La evacuación de Kabul no cabía en ninguna planificación. Al menos, en los términos que se llevó a cabo. Ni en la de España ni en la de ningún país aliado. Las fuerzas bajo el paraguas de la OTAN se encontraron con una operación alejada de todos los estándares, una situación en la que la seguridad se vio más que comprometida para los afganos y los propios militares que se desempeñaban en el aeropuerto. En aquella situación precipitada, por momentos caótica, el único objetivo pasaba por salvar el mayor número de vidas posibles, de colaboradores y sus familias cuya existencia no era compatible con el nuevo régimen talibán. Para lograrlo, los miembros del Ejército del Aire recurrieron a una maniobra que habían ensayado hacía pocas semanas.
El Jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire (JEMA), teniente general Javier Salto Martínez-Avial, encomendó la misión de extracción a una unidad de élite del cuerpo militar, el Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA). Curtidos en algunos de los escenarios más conflictivos del mundo, sus cerca de 300 miembros se encargan de brindar apoyo logístico y seguridad a las aeronaves militares españolas en todos sus despliegues internacionales: de Mali a Afganistán, pasando por los Bálticos o Yibuti.
El JEMA consideró que esta unidad era la más adecuada para la misión de evacuación en un contexto en el que los aviones A400M del Ala 31 del Ejército del Aire serían la pieza clave en el proceso. Grandes aeronaves de grandes capacidades, el avión más adecuado para transportar al mayor número posible de personas. Como principal riesgo, los A400M debían operar en un escenario cambiante, después de que se registrasen las imágenes críticas de una muchedumbre que tomó el aeródromo. Todo ello bajo una amenaza de atentado que finalmente se consumó en las inmediaciones del aeropuerto.
La cúpula del Ejército del Aire tenía claro que el EADA, unidad acostumbrada a acompañar a los aviones militares en sus misiones más complejas, reunía las características necesarias para dar protección a los A400M en Kabul. Pero hubo otra circunstancia por la que el JEMA apostó por sus miembros para llevar a cabo la evacuación directa, la extracción de personal afgano de entre una masa de miles de personas que se agolpaba junto al aeropuerto hostigada por los talibán: el EADA había ensayado entre el 21 y 28 de junio la maniobra necesaria para la operación, indican fuentes de seguridad a Vozpópuli.
El ejercicio del Ejército del Aire
Tuvo lugar en el ejercicio Sirio 2021, que el Mando Aéreo de Combate (MACOM) del Ejército del Aire celebró en el flanco sur del territorio peninsular, con la base aérea de Morón (Sevilla) como principal centro de operaciones. “Contemplará la realización de misiones defensivas y ofensivas, así como la evaluación de diferentes capacidades y cometidos que dichas unidades tienen asignadas”, señalaba el cuerpo militar en un comunicado.
Entre esos cometidos se evaluó la ‘capacidad NEO’, que consiste en la evacuación de personal civil en conflicto armado o escenario hostil. Dicha capacidad se apoya, por un lado, en el plano psicológico: ser capaz de dar órdenes precisas en medio del caos, emplear frases cortas y directas, utilizar recursos persuasivos en caso de encontrar oposición. Pero también se apoya en un plano físico: cuáles son las maniobras más eficaces para guiar a los civiles, para transmitir las instrucciones, cómo atender las urgencias más inmediatas frente a pérdidas de conocimiento o las situaciones límite que puedan sufrir los evacuados.
Todas esas capacidades se pusieron a prueba en la evacuación de Kabul. Un vídeo difundido por el Ejército del Aire desvelaba cómo fueron las extracciones que gestionaron los miembros del EADA. Los afganos entraban en el aeropuerto exhaustos tras varias horas ante el aeropuerto. El perímetro de seguridad propio de estas instalaciones aéreas era ya inexistente. Los evacuados habían sufrido la asfixia entre la multitud, la falta de agua y las palizas de los talibán antes de acceder al aeródromo. Llegaban al límite de sus fuerzas, alguno de ellos incapaz de mantener la vertical. Las imágenes corresponden a una de las primeras evacuaciones. A medida que pasaban los días, la situación se volvía más crítica. Los miembros del EADA hicieron uso en numerosas ocasiones de la ‘capacidad NEO’ que habían ensayado a finales de junio.
1.900 evacuados
Las mismas fuentes de seguridad detallan que la puesta a punto de estas capacidades en el ejercicio Sirio 2021 no se hizo con una vocación específica de su uso en Kabul, sino que de forma recurrente se renuevan las destrezas de los militares en diferentes materias para recurrir a ellas con la mayor naturalidad posible llegado el caso. En esta ocasión, el rápido avance talibán sobre la capital de Afganistán precipitó la salida de las fuerzas internacionales del país y propició el desorden en torno al aeropuerto.
Las primeras listas de evacuación recogidas por las autoridades españolas contemplaban los nombres de 500 personas, colaboradores afganos -y familiares- que habían trabajado para las Fuerzas Armadas y las representaciones diplomáticas en veinte años de misión. A medida que avanzaba la evacuación, la lista aumentó. Los colaboradores incluían a más familiares y también se extrajo a afganos que habían servido a otros países europeos. Así hasta llegar a las 1.900 personas que finalmente se extrajeron.
Los miembros del EADA que estaban sobre el terreno recibieron el apoyo a mitad de misión de personal del Mando de Operaciones Especiales (MOE) del Ejército de Tierra. Los aviones que volaban entre Kabul y Dubái los operaban miembros del Ala 31 del Ejército del Aire. Asimismo, se desplazó hasta la capital emiratí un equipo especializado en cooperación cívico militar, el Regimiento de Operaciones de Información nº1 del Ejército de Tierra. Por último se activaron especialistas sanitarios del Ejército del Aire para atender las principales urgencias, incluido un ginecólogo que trató a mujeres en avanzado estado de gestación.