Dentro y fuera de la ejecutiva socialista, hay voces que apuestan claramente por suprimir el Concierto vasco, otras por ajustar exclusivamente el cálculo del cupo y también las que prefieren pasar de puntillas sobre el problema y no menearlo. Esta última es la tesis que ha vencido en la plasmación del programa electoral, donde, a diferencia de la financiación local que ocupa un capítulo entero, la autonómica se resume en un solo párrafo tan genérico como ambiguo. “Para garantizar la igualdad y la suficiencia financiera para todas las comunidades autónomas, nos comprometemos a negociar un nuevo sistema de financiación autonómica que corrija los déficit de financiación y garantice los principios de coordinación y solidaridad recogidos en la Constitución española, así como la prestación de los servicios públicos esenciales en todas las comunidades autónomas, de manera que toda la ciudadanía, con independencia de donde viva, acceda en igualdad de condiciones a dichos servicios”, se lee en la oferta electoral del PSOE.
La colaboración con el PNV en las diputaciones forales y la estabilidad parlamentaria, llevan al PSOE a no tocar el Concierto en su oferta electoral
Fuentes de su ejecutiva hablan en privado del Concierto vasco como una “asimetría anómala” que, a pesar de estar amparada por la Constitución, hay que corregir, pues solo genera agravios al resto de las comunidades autónomas acogidas al régimen general de financiación. Sin embargo, todos los planteamientos hechos por el grupo de expertos que asesoran al PSOE para abordar este problema con valentía han caído en saco roto. La razón que lo explica, informan fuentes socialistas, es el miedo que tiene Pedro Sánchez a tener que presidir un Gobierno que tenga abierto en canal el conflicto catalán y, al mismo tiempo, el problema vasco. El papel desempeñado internamente en este debate por el exlendakari Patxi López, secretario de Acción Política en la dirección federal, ha sido determinante para que su partido no provoque un incendio en un contencioso que, con la habilidad que caracteriza a Íñigo Urkullu y al PNV en la etapa postIbarretxe, permanece desde hace años dormido.
Fuentes socialistas refieren que a lo más que se atrevería un Gobierno presidido por Pedro Sánchez sería a ajustar el cálculo del cupo, algo que carece de relevancia teniendo en cuenta que se está obligado a hacerlo con periodicidad quinquenal. El cupo vasco y navarro es la aportación anual que ambos gobiernos hacen al Estado por los servicios que éste último les presta en defensa, seguridad y aquellas infraestructuras no transferidas.
Móviles políticos que explican la cobardía
En el fondo de esta actitud pesan dos móviles políticos: el primero, no penalizar al Partido Socialista de Euskadi ante la cita electoral del 20-D. En 2011, aportó cuatro diputados al Congreso. El segundo, evitar que el PNV se niegue en rotundo a apoyar al PSOE en el Congreso con los seis diputados a los que aspira, en una legislatura que se prevé altamente volátil por la inestabilidad parlamentaria que generará, muy probablemente, un Gobierno en minoría. Hay también otra causa añadida y es la colaboración que los socialistas y los nacionalistas vascos mantienen en las tres diputaciones forales, que es donde se maneja de verdad el dinero, a razón de casi 15.000 millones de euros anuales.
Esta actitud esquiva del PSOE ante el modelo de financiación vasco y navarro puede enfrentarse a serios problemas si, finalmente, Pedro Sánchez tuviera que contar con Albert Rivera para su investidura, pues Ciudadanos apuesta sin ambages por un modelo de financiación de corte federal para las 17 comunidades en el que no quepan los privilegios.
Los barones autonómicos reclaman una financiación más justa sin privilegios para ninguna comunidad
De momento, debido al cierre de filas forzado por la proximidad de las elecciones, barones socialistas como la andaluza Susana Díaz, el extremeño Guillermo Fernández Vara, el castellano manchego Emiliano García-Page o el valenciano Ximo Puig, han tragado con la consigna de Sánchez, aunque todos ellos han dejado constancia de su incomodidad con un sistema como el del Concierto en un contexto donde reclaman con urgencia el nacimiento de un nuevo modelo de financiación que alivie las arcas de sus comunidades y suavice la presión que ejerce sobre ellas su deuda.