La pandemia por coronavirus ha puesto en jaque al burro taxi de Mijas (Málaga), un reclamo turístico que no pasa por su mejor momento y que, ante la falta de visitantes, sobrevive a duras penas gracias a la ayuda desinteresada de colectivos públicos y privados.
A unos les encanta, a otros no; lo cierto es que a nadie deja indiferente el que antaño fue un medio de transporte habitual, hoy convertido en símbolo de esta localidad de la Costa del Sol y popular atracción, sobre todo entre los más pequeños.
Corrían los años sesenta y el turismo se vislumbraba como una seductora fuente de ingresos para muchos vecinos de la región, entre ellos los hermanos Julián y Antonio Núñez, quienes decidieron cambiar los aperos de labranza por la atención al turista.
Su nueva forma de vida seguiría contando con sus burritos pero ya no lo harían tirando de una azada o cargando fardos de paja, sino llevando a visitantes curiosos a recorrer las calles de este municipio mediterráneo de encaladas casas blancas e impresionantes vistas.
Sin turistas no hay futuro
Y así, de una generación a otra, entre partidarios y detractores, el burro taxi ha llegado hasta los complicados tiempos de la pandemia y las familias que tienen en él su sustento se muestran preocupadas ante la posibilidad de "otro año sin turistas", ha asegurado a Efe uno de los arrieros, Salvador Torres.
Al confinamiento inicial le ha sucedido toda una serie de medidas que restringen la movilidad y que han hecho de ésta una de las peores temporadas que recuerda el arriero, que agradece la ayuda de asociaciones como la Mijas Donkey Movement Project.
La cuestión es que independientemente de si hay trabajo o no, los animales tienen que "estar en condiciones", ha destacado Torres, quien está esperanzado en que con la llegada del verano regresen también los visitantes.
Bienestar de los burros
En la actualidad en Mijas hay 61 licencias de burros taxi y su actividad está controlada por una protectora normativa municipal que vela por el estado y el bienestar de los pollinos, ha explicado a Efe el concejal de Transportes, Nicolás Cruz.
En ella se regulan aspectos tales como la intensidad y el horario de trabajo de los animales, el peso máximo de las personas a quienes pueden llevar o la duración de cada trayecto.
Y del mismo modo que ocurre con el taxi a motor, una vez que el asno ha realizado un paseo, a su regreso habrá de ponerse el último y esperar su turno, ha detallado el concejal.
Esto significa que en temporada baja, los borricos no realizan muchas salidas al día; mientras que en temporada alta podrán hacer tres o cuatro en una misma jornada, cada una de las cuales no excede de 20 minutos, ha añadido.
Innovador en su época
Desde el consistorio mijeño se reivindica el burro taxi como algo "innovador y pionero para su época" que ha sabido dar "un nuevo enfoque" al papel del burro como animal de trabajo, ha subrayado Cruz.
En este sentido, ha señalado que se encuentra "en plena transformación" para adaptarse a los "nuevos tiempos" como refleja la futura ordenanza; a la vez que el burro taxi se está sustituyendo "paulatinamente" por el carro burro, un transporte en el que el animal sufre menos.
Aún así, colectivos animalistas como PACMA son contrarios a este servicio al considerarlo una forma de explotación animal y estimar que los burros llevan "una vida indigna" por lo que han solicitado su cese en reiteradas ocasiones.