España

Las colas del hambre de las víctimas del terrorismo: cuando las secuelas impiden llegar a fin de mes

El terrorismo no es más que el punto de partida de una tragedia silenciosa. Las secuelas impiden a algunas de las víctimas a volver a trabajar; las facturas asfixian

  • Imagen del atentado de la casa cuartel de Santa Pola, perpetrado por ETA en verano de 2002.

Josefina* fue una de entre los 2.000 heridos en la cadena de atentados del 11 de marzo de 2004. Sobrevivió, pero las heridas le dejaron graves secuelas que arrastrará de por vida. La explosión no fue más que el punto de partida de una tragedia silenciosa, que se vive entre las cuatro paredes de su casa; la que comparte con su pareja y un menor a su cargo. Un hogar en el que llegar a fin de mes se ha convertido en una heroicidad. Las secuelas le han impedido volver a trabajar y, desde entonces, resulta complicado encajar las cuentas. Ya sea para pagar las facturas o para comprar comida con la que llenar el plato a diario.

Es quizá una de las heridas menos visibles del terrorismo, que en España ha sido protagonista desde hace más de medio siglo. Primero, con ETA como indiscutible protagonista. Después con los golpes asestados por células yihadistas. Tras de sí han dejado un largo historial de sangre, con más de mil asesinatos, además de secuestros, extorsiones y heridos.

El libro Heridos y olvidados, de los investigadores María Jiménez y Javier Marrodán, cifra en 4.800 el número de personas que han sufrido lesiones a consecuencia de los atentados en España. Algunos de ellos pudieron recuperarse de las mismas -al menos, en el plano físico-; otros muchos aún lastran las secuelas de los zarpazos terroristas.

Sara García, gerente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), incide en el “impacto” que un atentado tiene en “todas las esferas” de la vida personal: “En la salud, en la familia… y en el trabajo -afirma en conversación con Vozpópuli-. Por eso contamos con un departamento psicosocial que se encarga de atender todas esas necesidades, incluso con ayudas para el pago de sus facturas o con cheques de alimentación”.

Porque entre las víctimas del terrorismo también hay colas del hambre. Josefina es una de las asiduas, que cuenta con un apoyo permanente de la asociación: cada mes recibe una tarjeta que puede canjear por alimentos en una conocida cadena de supermercados que ha suscrito un convenio con la AVT. Es la única manera que encuentra para que ella, su pareja y su hijo tengan un plato de comida digna cada día. Incapacitada tras el atentado, sus ingresos son muy limitados.

El proceso de control

“El proceso de entrega de estas tarjetas es muy riguroso”, afirma Sara García, la gerente de la AVT. Las víctimas presentan la documentación que acredita su situación de vulnerabilidad. Reciben, además, una valoración y asistencia de un trabajador social, que igualmente certifica las dificultades para acceder a un trabajo digno o a una fuente de ingresos estable. La junta directiva de la asociación estudia toda esa documentación para aprobar la ayuda de la ‘tarjeta-alimentación’.

Todo el proceso está sometido a una auditoría exhaustiva. Por un lado, la AVT presenta informes ante sus empresas asociadas y ante la Administración, donde detalla las razones por las que se han adjudicado las ayudas a las víctimas. Y, por otro, estas envían a la asociación los justificantes de las compras para acreditar el fin al que han destinado los fondos.

La AVT, además, concede ayudas destinadas a pagar algunas de las necesidades más apremiantes de las víctimas: facturas de electricidad o agua, entre otros gastos corrientes. Este programa, unido al de las tarjetas de alimentación, está destinado a los casos más vulnerables. “Es gente que no tiene o que no llega -incide Sara García-. Se trata de ayudas temporales, hasta que esas personas consiguen salir de esa situación de vulnerabilidad”.

Acompañamiento a las víctimas

El objetivo del departamento psicosocial de la AVT es acompañar a las víctimas en las diferentes facetas de su vida. Más allá de estos casos de vulnerabilidad extrema, también hay personas que requieren de apoyo psicológico o de asesoramiento técnico. En algunos casos para lograr pensiones de invalidez; en otros, para acceder a las ayudas que la Administración destina a las víctimas del terrorismo.

La asociación, igualmente, cuenta con convenios de colaboración con empresas del sector privado para facilitar la reincorporación al mundo laboral de las personas que arrastran las secuelas -visibles o invisibles- del atentado. También con un programa de acompañamiento, con personal específicamente formado para atender las circunstancias de una víctima.

El último año la AVT concedió 164 ayudas a gente en situación de vulnerabilidad económica. Personas a las que, como Josefina, el atentado arrastró a una situación de urgencia inmediata. Son las colas del hambre de las víctimas; quizá la secuela menos visible del terrorismo.

*El nombre de Josefina es ficticio para salvaguardar la verdadera identidad de la víctima protagonista del artículo.

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