La jornada de ayer fue inolvidable en los mercados. La deuda italiana cerró al 7,0%, una cota claramente de rescate, después de elevar en 30 puntos básicos su rentabilidad. Los demás países periféricos fueron muy castigados. España también, aunque otras plazas estuvieron peor (Francia, Bélgica, Austria). El bono doméstico repuntó en 23 puntos básicos, hasta el 6,33%. En Bolsa, poco más o menos lo mismo. Los inversores se han envalentonado y han plantado cara definitivamente a las altas instituciones, antes las recientes cifras del Banco Central Europeo (BCE), que han demostrado que está interviniendo con suavidad en los mercados de bonos. El galimatías político europeo, además, es un apoyo añadido.
Una absoluta señal de debilidad y de falta de ideas. Así lo han identificado los inversores, que quieren datos concretos y no reuniones rimbombantes de políticos. En las mesas de contratación quieren datos concretos sobre la capacidad de compra del órgano emisor y también que haya algo palpable sobre el manido FSEF o Fondo de Rescate Europeo.
Los mercados son una organización globalizada, que se mueve a la velocidad de la fibra óptica, mientras las autoridades económicas europeas están demostrando ser mastodontes que caminan despacio y, además, en direcciones distintas.
La falta de intelocución para los inversores se salda en una presión vendedora imparable. No hay respuestas, no hay información, no hay hoja de ruta clara ante el escenario de estancamiento económico y enorme endeudamiento. Mario Draghi, recién aterrizado a la presidencia del Banco Central Europeo (BCE), deberá demostrar que es un hombre de la banca de inversión y lograr enviar mensajes claros a los inversores. De momento, los pocos que ha enviado son muy light.
Letras por las nubes
De esta manera, el Tesoro español se las vio y se las deseó para colocar sus Letras, a pesar de un tipo de interés estratosférico. Pese a incrementar la remuneración en un 40% en apenas unos días, no logró todo el importe previsto en la subasta.
De nada han valido los cambios de Gobierno en Grecia o en Italia, ni la cercanía de las elecciones generales en España. Las vacilaciones de los políticos vuelven a ser sangre para hienas hambrientas. Algunos analistas, como Felipe Arrizubieta, de Banif, comentan que “el posible referéndum griego fue un varapalo para los mercados. Después de la cumbre del Eurogrupo del pasado día 27, la postura griega “fue como si, al avanzar tres pasos con mucho esfuerzo, pidieran retroceder seis antes de continuar”. Ante semejante señal de inestabilidad, los inversores volvieron a castigar con fuerza.
Estefanía Ponte, directora de análisis de Cortal Consors, señala que “los mercados quieren un plan detallado sobre la capacidad de actuación del Banco Central Europeo (BCE) y cómo y cuándo se va a dotar el FSEF”. Quieren saber "cuánto dinero habrá para calmar a los mercados”.
Mientras tanto, están poniendo en jaque a los Gobiernos, haciéndoles auténticos test de stress, hasta ver hasta dónde pueden llegar antes de ser rescatados. “Las últimas compras del BCE fueron muy débiles”, dice Ponte. Arrizubieta añade “en agosto, el banco central compró por importe de 15.000 millones de euros y las últimas cifras sólo han sido de 4.500 millones, algo significativo”.
Es preciso sorprender a los mercados
¿Qué va a ocurrir a partir de ahora? “Los políticos deben ser capaces de ir por delante de los mercados. Están reaccionando con mucha lentitud”, dice el analista de Banif, que pone como siguiente referencia de importancia la reunión del Eurogrupo el próximo 27 de noviembre, “aunque no hay que descartar una nueva convocatoria de urgencia”.
El tiempo es la variable más cara ahora, como decía Santander esta semana en un informe. No sólo tienen que llegar medidas, sino que deben llegar de manera rápida, convincente y con capacidad de pillar por sorpresa a los mercados, que tienen tiempo de sobra para descontarlo todo.
Si no hay capacidad de sorpresa por parte de nuestros políticos, ¿cuál es el futuro? ¿Puede llegar el bono español al 7%? “Es difícil, pero no imposible”, dice Felipe Arrizubieta. “Sería una cota claramente de rescate y, en teoría, las autoridades europeas harían algo antes”. Si llegara eso, además, “Italia estaría al menos en el 8%”. Una locura, que, sin embargo, no hay que descartar.