Apenas faltaban cinco minutos para que el rey Felipe VI pronunciara el primer discurso extraordinario de su reinado. El bar El Picadero -situado junto a la Plaza de Cataluña- apenas tenía seis mesas ocupadas y un par de parroquianos en la barra. Era uno de los pocos que ha permanecido abierto pese a la jornada de huelga.
"¿Puede subir el volumen de la tele?", le reclamaba un joven al camarero cuando el informativo daba paso al mensaje del monarca. Todos enmudecían y tomaban posiciones frente al televisor. Había expectación por escuchar al Jefe del Estado en plena escalada de tensión en las calles y con la amenaza de independencia a la vuelta de la esquina.
Varios jóvenes con la estelada al cuello entraban pegando gritos con la intención de tomar unas cervezas después de doce horas de protesta callejear. Enmudecían al percatarse del silencio sepulcral que se había instaurado dentro del establecimiento. ¡Calla, calla, que está el Rey!, se decían unos a otros. Otro par de grupos de chavales les seguían.
César, un manchego de cincuenta años que ha pasado media vida en Cataluña, se atrevía a abuchear la contundente alocución del Monarca en la que señaló sin complejos a los separatistas que "han quebrantado los principios democráticos de todo Estado de derecho y han socavando armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana".
No fueron afirmaciones bien recibidas por los jóvenes que se habían levantado en la calle contra un Gobierno al que perciben como opresor. Mucho menos si son fervientes seguidores del republicano Oriol Junqueras, como César.
"¡No ha dicho nada de las agresiones!", es lo primero que pudo escucharse después de que el escudo de la Casa Real apareciera impreso en la pantalla. Instantes después, todo el mundo comenzaba la reflexión. Daba igual la llamada al entendimiento y al orden constitucional. No había perdón.
Jaime, 29 años, reprochaba no haber escuchado ni una disculpa por la actuación de la Policía el domingo. Sus amigos asentían. La crispación que reina entre los jóvenes catalanes ante lo que perciben como la agresión del Estado les introduce en un bucle en el que la apelación al diálogo se ve como utopía mientras no haya un cambio en La Moncloa.
Incluso así, la situación está tan enconada que muchos sólo ven incertidumbre ante lo que viene. "Queríamos escuchar lo que decía, pero es el mismo discurso que el PP", lamentaba Jesús, estudiante de historia del arte de 24 años.