Hay unos cuantos nobles de este país que sufren sudores fríos y un fuerte malestar cada vez que leen La Vanguardia o escuchan RAC1. A nadie se le escapa que una parte de los españoles de alta alcurnia están descontentos desde hace un tiempo con el conde de Godó por la posición de sus medios de comunicación frente al independentismo, pues consideran que no ha sido todo lo firme que debería.
Por este motivo, hay algunos que creen que don Javier no debería ostentar ni un día más la dignidad de Grande de España, que le otorgó el Rey Juan Carlos en 2008 como muestra “del Real afecto a su persona”. Ese año, Artur Mas todavía no había iniciado la más grande maniobra de evasión de su vida, que fue la que puso en marcha cuando dio alas al secesionismo para que los críticos desviaran la vista de su gestión.
Reveló recientemente Alfonso Ussía –ese escritor melancólico por haberse quedado sin tribuna- la existencia de movimientos en el seno de la Diputación Permanente y Consejo de la Grandeza de España y Títulos del Reino para arrebatar a Godó la condición que le concedió el rey emérito. Alguien cercano a este Buscón contactó con Ussía para tratar de obtener más datos sobre sus planes, pero a la segunda pregunta recibió un gruñido y no pudo cumplir con su objetivo. Quizá el telefonazo se produjo muy pronto o quizá muy tarde. O quizá el literato consideró que cualquier información confidencial podría dar tiempo a Godó para frenar el complot. Vaya usted a saber.
Notoria villanía
El caso es que los lectores que conserven intacta la cualidad de la memoria recordarán que en 2017 el conde de Godó se enfrentó a un proceso similar, cuando unos cuantos aristócratas recibieron un mensaje en el que se apelaba a quitar el citado honor a don Javier “por traición a España y notoria villanía”. Fue curioso porque, por si alguno se hubiese visto tentado a hablar sin paños calientes, el texto incluía la siguiente frase: “Se ruega que cualquier comunicación se haga con la mayor educación y cortesía”.
Digamos que no hace falta disponer de una vista de lince y unas entendederas de premio Nobel para concluir que La Vanguardia siempre ha sido un periódico con un especial gusto por lo institucional. En otras palabras, por no molestar a quien manda en la Generalitat, fuera independentista o no. Es cierto que sus editoriales no han defendido nunca la secesión de Cataluña, pero también lo es que alguno de sus más distinguidos periodistas ha realizado tantos equilibrismos para no desagradar al president de turno que resulta difícil saber si la bandera la lleva con estrella o sin ella.
En los últimos tiempos, ha llamado la atención la gran simpatía por Pedro Sánchez que ha demostrado este periódico. De hecho, para la historia del periodismo con mayúsculas quedará el artículo que escribió el columnista John Carlin tras entrevistar a Pedro Sánchez en Moncloa, en la que le puso ‘de guapo para arriba’. Quizá don Javier debiera enviar a ese escritor a las dependencias de alguno de los grandes aristócratas españoles para que le haga algún traje a medida y acepte fumar la pipa de la paz con el editor y Grande de España. Por intentarlo…