Las obras de la cubierta del viejo palacio del Congreso de los Diputados motivó que, por vez primera en 33 años, la fiesta del aniversario constitucional cambiara de sede y se celebrara en el Senado. Fue una novedad muy aplaudida en la Cámara Alta, harta de ser siempre la hermanita pobre de Las Cortes a pesar de acoger interesantes debates y muy vivas e intensas sesiones de control al Gobierno gracias al empeño de José Luis Rodríguez Zapatero, porque su antecesor en Moncloa, José María Aznar, no pisó más que tres veces el Senado en ocho años. Una vez para homenajear al senador popular Manuel Giménez Abad, asesinado por ETA; otra para entregar, junto a Nicolás Sarkozy, las primeras medallas en reconocimiento a las víctimas del terrorismo, y una tercera para celebrar el debate del Estado de las Autonomías que nunca jamás convocó de nuevo. “Pongo a Dios por testigo que no volveré a poner un pie en la Cámara alta”, se prometió a sí mismo.
Pero vayamos al objeto de este Buscón. Porque el caso es que el Senado le ha cogido el gusto a esto de aniversario de la Constitución y quiere organizarlo en años alternos, porque, a fin de cuentas, ambas cámaras son producto de la soberanía popular y puestos a ponerse puntillosos con el protocolo, el Senado, que es Cámara Alta, antecede al Congreso, que es Cámara Baja. Jesús Posada se resiste a los cantos de sirena de Pío García Escudero bajo el argumento de que todos prefieren que sea el edificio de la Carrera de San Jerónimo quien acoja el cumpleaños de la Carta Magna, pero el pulso está echado.
Y la cosa va más allá. En el entorno de García Escudero reclaman que, al igual que Posada tomó la palabra en el Senado a pesar de no ser el anfitrión de la cita, se reclama que el presidente de la Cámara Alta pueda hacerlo en los sucesivos años en el Congreso, dado que el Parlamento español no tiene un presidente único sino dos.
Es de suponer que ambos, que son personas moderadas y dialogantes, se pondrán de acuerdo sobre la organización y, también, sobre los canapés.