precrisis.
El frenazo es evidente, ya que de reducciones anuales de 362.818 parados menos (noviembre 2015), 359.475 parados menos (noviembre 2016), 315.542 parados menos (noviembre 2017) o 221.414 parados menos (noviembre 2018), hemos pasado a una tímida caída interanual del número de parados de 54.683 a cierre del mes pasado.
El empleo nos importa a todos... ¿o no?
El paro ha pasado de reducirse a una tasa media del -6,59% entre 2013 y 2018, a bajar sólo un -1,68% en el último año, el menor ritmo desde el inicio de la recuperación. El peligro no está en que ese porcentaje siga cerrándose, acercándose al 0%, el mayor peligro es que vuelva a terreno positivo y el paro empiece a aumentar, consolidando la tendencia de los últimos cuatro meses.
La salud del mercado laboral (recogida en un batiburrillo de datos: paro, afiliación, encuestas de población activa...) es menos llamativa que las anécdotas del hemiciclo o los repartos de sillones, pero lo cierto es que afecta a un buen número de personas.
No sólo a los 3,19 millones de desafortunados que quieren trabajar, también a los 19,37 millones de trabajadores que podrían ver su empleo en peligro y (por qué no) a los casi 10 millones de pensionistas que necesitan que el empleo vaya bien para que la Seguridad Social tenga dinero para pagar sus pensiones.
Así que parece que el empleo nos preocupa a todos menos a los políticos, que parece que sólo utilizan los datos para atacarse unos a otros sin buscar soluciones en común. No se dan cuenta, egoístas, de que un 14% de paro no puede ser algo con lo que la sociedad debe conformarse.