Como todos sabemos, España atraviesa una fuerte crisis económica. A finales de mayo, se batieron los récords de pobreza infantil: el 11% de los niños y adolescentes de nuestro país carecen de lo necesario para una vida digna, según el Análisis de la Encuesta de Condiciones de Vida 2024, que presentó la Plataforma de la Infancia. Lo que pocos esperábamos es que la privación severa llegase hasta los salones de Moncloa: gracias a la investigación del juez Peinado, hemos podido enterarnos de que juntando once cuentas bancarias de Begoña Gómez, esposa del presidente Pedro Sánchez, solo logramos reunir un saldo de 40,25 euros (probablemente menos de lo que podría obtener si pidiese al servicio de limpieza que buscase calderilla entre los sofás).
Como en Vozpópuli no estamos para lloriquear, sino para ofrecer análisis y soluciones, hemos decidido hacer una lista de propuestas para que la esposa del presidente invierta su magro presupuesto en opciones fiables de reinvención profesional. Como lo primero es salvar el planeta, podría aprovechar el ventajoso Plan Tarifa Estable de Iberdrola para recargar algún coche eléctrico de la familia. Eso le da margen para recorrer la zona de Boadilla del Monte y Villaviciosa de Odón, donde se encuentran varias universidades privadas potentes que seguro estarán interesadas en retomar el máster de captación de fondos que decidió finiquitar la Complutense. Puede ser un buen modo de romper la malvada estrategia de persecución política que sufre desde hace meses la pareja presidencial.
Como directora del Africa Center, estará acostumbrada a lidiar con la pobreza extrema, así que también puede comprar un par de sábanas grandes y un bonometro de diez para acudir a algún polígono de la zona de Humanes donde le surtan de material para revender en la plaza de Lavapiés. Serigne Mbayé, diputado autonómico de Podemos y líder del Sindicato de Manteros, le puede pasar los contactos necesarios, además de compartir trucos. Como Gómez es militante del multiculturalismo, seguro que enseguida hace amigos en la plaza Nelson Mandela. Con su saldo actual hay que irse olvidando de los carísimos festivales ‘indie’ que solía frecuentar en verano. Sí que le queda la opción de invertir los 40 euros en dos camisetas oficiales de sus admirados Los Planetas -así tiene quita y pon- para recordar los tiempos en que la invitaban a beber y charlar en camerinos.
Arganzuela acoge
La zona de Arganzuela es la que más va a rentarle, ya que tiene metro directo a Moncloa y además esta cerca de La Casa Encendida, centro cultural que ofrece gran variedad talleres asequibles (doce euros de matricula online) centrados en políticas de género, cooperación al desarrollo y elaboración de coronas decorativas con material vegetal. Así se pone al día y evita tener que volver a inventarse 77 alumnos imaginarios para su próximo máster. Los 40,25 euros que le quedan también pueden servirle para pagar un pequeño botellón en el acogedor Parque del Casino de la Reina, así empieza a hacer networking con futuros alumnos (en el barrio más sumarita de Madrid, vestir como un pordiosero indica una renta familiar muy por encima de la media española). Así a lo tonto, como quien no quiere la cosa, ya le hemos sugerido cinco planes, el sexto podría ser invertir en un buen diábolo (a partir de 16 euros en Amazon) para empezar a generar nuevos ingresos en los semáforos (si no se le da bien, siempre puede recurrir a los pañuelos de papel).
Hace tres años, Begoña Gómez se creía capaz de levantar un pequeño y lucrativo imperio filantrocapitalista, ecosostenible y con perspectiva de género
Otra opción lógica, sin duda, sería enfocarse en el sector feminista, un mercado floreciente y cercano al PSOE. Puede apostar por los tintes de colores para ir experimentando con las amigas funcionarias de edad avanzada, un nicho de mercado estable y rentable. Otra opción más arriesgada, aunque también estimulante, sería elaborar los materiales para un cursillo de desintoxicación centrado en adictos a la promiscuidad intergeneracional. Sabemos que hay altos cargos del partido que pueden darle muchas pistas para conectar con el nutrido sector de hombres progresistas en proceso de deconstrucción, que a buen seguro demandan este tipo de formación. Otros dos cursillos que merece la pena explorar son “Protocolo antifascista informal en aviones privados rumbo a cumbres climáticas” (con Urtasun como reclamo) y “Captación de fondos rápidos entre masculinidades clásicas” (dirigido por “La tal Jéssica” y con módulo específico para dominar la reclamación de pagos pendientes).
Si todo esto falla, Begoña siempre puede coger un taxi desde Moncloa para pedir trabajo en el céntrico Ateneo de Madrid, templo cultural socialista y filomasónico donde ejerció de abeja reina en los tiempos de bonanza del sanchismo, cuando los jueces y los medios fabricantes de bulos no andaban todo el día metiendo las narices en su red empresarial. Eso fue en los felices años veinte, los tres primeros, en los que parecía capaz de levantar ella solita un pequeño y lucrativo imperio filantrocapitalista, ecosostenible y con perspectiva de género. A todos se nos tuercen los planes alguna vez.