No piensen en Carromeros y demás hijuelos populares: el que ahora desembarca en el Ayuntamiento de Madrid, donde abundan los apellidos abolengos (Lucas, Jiménez Becerril, Rodríguez-Salmones, Aguirre…), es un Puig de la Bellacasa y Aznar, de nombre Gabriel, hijo del histórico diplomático José Joaquín Puig de la Bellacasa, efímero secretario general de la Casa Real. Carromero se levanta 50.000 lebros brutos al año, éste un pelín más de la mitad, de acuerdo con el contrato laboral al que ha tenido acceso El Buscón, que dice “técnico en contenidos editoriales”.
¿Lo merecerá? Consultados al respecto, los sindicatos municipales no entran a valorar si el chaval es apto para el cargo en la empresa municipal de horrible nombre, medio íbero medio anglosajón, Madrid Visitors & Convention Bureau, la Oficina de Turismo de la capital en román paladino. “Lo que nos parece un escándalo”, señalan portavoces de CCOO, “es que se siga utilizando el dedazo para meter a los amiguetes en una sociedad pública en la que se está despidiendo a gente”. Es cierto, despidos hubo en abril y parece que se avecinan más destituciones.
Favoritismos aparte, Puig de la Bellacasa padre fue todo un personaje que la ocasión merece de recordar: algunos libros dirigidos a desnudar a la sagrada Monarquía apuntan a que Puig, español de pro, cayó en desgracia ante Su Majestad precisamente por cumplir el cometido que le habían asignado, que no era otro sino controlar las sacudidas intempestivas del Rey, especialmente las escapadas, fundamentalmente nocturnas. El secretario real dejó de serlo el mismo día en que tuvo la ocurrencia de decirle a Juan Carlos I que un soberano no podía salir por la ventana de Marivent a visitar a sus íntimas…
Eso era un asesor como Dios manda, y no los Carromeros de tres al cuarto que campan por las Administraciones Públicas.