La bici eléctrica tiene cada vez más peso en la movilidad urbana. A servicios como BiciMad, en Madrid, o la irrupción de otras marcas privadas que ofrecen bicicletas compartidas, se suma ahora la llegada de otro tipo de servicios. Es el caso de Bive+, proyecto de Cabify. El concepto se puede resumir, grosso modo, como un renting de bicicletas. Lo hemos probado durante un mes.
El usuario puede elegir entre varias bicis. En nuestro caso optamos por Bive Chamberí. Elegimos este modelo porque necesitábamos los 50 kilómetros de autonomía diaria (el modelo promete hasta 75 kilómetros, que no son reales, luego lo veremos). El hecho de que contara con una parrilla para instalarle alforjas y fuese plegable también pesó en la decisión. El coste de esta unidad es de 54,95 euros al mes.
Antes de entrar en materia, hay que subrayar que existe también la posibilidad de adquirir el vehículo en propiedad. En nuestro caso su precio es de 1.390 euros. Si se opta por el servicio de renting, no se alcanzará esta cantidad hasta pasados más de dos años (25 meses), teniendo en cuenta los 54.95 euros que hay que pagar mensualmente. Esta cantidad incluye el mantenimiento anual de la bici, además de asistencia en carretera (pasan a recogerte si estás en problemas). También se ofrecen varias modalidades de seguro. Uno básico, de responsabilidad civil, que arranca en el entorno de los 3 euros mensuales y otro antirrobo que supone el pago de unos 12 euros mensuales.
Una vez explicado el servicio abanderado por Cabify, pasemos al uso, a la práctica. La bicicleta escogida es manejable, frena muy bien -este elemento es de disco en ambas ruedas- y su motor cuenta con una potencia de 250W, más que suficiente para enfrentarse a la sinuosidad de Madrid, con un perfil muy irregular y cuestas de considerable pendiente en prácticamente todo su cinturón interior. La relación de cambios es de 7 velocidades, gestionadas por el sistema Shimano Acera.
El motor cuenta con cinco velocidades diferentes, que van de menos a más en términos de ayuda a la pedalada y, por tanto, de velocidad (en cualquier caso, no supera la velocidad de 25 Km/h establecida por la regulación). La velocidad elegida y el perfil de la calzada inciden directamente en la autonomía. Con la velocidad 5 puesta en todo momento hemos conseguido hacer unos 25-30 kilómetros, mientras que en velocidades intermedias -entre 2 y 3)- rato hemos logrado alcanzar el entorno de los 60-70 kilómetros.
Pros y contras
Sobre la bici, todo son ventajas. Bive Chamberí es estable, manejable y su motor responde muy bien a cualquier pendiente de las que se pueden encontrar en la capital.
Como hemos comentado, cuenta con frenos de disco, que cumplen muy bien con su función. Frenan de forma gradual cuando se tocan despacio, pero son capaces de hacerlo de forma mucho más rápida y contundente si se aprietan a fondo. Su geometría la hace ser muy ratonera y manejable, pero al mismo tiempo goza de gran estabilidad a velocidades altas.
En toda las velocidades se nota cierto 'tirón' al pedalear, lo que es de agradecer, porque da sensación de fuerza, de tener impulso de forma muy rápida. Incluye luces para estar debidamente señalizado en ruta, y viene con un cierre de seguridad muy práctico para poder candar la bicicleta a cualquier infraestructura del mobiliario urbano. Una vez utilizada, se guarda cómodamente en un receptáculo de goma elaborado a tal fin, que se encuentra instalado en el chasis de la bici.
Hasta ahora hemos desgranado sus bondades. Los problemas vienen al bajarse de la bici. El sistema de plegado es algo complejo, aunque a todo se acostumbra uno, pero es justo decir que no es intuitivo. Si tu idea es hacerte con este modelo para un uso mixto -entrar con ella al transporte público- te aconsejamos que no lo hagas. Es muy pesada, muy difícil de mover. Con 21 kilos de peso, llevarla por los pasillos del metro o el cercanías puede convertirse en un suplicio.
Otro de los problemas, que no dependen en este caso ni del servicio ni de la bicicleta en sí, está en la escasa preparación de Madrid para acoger la bicicleta como medio de transporte. La red de carriles dedicados es escasa, y convivir con el resto de los vehículos es cosa harto difícil en un país como el nuestro, en el que no hay la cultura de bicicleta como la que existe en otros lugares como Alemania, Holanda y determinadas regiones de centroeuropa.