"Converso con el hombre que siempre va conmigo / quien habla solo espera hablar a Dios un día; / mi soliloquio es plática con ese buen amigo / que me enseñó el secreto de la filantropía". Los versos inmortales de Antonio Machado podrían aplicarse a don Rodrigo Rato Figaredo, ese hombre que, como ustedes recordarán, tras su primera caída en desgracia se entregó recientemente a la caridad como voluntario en un comedor social de una congregación de monjas. Sin embargo, el bueno de Rodrigo no ha encontrado la salvación de la justicia, aunque tal vez sí la de su alma.
Los demonios del pasado siempre te persiguen y la verdad acaba por imponerse, más tarde o más temprano. Así le ha sucedido al bueno de Rodrigo
Es aceptable, lógico y hasta digno de loa que cualquiera se encomiende a la religión para volver al camino correcto. Sobre todo cuando en el pasado ha incurrido presuntamente en comportamientos que no son precisamente ejemplares. Solo puede aplaudirse a aquellos que, sabedores de sus pecados, sean veniales o financieros, intentan la redención. Ocurre, empero, que los demonios del pasado siempre te persiguen y la verdad acaba por imponerse, más tarde o más temprano. Así le ha sucedido al bueno de Rodrigo. Una vez que se había lavado su imagen, con aquella impagable fotografía supuestamente robada, este diario les ha contado en exclusiva que en 2012 este hombre se acogió a la amnistía fiscal del Ejecutivo del PP.
Su voluntariado y su mala suerte
Para regocijo de sus enemigos y disgusto de sus compañeros de voluntariado social, el bueno de Rodrigo ha acabado como muchos esperaban. Colaborar en las últimas semanas junto a los que menos tienen no le exime de haber trabajado durante tanto tiempo con los tipos a los que más les sobra. Peligrosas compañías y turbios manejos que no han podido repararse con la espiritualidad. En suma, al bueno de Rodrigo no le ha funcionado su repentina entrega a las causas sociales. Antes al contrario, dado que la famosa aparición en la portada de un diario nacional a la salida del convento parece haberle traído mala suerte.
El hombre que pretendía redimirse está viviendo sus peores días, con hechos nada agradables, como la visita a su domicilio de los agentes del orden. Quien estuvo a punto de ser el candidato del PP en las elecciones generales del 2004 -el dedo de Aznar terminó por señalar a Rajoy- es ya un cadáver civil y políticamente hablando, convenientemente ajusticiado en año electoral. Su único consuelo es que, como es de suponer, las Hermanas de la Caridad siguen esperando al bueno de Rodrigo en el comedor social del local madrileño donde se enseña el Proyecto Integral San Vicente de Paul, donde empezó su fallido lavado de cara y donde siempre tendrá el apoyo que ahora le niegan en su partido.