En enero fue Alberto Garzón el que abrió el debate sembrando dudas sobre la calidad de la carne que se come en España y poniendo en pie de guerra a productores y consumidores. Hace una semana, los protagonistas de la polémica han sido el vino y la cerveza. Supuestamente, por los despachos del Ministerio de Sanidad han circulado borradores sobre la conveniencia de no publicitar en los menús del día que ofrecen bares, restaurantes y cafeterías de toda España (desde la dictadura franquista) el penúltimo renglón: “vino, cerveza o refresco incluidos”.
En el último decenio, la figura del 'Estado Protector', del Estado que vela no solo por la seguridad de sus ciudadanos, sino también por su salud, ha ido ganando tamaño. Hasta tal extremo, que la creación de impuestos medioambientales ha llegado a pasar desapercibida, sorprendentemente, a los ojos de los contribuyentes en todos los países europeos.
Ha sido el último gran descubrimiento de los ministros de Finanzas. Los tributos medioambientales vienen a ser para los contribuyentes lo que la anestesia al enfermo: un mal menor. A diferencia de cualquier otro aumento de la presión fiscal, se aceptan sin protestas, sobre la argumentación de unos supuestos beneficios futuros imposibles de cuantificar para ningún contribuyente, porque se sustentan sobre el supuesto de que “están destinados a mitigar el cambio climático y promover un uso sostenible de los recursos”.
Con esta premisa, el conjunto de los países de la Unión Europea recauda anualmente alrededor de 300.000 millones de euros por este concepto, y España, más de 21.000 millones. Y eso que apenas representan el 8% de los ingresos tributarios. Pero antes de que llegasen los tributos vinculados a la conservación del medioambiente, los ministros de Finanzas ya habían visto en la preocupación por la salud una mina de oro para recaudar. Así, nacieron los impuestos especiales sobre la cerveza, las bebidas alcohólicas y sus derivados, el tabaco y, lo último, el castigo a las bebidas no alcohólicas azucaradas o edulcoradas.
El conjunto de los países de la Unión Europea recauda anualmente alrededor de 300.000 millones de euros por este concepto, y España, más de 21.000 millones
Lo más curioso es que este papel de gobiernos preocupados por la salud de sus contribuyentes le ha reportado a la Agencia Tributaria en 2021, solo por estos cuatro últimos conceptos, más de 7.400 millones de euros, sin contar los ingresos derivados del IVA, que supondrían, al menos, otros 1.000 millones más, que han pagado los “protegidos”.
Únicamente en los tres primeros meses de este año, Hacienda ha ingresado por los impuestos especiales que gravan el alcohol, sus bebidas derivadas, el tabaco y las bebidas azucaradas 1.873 millones de euros, un 8% más que en el mismo periodo del año anterior, de acuerdo con los últimos datos del Ministerio de Hacienda.
Desde hace algunos años se publica el “Índice del Estado Niñera”, (Nanny State Index), una clasificación de los diferentes países europeos, en la que se compara la normativa sobre la regulación y el grado de libertad acerca del consumo de alcohol, tabaco, cigarrillos electrónicos y comidas y bebidas azucaradas. Está coordinada por Epicenter, una red de 'think tank' liberales europeos, y dirigido por Christopher Snowdon, del Intitute of Economic Affairs (IEA), junto con numerosos socios institucionales, entre los que se encuentra Civismo.
Ranking europeo
Entre los treinta países comparados por el índice, ordenados en función de menor a mayor permisibilidad, España ocupa el puesto vigesimoséptimo, solo “superado” por Luxemburgo, República Checa y Alemania. Son los países más permisivos.
El “Nanny State Index” otorga un tercio de su puntuación a cada uno de los tres aspectos analizados, dividiendo el 33,33% correspondiente al tabaco entre el cigarrillo tradicional y el electrónico. España ocupa el puesto 21º en el capítulo de cigarrillos electrónicos, el 23º en cigarrillos tradicionales y comida y bebidas azucaradas, y el 25º, en alcohol.
Los mayores obstáculos, entendidos como mayor imposición fiscal, restricciones a la publicidad, la venta directa o en máquinas automáticas, precios mínimos, empaquetado… se dan en Noruega, por delante de Lituania, Finlandia, Hungría, Letonia y Estonia. Entre las grandes economías europeas, Reino Unido es la más restrictiva (ocupa el décimo puesto en el ránking), por delante de Francia e Italia.
En el “Nanny State Index 2021”, Lituania, Noruega e Islandia son los países que más “controlan” el consumo de alcohol; Reino Unido, Rumanía y Hungría, el del tabaco; Noruega, Estonia y Hungría, el consumo de cigarrillos electrónicos, y Hungría, Polonía y Noruega, el de comidas y bebidas azucaradas.
Desmentido, sin siquiera haber sido confirmado, el supuesto estudio acerca de las bondades/maldades del vino, no dejaría de ser gracioso el debate, máxime si su procedencia es el Ministerio de Sanidad. El vino no está considerada por el Ministerio de Hacienda una bebida alcohólica, al menos a efectos fiscales; es un alimento. La cerveza, con la tercera parte de contenido en alcohol como media, sí paga este impuesto especial.
Lituania, Noruega e Islandia son los países que más 'controlan' el consumo de alcohol; Reino Unido, Rumanía y Hungría, el del tabaco; Noruega, Estonia y Hungría, el consumo de cigarrillos electrónicos, y Hungría, Polonía y Noruega, el de comidas y bebidas azucaradas
Para ser más exactos y como en más de una ocasión justificó el ministro Cristóbal Montoro a quien firma estas líneas, “no es cierto que el vino no soporte un impuesto específico; lo tiene”. Es verdad, pero en España “el tipo de gravamen en todos los casos (vino tranquilo, vino espumoso) es cero”.
El impuesto especial sobre la cerveza ha permitido recaudar a la Agencia Tributaria 87 millones de euros en el primer trimestre del año. Es un 16,6% más que en el mismo periodo del año anterior, que hacienda atribuye a las restricciones sufrida en 2021 por la pandemia en los primeros meses de 2021. En ese año se recaudaron 312 millones. En total “pasaron” el control de Hacienda alrededor de 3.700 millones de litros de cerveza, a un tipo impositivo de 9 céntimos por litro.
Por el impuesto sobre bebidas alcohólicas, Hacienda ha ingresado 270 millones de euros entre enero y marzo. Es un 43,6% más que en los mismos meses del pasado año. El alcohol está sujeto a un impuesto de 9,45 euros por cada litro y en 2021 estuvieron sujetos a tributación alrededor de 85 millones de litros. Estas bebida “ingresaron” en las arcas públicas en 2021 más de 673 millones.
La tributación sobre el tabaco es la segunda en importancia dentro del capítulo de impuestos especiales, únicamente superada por la de los carburantes y combustibles. En los tres primeros meses del año, Hacienda ha recaudado por este concepto 1.446 millones de euros, un 2,8% más que en 2021. El impuesto especial grava cada cajetilla de tabaco con 2,84 euros (IVA aparte). En 2021 se consumieron alrededor de 2.000 millones de cajetillas, que proporcionaron a la Hacienda pública más de 6.100 millones de euros