El problema principal de que un órgano nombrado por el gobierno, como la Abogacía del Estado, acuerde algo que favorece a quien lo ha elegido es que devuelve la ficha del procés a la casilla de salida, o lo que es lo mismo al verano de 2017. Es como si cuando Sánchez decidió negociar con ERC España hubiera caído en la casilla de la muerte del juego de La Oca.
El Supremo dictaminó que lo que perpetraron Junqueras, etc., también los fugados, aunque no se les juzgara, era sedición y no rebelión, pero eso ya no es relevante. Aunque parece increíble, desde la aplicación del 155 hasta el inicio de la negociación entre Sánchez y ERC las cosas en Cataluña habían mejorado. Cierto es que el procés nos ha sometido a un declive económico y a una tensión social tan obvias que los mismos que la provocan se pasan el tiempo desmintiéndola. Pero no es menos cierto que había una progresiva asunción de la realidad por parte del independentismo, era como un proceso de duelo que ha quedado truncado por una repentina resurrección de la esperanza independentista a cargo del Dr. Sánchez haciendo las veces de Dr. Frankenstein.
Desde diciembre de 2017 hasta hace unas semanas el independentismo asumió que la vía unilateral no era viable, ahora se vuelve a apostar por ella. Desde octubre del 2017 hasta hace poco se dio por sentado que las instituciones internacionales daban la espalda al procés, ahora desde el Gobierno de España se les ha legitimado.
Aunque parece increíble, desde la aplicación del 155 hasta el inicio de la negociación entre Sánchez y ERC las cosas en Cataluña habían mejorado
El referéndum y las dos declaraciones de independencia serían broma o no, pero fueron posibles porque los independentistas tenían sensación de total impunidad, creían que España y sus instituciones no comparecerían, les dejarían actuar. Su convicción se basaba en la actitud mantenida por esas instituciones desde los años 80 del siglo XX hasta 2017.
Desde la sentencia del Tribuna de Justicia de la Unión Europea (TJUE) el independentismo ha recuperado esa sensación de impunidad (no confundir con inmunidad). Y cuando la Abogacía del Estado dictamine que Junqueras puede salir a la calle el ánimo independentista, la sensación de estar por encima del bien y del mal, se habrá restaurado. Volvemos al verano del 2017.
No estamos solo frente al problema de cuáles sean las concesiones secretas de Sánchez a ERC, desde Moncloa insisten que ninguna, sino frente a la recuperación de las aspiraciones de consecución de la independencia vía exprés e ilegal por parte del secesionismo.
Desde octubre del 2017 hasta hace poco se dio por sentado que las instituciones internacionales daban la espalda al procés, ahora desde el Gobierno de España se les ha legitimado
El trabajo de los líderes independentistas entre diciembre del 2017 y noviembre del 2019 fue el de cómo sobrevivir, cómo seguir engañando a la gente, cómo mantener la retórica, cómo reinventarse. Su trabajo ahora es planificar como lo volverán a hacer, cuando será el próximo 9-N, cuando será el próximo 1-O. Sus bases no esperan otra cosa, y sus líderes tampoco. Que nadie dude, que no nos van a defraudar.
Puigdemont ya ha dictaminado que las elecciones catalanas serán en diciembre de 2021, hasta entonces desde su flamante despacho de la Place de Luxemburgo, la sede del Parlamento Europeo, tomará todas las decisiones políticas y creará la nueva ficción nada ficticia que nos conducirá de nuevo a otro referéndum ilegal, por el camino, tal como ya vivimos entre el 2014 y el 2017, el desafío al Estado será creciente y la resistencia de éste muy débil, dado que el mantenimiento del Gobierno dependerá de los que protagonizarán dicho desafío.
Lo peor del pacto entre Sánchez y ERC es que ese acuerdo es lo que llevará a un nuevo referéndum ilegal, el tercero
Sánchez habrá ganado una investidura y Cataluña habrá perdido dos años y todo el tiempo que se pierda hasta el próximo cataclismo. Cuando ese nuevo big bang independentista llegue Sánchez deberá aplicar el 155 y su gobierno caerá, todo ello será según el calendario de Puigdemont en 2022 una vez se hayan celebrado las próximas autonómicas que tendrán como principal mensaje de los independentistas la convocatoria de una nuevo referéndum.
Lo peor del pacto entre Sánchez y ERC es que ese acuerdo es lo que llevará a un nuevo referéndum ilegal, el tercero, y sin dicho trato, las esperanzas del independentismo se hubieran ido apagando poco a poco.