Fue un día de nervios en Moncloa, una vez que Rajoy anunciara que el proyecto de ley de reforma del aborto no sólo se sumergía en un cajón sino que, directamente, se dinamitaba. El Gobierno se 'tragaba' la ley Aído, tan vituperada y recurrida ante el Constitucional, y el presidente en persona anunciaba que sólo se modificaría lo referido a la posibilidad de que las menores de 16 y 17 años puedan abortar sin consentimiento paterno.
"No soy la persona para poder llevar adelante con convicción la nueva forma de regulación del aborto que ha sido anunciada por el presidente del Gobierno", explicó en su mensaje de despedida. Es decir, vino a sugerir que no se siente capaz de traicionar el proyecto inicialmente emprendido. Mostró en su despedida su faceta más humilde, sumamente comprensivo y contemporizador. No quiso marcharse de la política sin pedir perdón a la oposición por si en algún momento había incurrido en algún hecho que les hubiera podido ofender.
Absoluta desconfianza
No confiaba el presidente del Gobierno en su ministro de Justicia desde hace mucho tempo. Desde las fiscales del escándalo 'Gürtel'. Ruiz Gallardón estaba sentenciado. No formaba parte del núcleo duro del Ejecutivo, mantenía unas relaciones imposibles con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y con la secretaria general del partido, Dolores de Cospedal. El 'verso suelto' como se autodefinió en los tiempos en lo que jugaba a ser el más 'progre' del PP y le doraba la píldora el grupo Prisa, deja la actividad política sin apenas lágrimas en su formación.
Había sucumbido en la soledad. Carecía de apoyos en el Gobierno y apenas tenía ascendencia en su propio partido. Soberbio, altivo, sumido permanentemente en un ataque de superioridad, el hasta ahora titular de Justicia se había granjeado la enemiga especialmente de los propios. En la familia judicial también había reunido animadversiones y rechazos.
Dos detalles que no han pasado inadvertidos en su prolija despedida han sido, de una parte, recordar que su cartera asumió el proyecto de ley del aborto por encargo de la Presidencia. Al cabo, se trata de un proyecto muy personal de Rajoy que optó este lunes por sepultarlo por miedo a perder respaldos en las elecciones autonómicas. Y también hizo mención el dimisionario a la necesidad de dejar paso a las generaciones más jóvenes, de impulsar los relevos generacionales. En un año en el que han renunciado el rey, Rubalcaba, Rouco y hasta el papa y han desaparecido Botín e Isidoro Álvarez, mencionar este asunto no es un detalle menor.
No había quinielas en Moncloa para designar sucesor a Gallardón entre otras cosas, porque nadie lo esperaba. Los observadores subrayan que habrá que tener en cuenta si el nuevo ministro procede del ámbito de Rajoy o de su vicepresidenta. Jaime Pérez Renovales, subsecretario de Presidencia y mano derecha de Sáenz de Santamaría, empezaba este lunes a circular por los mentideros. El mundo de la Justicia consideraba que se esperaba un nombramiento con mayor perfil jurídico.