Alberto Fabra ganó las elecciones pero perdió el gobierno de la Generalitat Valenciana. Lejos de volver a la vida civil, ha optado, como tantos expresidentes de comunidad, por seguir en política. Ha conseguido plaza de senador, ese acomodado refugio para los veteranos que han perdido el sillón oficial (Rita, Montilla, Lerma, Rudi) y, al mismo tiempo, en uso de sus atribuciones como exmandatario de la región, también tiene derecho a una cierta infraestructura. Muy cómoda. A saber: despacho, coche oficial, escolta, chófer y dos puestos de asesores.
Y es aquí donde al Buscón le comentan un pequeño asunto que está dando mucho que hablar en la zona levantina. Fabra ha decidido que uno de esos cargos de asesoría esté ocupado por Esther Pastor, a quien en su día él mismo ascendió en su día al puesto de secretaria general de la Presidencia.
Hubo cierto escándalo con el asunto, puesto que el caso de Pastor ha sido objeto de todo tipo de habladurías y no precisamente por motivos de índole estrictamente política. Su desarrollo profesional, sus ascensos, el uso de determinadas prerrogativas oficiales hicieron correr ríos de tinta en su momento en los medios valencianos.
Todo parecía indicar que, una vez desalojado del despacho presidencial, Fabra se iría a Madrid rumbo a su escaño en el Senado. Pero la historia continúa y los comentarios también, puesto que nadie esperaba que también como expresidente, optara por fichar a su secretaria general, en este caso como uno de sus asesores. Hay quien habla de nepotismo, de cuestiones sentimentales, de un comportamiento escasamente prudente. El asunto Pastor ya le produjo a Fabra determinados contratiempos en Génova, donde llegaban versiones sobre este 'enchufismo' mal disimulado. Pues, la historia continúa y, desde luego, las lenguas no paran en Valencia de comentar el imparable ascenso de Esther Pastor, siempre de la mano de su amado protector, Alberto Fabra.