El Buscón

La Caja Mágica: 300 millones por un edificio que no sirve ni para ser un frontón

                                     

  • La Caja Mágica, el frontón que nunca fue.

La ambición nunca fue escasa en el Madrid de Gallardón. Alguien pensó que la Caja Mágica sería un gran centro del deporte mundial, que la infraestructura deportiva conseguiría en un futuro lograr hacer un Grand Slam de tenis y la gente se pegaría por llevar eventos a la faraónica edificación de 300 millones de euros. Creyeron que sería la baza segura para tener unos Juegos Olímpicos en la capital. Nada más lejos de la realidad.

La obra de Perrault es la huella más dolorosa del estéril intento olímpico que reinó en la capital durante 12 años. En todas las ocasiones, la ciudad se convenció de una victoria que, según comentaba Miguel Cardenal en una reciente entrevista en Vozpópuli, nunca fue una opción real. El resto de infraestructuras más o menos se fueron utilizando: el pabellón de Felipe II, las obras de Madrid Río… todo menos la Caja Mágica.

La pista Manolo Santana no tiene las dimensiones para hacer del centro de tenis un frontón

Los intentos por rentabilizar el elefante blanco han sido de lo más diversos. Se intentó que el Madrid de baloncesto jugase allí sus partidos, pero hacía un calor insoportable; se utilizó como centro para el mundial de balonmano, que solo dejó deudas a su paso; se pensó como hogar para una escudería de Fórmula 1 que, irremediablemente, terminó quebrada…

Nada en absoluto, la situación en la ciudad, las peculiaridades de la obra –que no solo fue carísima sino que tiene un mantenimiento desorbitado, con problemas que van desde un río lleno de reptiles hasta un techo que cuesta un pastizal abrir y cerrar- y la crisis general hicieron del proyecto un amasijo de hormigón y acero que solo cobra sentido diez días al año. Ahora, descontando el Master de tenis que bien ayuda a engordar año a año la deuda del consistorio, únicamente sirve para dar algunas clases a colegios y para una pequeña y ruinosa escuela de tenis.

Muchas fueron las propuestas que se llevaron a cabo y fracasaron, pero igual de desesperadas o más fueron las ideas que se pensaron pero nunca se llegaron a desarrollar. Entre todas ellas se barajó la opción de hacer del macrocomplejo un gran frontón en el que la numerosa colonia vasca de Madrid pudiese disfrutar de un deporte muy atrayente. Una obra de 300 millones, con más pistas de tenis que cualquier otro complejo del mundo en el que no se hagan Grand Slams, convertido en un frontón. Se pensaba en las tradiciones típicas de la pelota vasca: buena comida y muchas apuestas. Es decir, comercio añadido para engrasar la máquina.

La idea se disolvió como un azucarillo en cuanto alguien cogió el metro y se puso a medir distancias: la pista Manolo Santana no tenía las dimensiones para hacer del centro del tenis un frontón. A Madrid le queda seguir pensando qué hacer con el elefante blanco. El frontón madrileño, una vieja idea que no termina de cristalizar, será el recuperado Beti Jai.

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