A Alfredo Pérez Rubalcaba le acompañó durante una parte de su trayectoria política la fama de conspirador. El periodista Antonio Caño ha escrito un libro sobre el fallecido político socialista y lo desmiente tajantemente. Al revés, en Rubalcaba, un político de verdad (Plaza & Janés) ensalza su altura humana e intelectual y el define como un actor fundamental en la historia reciente de España.
En esta entrevista con Vozpópuli, Caño habla del exsecretario general del PSOE y exvicepresidente primero del Gobierno, así como de la situación actual de los socialistas y del Ejecutivo 'Frankenstein'. También se refiere a la relación que mantuvo Rubalcaba con Juan Carlos I en algunos de los momentos más complicados de su reinado.
Pregunta: Hay una frase del libro en la que dice que para ser periodista no es necesario ser buena persona. Es decir, lo contrario que opinaba Kapucinski. Afirma lo mismo de la política...
Respuesta: La política es un oficio duro que exige en ocasiones fajarse en peleas a muerte y, por tanto, requiere de una personalidad y un talante muy particulares. No cualquier persona puede dedicarse a la política. Y quizá está llamada a personalidades confrontativas y distintas a lo que entendemos como una buena persona. Algo similar pasa con el periodismo. Esa frase la menciono para señalar que Rubalcaba era un buen tipo, una buena persona.
P: Demos la vuelta a la pregunta. ¿Es posible ser buen periodista y buena persona?
R: Es posible, sí. Eso sí, quizá no es tan habitual como sería conveniente (ríe).
P: Rubalcaba decía que en este país se entierra muy bien. Y a él se le enterró bien...
R: A él se le enterró mejor de lo que él hubiera imaginado y tolerado. Rubalcaba era una persona modesta a la que no le gustaba el boato del poder. Más bien, rechazaba toda la liturgia que hay entorno al poder. Era una persona sencilla a la que le hubiera gustado ser despedida de esa forma. Pero lo que ocurrió fue una manifestación espontánea y sorprendente de respeto y admiración a su figura como símbolo de una forma de hacer política.
P: “Taimado y marrullero”. Son dos adjetivos que algunos compañeros utilizaban para definir a Rubalcaba, según dice en el libro. También afirma que usted no conoció ese lado, sino el contrario...
R: Es verdad que tenía fama de conspirador entre algunos sectores de la prensa y de la política. Yo creo que, sobre todo, en el Partido Popular. Eso viene principalmente del episodio que sucedió al atentado del 11-M y de las elecciones que perdió el PP tres días después de ese atentado. Fue una terrible frustración para el partido perder esas elecciones y atribuyó la derrota a los movimientos en la sombra de Rubalcaba. Fue una total equivocación. Esa derrota es atribuible a la pésima gestión de ese atentado y al empecinamiento con que la responsable era ETA.
P: Culparon a Rubalcaba...
R: El PP buscó un culpable de esa derrota que no fuera el propio Gobierno y señaló a Rubalcaba.
P: ¿No tiene la sensación de que esa generación de políticos contribuyó a alicatar la democracia, pero también a perpetuar lo que se ha llamado la 'partitocracia'?
R: Se intentó, con mejor o peor suerte. A ver, hubo un período de consolidación institucional, durante la Transición, pero lo cierto es que esta democracia es joven todavía. Nuestra Constitución fue un gran trabajo, pero inacabado. Hay aspectos, como los relativos a la división territorial, que están incompletos. También hay que evitar la politización de la Justicia que hoy existe. El problema es que hubo un momento en el que dejó de ser posible hacer pactos de Estado para mejorar estos asuntos; y en los últimos años se ha hecho más difícil.
"Nuestra Constitución fue un gran trabajo, pero inacabado. Hay aspectos, como los relativos a la división territorial, que están incompletos. También hay que evitar la politización de la Justicia que hoy existe".
P: Hablaba hace un tiempo con José Manuel García Margallo y me decía que, en 2011, habría que haber impulsado una reforma constitucional ante el desgaste del sistema de 1978, para evitar focos de conflicto, como el independentismo. Si no me equivoco, en el libro incide en que, en 2013, Rubalcaba tenía un proyecto de reforma constitucional. ¿Cuáles eran sus claves?
R: No era una reforma constitucional lo que preparó. Lo que hizo fue presentar una serie de ideas para limitar los poderes del Estado y de las comunidades autónomas. Eso evitaría fricciones que se han producido en los últimos años. Se trataba de delimitar hasta dónde llega el Estado y hasta dónde la Constitución. Le parecía que había que hacerlo por la vía rápida. En ese momento, el PP y el PSOE representaban alrededor del 75% de los escaños en el Congreso y hubiera sido mucho más fácil sacar ese proyecto adelante.
P: Y, al final, la situación en Cataluña se descontroló...
R: A Rubalcaba le preocupaba esa situación y, de hecho, le dijo a Rajoy que había que acelerar esa reforma. Estaba empeñado en quitar la iniciativa a los partidos nacionalistas. Creía que gran parte del chantaje que esas formaciones ejercían sobre la democracia española se debía a que no tenían delimitado su campo de acción. Quería hacer que los nacionalistas hablaran de lo que el Estado democrático quería; y no al revés.
P: Si ese pacto entre el PP y el PSOE se hubiera consumado, ¿habría surgido Pablo Iglesias en la política española? Y voy más allá: ¿habría salido Pedro Sánchez de Madrid?
R: Yo creo que muchas de las cosas que hemos visto a continuación no hubieran ocurrido. Creo que gran parte de lo que vemos hoy en día es consecuencia del desgaste de nuestra democracia, que hace tiempo que necesita reformas que no se han hecho.
P: Recuerdo un editorial de El País en el que se refirió a Pedro Sánchez como “insensato sin escrúpulos”. ¿Fueron suyas?
R: Ese fue un editorial que llegó después de algunos otros muchos editoriales favorables a Sánchez en el primer período, algo que ha olvidado mucha gente ya. El País, bajo mi dirección, dio la bienvenida a Sánchez y le felicitó por algunas de sus primeras decisiones, como también por su primer debate con Rajoy. Hubo un momento en el que El País respaldó a Sánchez porque le pareció que conducía bien al partido.
"El País, bajo mi dirección, dio la bienvenida a Sánchez y le felicitó por algunas de sus primeras decisiones".
P: Y todo cambió...
R: Es que después cambió Sánchez y generó una dinámica interna en el partido que, desde mi punto de vista, conducía al PSOE a un suicidio y a España a una crisis. Eso se fue agudizando y nuestros editoriales tuvieron que subir el tono. Finalmente, Sánchez convocó un congreso ordinario del partido apenas unos días antes de que el PSOE tuviera que tomar la gran decisión sobre abstenerse o permitir unas terceras elecciones... y nos pareció que era muy importante que nuestro periódico se expresara de forma clara sobre ese plan.
P: Es curioso lo que cuenta en el libro. Pedro Sánchez es quien es gracias al apoyo que recibió en su día de Susana Díaz, pero prácticamente al día siguiente de que fuera nombrado secretario general del PSOE, le arrebató su confianza.
R: Bueno, no fue al día siguiente, pero casi.
P: Todo derivó en una guerra sin cuartel, con el 'viejo PSOE' del lado de Díaz. Y nadie ha logrado frenar a Sánchez desde entonces y su poder en el partido parece que cada vez es mayor. ¿Se ha rendido el PSOE a este político?
R: No sé si se ha rendido...no lo creo. Lo que ocurre es que, con Sánchez, el PSOE es un partido con una estructura mucho más caudillista en el que no se escuchan voces discrepantes. Pero el partido, en su interior, debe tener alguna vida, no lo sé... No lo conozco, pero yo creo que un partido así no puede desaparecer de la noche a la mañana. Ahora bien, es verdad que el partido está muy desnaturalizado. Es muy distinto a lo que España conoció del PSOE. De la formación que tanto contribuyó a la consolidación de esta democracia.
P: ¿Cómo se ha pasado de la política 'de talla grande' a la actual, que parece que sólo se mueve por el tacticismo?
R: No lo sé, pero es curioso que el PSOE tenga actualmente como una de las personas más importantes del partido (Iván Redondo) a un profesional del marketing y de la comunicación. Eso no era así tradicionalmente. De hecho, Rubalcaba no tuvo a ningún experto de ese tipo alrededor. Su número 2 era Elena Valenciano. Rubalcaba se rodeó de gente procedente del mundo de la política y el conocimiento; y no del marketing. Quizá ésta sea una razón para explicar este nuevo estilo.
"Es curioso que el PSOE tenga actualmente como una de las personas más importantes del partido (Iván Redondo) a un profesional del marketing y de la comunicación. Eso no era así tradicionalmente".
P: Para mantenerse en el poder, ¿se renueva constantemente el discurso y se renuncia al programa?
R: No se debería, pero es verdad que encontramos al Gobierno en permanente contradicción con declaraciones anteriores. Al presidente, el primero. Esto yo no fui capaz de encontrarlo en Rubalcaba, que exigía a sus colaboradores que siempre utilizaran la verdad. Si tú lees los textos de Rubalcaba de hace años, no verás grandes diferencias en su discurso.
P: Hay un pasaje de su libro en el que habla de Rubalcaba y del Rey Emérito. En concreto, se refiere al papel negociador que adoptó para que Juan Carlos I se operara en España, y no en Estados Unidos...
R: La operación a la que te refieres es una de cadera que tuvo que hacerse como consecuencia de la caída de Bostwana. Recuerda que en esos 2 – 3 años Juan Carlos I tuvo que someterse a algunas operaciones casi seguidas. En este caso, era más complicada y el rey sentía más miedo. Por eso, pidió que le intervinieran en la Clínica Mayo, en Estados Unidos. En ese momento, el jefe de la Casa Real, Rafael Spottorno, y Rajoy, le advirtieron de que no era lo más adecuado. Ambos recurrieron al jefe de la oposición y Rubalcaba se lo dijo de forma más enérgica.
P: ¿Cuál? ¿Que debía operarse aquí para poner en valor la sanidad pública?
R: Es que, realmente, hubiera sido un error tremendo que el rey Juan Carlos, que ya no estaba en ese momento en su pico de popularidad, y en momentos de crisis económica, muy dolorosos, se hubiera permitido el lujo de irse a Estados Unidos y pasar dos meses allí. Tanto por el dinero que eso cuesta como por la desconfianza que eso podría generar sobre el sistema público sanitario español.
P: No quiso operarse en La Paz ni por asomo, pues ahí agonizó Franco...
R: (Ríe) En cualquier sitio menos en La Paz porque le recordaba a Franco y no quería ir.
P: Da la impresión de que Juan Carlos I tuvo más confianza con Rubalcaba que con Rajoy en los últimos años de su reinado...
R: No sé si más confianza, pero tenía una relación más cálida y personal. Juan Carlos sentía aprecio por Rubalcaba, entre otras cosas, porque cuando lo conocías desarrollabas un gran afecto con él. Era una persona cálida y tierna. Juan Carlos le conoció en los Juegos Olímpicos de Barcelona y desde entonces le mantuvo cariño. Eso sí, Rubalcaba siempre le dijo la verdad. No he encontrado testimonios que lo prueben, pero Rubalcaba hizo algunas declaraciones en las que sugería que el rey debió abdicar cuando su popularidad empezó a caer.
P: ¿Qué cree que le hubiera dicho antes de irse de España?
R: Pues se hubiera molestado mucho porque a Rubalcaba le irritaban las cosas que Juan Carlos hacía mal. Rubalcaba estaba haciendo un esfuerzo dentro del partido para defender los valores de la monarquía constitucional. Por eso, le disgustaba que el monarca no estuviera a la altura de esas exigencias. Dicho esto, no creo que esto signifique que haya que desviar la conversación hacia un debate inadecuado, como el de república o monarquía.
P: ¿Hubiera pactado el PSOE de Rubalcaba con Bildu los Presupuestos?
R: Mira, la verdad es que una de las cosas que yo me he propuesto a la hora de explicar el contenido de este libro en los medios es no interpretar el pensamiento de Rubalcaba porque sería inadecuado hacerlo. En mi mano está trabajar la memoria de este político en lo que yo sé. En los documentos, conversaciones y testimonios, pero no en inventar otras.
P: Pero sabe lo que pensaba de Bildu...
R: Yo sé lo que él pensaba de Bildu, lo que pensaba de Otegi y lo que pensó sobre la creación de una mayoría artificial que él definió como 'el Gobierno Frankenstein'.
P: Se lo pregunto entonces en lo personal. ¿Se equivoca el PSOE negociando con Bildu los Presupuestos?
R: Yo creo que eso corresponde a la desnaturalización del PSOE. Eso nunca ha estado en la naturaleza de ese partido porque en el concepto de izquierda que tenía el PSOE, los partidos nacionalistas eran de derechas y los independentistas, antidemocráticos. Y los partidos que miraban hacia otro lado mientras se practicaba el terrorismo no eran compatibles con la democracia.
"Los partidos que miraban hacia otro lado mientras se practicaba el terrorismo no eran compatibles con la democracia".
P: En el libro dedica una parte importante a relatar la lucha contra ETA mientras Rubalcaba fue ministro del Interior...
R: En los últimos momentos de lucha contra ETA, siempre tuvo claro que si podía utilizar a Bildu y a Otegi para asestar un golpe a la banda, lo iba a hacer. Pero él sabía que Bildu y Otegi sólo iban a colaborar cuando estuvieran contra las cuerdas. Es decir, cuando supieran que la única salida que les quedaba era la cárcel. Jamás les atribuyó ningún papel relevante en el final de ETA. La clave fue la muy fuerte presión policial de los últimos años, lo que obligó a Otegi a respaldar el final. De lo contrario, se veían en la cárcel.
P: Hablemos de Prisa. Recuerdo que poco antes de su cese como director de 'El País', se advirtió en un editorial de los peligros de un 'Gobierno Frankenstein'. Unos días después, con Soledad Gallego Díaz al frente, se habló de la conformación un buen Gobierno. ¿Lo recuerda? ¿Cree que se equivocó el periódico?
R: No lo sé. Entiende que juzgar el comportamiento del periódico del que he sido director tras dejar de serlo es una posición incómoda y embarazosa. Es algo que prefiero no hacer. Mi posición es la que expuse y la que defendí. Yo estaba en contra de un Gobierno con esa forma, que no era coherente y que no representaba adecuadamente los intereses de los españoles, y así lo indiqué. Dicho esto, me da a mí que una de las víctimas de estos pactos será la propia izquierda. Yo no sé dónde acabarán sus autores y cuáles serán las responsabilidades que pagarán, pero no será una buena noticia para la izquierda en el futuro.
P: A Rajoy se le acusó de tener dejadez con los medios, pero luego llegó Sánchez a Moncloa y a los pocos días ya tenía varios aliados potentes, como 'El País'. Parece que el PSOE no descuidó esa labor...
R: Honradamente, no sé lo que pasó en El País después de que yo me fui. De hecho, yo me fui a vivir con Estados Unidos y, desde entonces, el contacto que he tenido es el relativo a mis funciones actuales, que no tienen que ver con el contenido del periódico, y al artículo mensual que escribo, con total libertad además.
P: ¿Pero no ve preocupante que desde Moncloa se lancen mensajes alertando de que son 'fake news' cualquiera de las informaciones que no le convienen?
R: Es que eso me recuerda tanto a lo que decía Trump... Mira, hoy mismo veía un tuit del PSOE en el que hablaba de las fake news de la derecha; y me recordaba a Trump, que calificaba como noticia falsa cualquier crítica. Eso funciona en las sociedades polarizadas, pues ahí a los seguidores es más fácil convencerles de esas cosas. Eso sí, eso debilita la democracia y empeora la convivencia.