Pocas personas hay en el PP que conozcan mejor el partido que la nueva ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, y posiblemente no hay nadie como ella para sentar en torno a una mesa a un grupo de dirigentes y ponerles a trabajar sin que se escape detalle o chirríe el mensaje.
Es posiblemente la virtud más destacada de Ana Mato, su facilidad para coordinar equipos, campañas y mensajes, no en balde a eso se ha dedicado prácticamente desde que entró en política a principios de los 80 de la mano de Jorge Vestrynge. Que es uno de los ojitos derechos de Rajoy -en ese cupo privilegiado también están Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores De Cospedal- no lo duda nadie, y que el presidente del Gobierno admira de ella su entrega al trabajo, su discreción y su eficacia, tampoco.
Por algo la puso a su lado en el Comité de Dirección del PP en 2008 como vicesecretaria de Organización, y por eso también la designó directora de las campañas más exitosas de la historia de los populares, las autonómicas y locales de mayo y las generales de noviembre y ahora como ministra del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
Retos en Sanidad
Un departamento que tiene pendiente conseguir un pacto de Estado por la sanidad que asegure la cohesión y la equidad entre las comunidades autónomas y la sostenibilidad del sistema sanitario público en un contexto de crisis económica. A sus 52 años, con tres hijos -dos de ellos alrededor de los 20-, a Ana Mato le ha tocado dejar las cocinas del PP y de cocer decisiones para otros y dar la cara para anunciar iniciativas propias.
En eso su experiencia es menor, y hay quien en el seno del Partido Popular duda de que se pueda mostrar tan eficaz delante de los medios de comunicación. Pero Mato no es mujer que se arredre y si por algo se caracteriza, dicen sus allegados, es por enfrentarse a los retos dando la cara, sin aspavientos ni histrionismos, sino calladamente, estudiando muchos los pasos que dar.
Uno repasa su trayectoria y queda claro, al fin y al cabo la suya es una carrera cuesta arriba que ha hecho despacio, pero sin desfallecer. Primero en Alianza Popular al mando del departamento de Información, después como subdirectora de José María Aznar en la Presidencia de Castilla y León, donde continuó como asesora del sucesor, Juan José Lucas; luego regreso a Madrid, a la Asamblea autonómica para, por fin, en 1996, integrarse en la Ejecutiva del PP con el padrinazgo del propio Aznar.
Desde entonces hasta ahora, y salvo un paréntesis como eurodiputada en Bruselas, destino que ella pidió para familiarizarse con la política europea y perfeccionar un idioma que ya maneja bien, el inglés, no se ha movido de las altas esferas del partido, pero sin asomar mucho por el escaparate, siempre a la espalda del líder.