El Ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, aseguró que su departamento no ha sido de "los más desafortunados en el reparto, no precisamente de caramelos", en relación al recorte del gasto en 8.900 millones de euros aprobado en el pasado Consejo de Ministros. Así lo dijo Wert ayer durante la toma de posesión del Subsecretario de Educación, Fernando Benzo, a la que también asistió el Secretario de Cultura, José María Lassalle.
Cortés, aunque en extremo distante, silencioso y escurridizo con la prensa –con quienes ni siquiera se permitió el corrillo-, Lassalle no dio detalles sobre las medidas que en los últimos cinco días se han adoptado desde su despacho, más concretamente en lo que tiene que ver con la supresión de la dirección general del Libro, Archivos y Bibliotecas y su redistribución en dos direcciones generales ya existentes que pasan a ganar atribuciones: la dirección general de Política e Industrias Culturales y del Libro, y la dirección general de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas, tal y como se publicó en el BOE del 31 de diciembre de 2011.
El silencio de Lassalle desconcertó a miembros de la prensa, quienes mostraron su desagrado ante el silencio no sólo del ministro Wert sino también del Secretario de Cultura, quien se desentendió de las preguntas. Hasta el momento, se comenta que Lassalle, quien fuera portavoz de cultura de los populares en el Congreso de los Diputados en la pasada legislatura, no dará entrevistas ni hará declaraciones hasta que José Ignacio Wert no comparezca ante el Congreso a finales de mes.
Las medidas, que fueron adoptadas después de los anuncios de recortes presupuestarios del Consejo de Ministros pasado, se ciñen a una nueva situación financiera según la cual el Ministerio de Cultura, Educación y Deporte no podría gastar 485,9 millones de los 3.716 del presupuesto prorrogado adjudicado a dicha cartera.
Dentro del sector se han generado al respecto dos lecturas: la primera, que es la que suelen hacer instituciones como la Federación de Gremios de Editores de España (FEGG), y según la cual se entiende que la decisión -no siendo estratégica sino coyuntural- intenta, dentro de un contexto de ajustes, potenciar el libro como industria cultural.
La segunda lectura es menos alentadora. Otras representaciones institucionales como el caso del Gremio de Libreros de Madrid y la Asociación Colegial de Escritores de España han hecho público su descontento manifiesto con la medida, por considerar que la fractura de la dirección en dos –libro y bibliotecas por separado- debilita al sector, justamente porque desagrega las competencias en lugar de reabsorberlas.
Antonio María Ávila, director general de la FEGG coincide en que lo lógica sería que permanecieran unido el Libro con una dirección de Bibliotecas, sin embargo, insiste en que no le parece mal la fusión ya que “Industrias Culturales es dirección general más potente, porque Archivos en realidad no tiene mucho que ver con el libro”.
Más allá de la medida en sí, ya publicada y promulgada, queda en el tintero aún afinar temas de una Ley de Propiedad Intelectual así como los elementos de Acción Cultural Exterior.