Los ratones y ratas no son especies autóctonas de Canarias. Fueron introducidos en el archipiélago hace mucho tiempo y se han extendido ampliamente por las islas. Los hallazgos sugieren que la introducción de Rattus rattus en Lanzarote ocurrió antes del contacto europeo en la Edad Media con monjes mallorquines y después con exploradores normandos franceses, mientras que la introducción de Rattus norvegicus es más reciente, probablemente alrededor del siglo XVIII.
Las siete islas Canarias se caracterizan porque cada una tiene su propio microclima porque islas occidentales presentan zonas montañosas más altas, situándose la altitud máxima en Tenerife con 3.718 metros con el Teide.
Un estudio del profesor Jordi Serra-Cobo, de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona, con el Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias, adscrito a la Universidad de la Laguna, a través de la investigadora Pilar Foronda, además de otras instituciones, ha hecho un mapa del coronavirus de los ratones de las islas para detectar que se mantiene con pequeñas variaciones con el paso del tiempo.
Para ello, fueron capturados roedores en Frontera, una zona costera del norte de la isla de El Hierro formada por matorrales de baja densidad y se recogió muestras en Barlovento, Breña Alta, Puntallana, San Andés y Los Sauces de la isla de La Palma, y las localidades de El Batán, La Laguna, Tegueste, El Sauzal, La Guancha y La Orotava de la isla de Tenerife. Estas localidades presentan una alta cobertura vegetal con alta humedad. Además, capturó otras muestras en zonas secas formadas por matorrales como El Paso de La Palma, y Arona, Fasnia, San Miguel de Abona, Santa Cruz de Tenerife y Guía de Isora de la isla de Tenerife. En las islas orientales, muestreamos en las localidades de secano de Femés, Haría y Maguez de Lanzarote. A diferencia de las otras islas incluidas en este estudio, Lanzarote tiene baja altitud que genera poco contraste en la vegetación.
El estudio publicado en la revista Frontiers in Veterinary Science revela la presencia del coronavirus murino -el virus de la hepatitis murina o M-CoV- en ratones del archipiélago canario que podrían haber llegado a las islas por el tráfico marítimo desde el continente europeo. Este es el primer estudio ecoepidemiológico que ha examinado la presencia de los coronavirus que circulan en ratones y ratas del entorno natural y urbano en las islas de La Palma, El Hierro, Tenerife y Lanzarote.
La pandemia causada por el SARS-CoV ha situado los coronavirus en el foco de una intensa actividad investigadora a escala internacional. En los últimos años, se han identificado cinco nuevos coronavirus -Sara-CoV, HCUV-NL63, HCUV-HKU1, MERS-CoV y SARS-CoV-2- con capacidad de causar patologías respiratorias en humanos. El virus de la hepatitis murina (M-CoV) es un coronavirus que se aisló por primera vez en 1947 en roedores. Aunque no se han registrado contagios en la población humana, el virus tiene una alta capacidad infectiva y se transmite principalmente mediante aerosol o contacto directo. Sobre este patógeno, estudiado sobre todo en ratones de laboratorio, existen pocos estudios llevados a cabo en la fauna silvestre.
"El virus de la hepatitis murina es altamente infeccioso y es uno de los patógenos más frecuentes en ratones de laboratorio. Los síntomas de la infección varían según el genotipo y la edad del ratón. Es un virus que puede ser muy agresivo en los ratones, y suele producir hepatitis, enteritis y encefalitis", explica Jordi Serra-Cobo, experto en estudios ecoepidemiológiocs de la Universidad de Barcelona. En el curso de la investigación, desarrollada entre del 2015 al 2019, el equipo aplicó la técnica de la nRT-PCR sobre muestras fecales de tres especies de roedores (Mus musculus, Rattus rattus y Rattus norvegicus) para detectar la posible presencia de coronavirus. Estos ratones y ratas, que no son especies autóctonas de Canarias, fueron introducidas por primera vez en el archipiélago hace siglos y se han dispersado por toda la geografía de las islas.
Los resultados han revelado la presencia del ARN del M-CoV en la población del ratón doméstico (Mus musculus) de los entornos urbanos de tres islas -El Hierro, Tenerife y Lanzarote- en unas proporciones similares tanto en escala geográfica como temporal. En el caso de la rata negra (R. rattus) y la rata común (R. norvegicus), todos los resultados para la detección del M-CoV fueron negativos.
Un viaje desde el continente europeo al archipiélago canario
Todo apunta a que el coronavirus murino -del género Betacoronavirus y subgénero Embecovirus– detectado en los ratones del archipiélago canario está relacionado filogenéticamente con los coronavirus murinos del continente europeo. En concreto, con el coronavirus identificado por primera vez en 2010 en poblaciones salvajes de ratones (Mus musculus) y el topillo rojo (Myodes glareolus) por el equipo del profesor Jan Félix Drexler (Universidad de Bonn, Alemania). "Los datos obtenidos nos muestran que el origen más probable es europeo, lo que no es extraño si se tiene en cuenta la elevada relación mercantil que existe entre las Islas Canarias y Europa", destaca el profesor Jordi Serra-Cobo.
La diferenciación entre las cepas del coronavirus identificado en Canarias y los virus continentales también sería un proceso bastante reciente en el tiempo. Otro aspecto destacable es la gran diversidad de variantes de M-CoV que circula en la población de ratones domésticos en las tres islas. El trabajo publicado en la revista Frontiers in Veterinary Science pone en evidencia el papel potencial de los roedores -y otras especies invasoras que se establecen fuera de su área de distribución natural- en el proceso de dispersión de enfermedades infecciosas.
En este contexto, los científicos instan a controlar prioritariamente la llegada de especies no autóctonas que son reservorios potenciales de patógenos, especialmente en los entornos insulares. Además, en el caso de los ratones, los alfa y betacoronavirus son también relativamente frecuentes y a medida que avanzan las investigaciones se van identificando nuevas cepas patógenas en estos roedores. "En términos de salud global -apunta Serra-Cobo- el estudio nos alerta de que junto con la llegada de especies no autóctonas, también pueden llegar microorganismos que pueden ser patógenos para la fauna local o la especie humana. El coronavirus murino afecta a las especies de roedores pero teniendo en cuenta la rápida evolución de estos virus, no se puede descartar que se adapte a infectar a otros grupos de mamíferos".
"Por ello, es importante analizar las mercancías que llegan y las bodegas, especialmente de los barcos, para que no haya roedores. Esto no es fácil, pero es necesario para evitar la expansión no sólo del M-CoV sino también de otros virus que en algunos casos pueden ser zoonóticos y, por lo tanto, causar infecciones en la población humana", concluye el profesor Jordi-Serra Cobo.