Hace unos 10 años, el que no tenía sicav no era nadie. Era un signo distintivo de riqueza, poderío y ascenso social. La locura culminó a mediados de la pasada década, cuando lo que daba categoría de verdad era disponer de family office, que gestionara unas cuantas sicavs, junto a algún private equity y algo en gestión alternativa, sin olvidar cuestiones filantrópicas.
Eso fue lo que disfrutaron los Portillo, Bañuelos, Suescun, Sanahuja y tantos otros iconos de la nueva España de millonarios que emergía, y de la que no queda ni el recuerdo. De hecho, la España de la burbuja está erosionando también a los ricos de verdad, esos que siempre han tenido todo lo citado anteriormente sin hacer apenas ruido.
Todo eso son vestigios de un tiempo que tardará en volver. De hecho, la locura de las sicav también está cayendo de una manera que hace pensar que se trata de vehículos tendentes a la desaparición. Tal vez no lo hagan todas, pero quedarán muchas menos de las actuales, eso seguro.
La última en traspasar la suya ha sido Pilar de Borbón, hermana del Rey. Ya dijimos en su momento que su alteza le estaba dando buenos mordiscos a la sicav, que tenía en Banif, firma tradicionalmente monárquica que ha sido integrada recientemente en Santander.
La pariente del monarca ha dimitido de todos los puestos de la sociedad y la ha traspasado a un empresario de fuera de Madrid que aparentemente no tiene nada que ver con la realeza. Sigue la tónica de las grandes fortunas, que las están liquidando o ‘empequeñeciendo’ a marchas forzadas.
¡Qué tiempos de miseria, ya ni sicav se puede tener!