El último drama en Madrid comenzaba con un sonoro bofetón de los tribunales al Gobierno en pleno rostro de Salvador Illa y terminaba, poco más de 24 horas después, con Madrid intervenida con un estado de alarma exprés “desproporcionado, innecesario y sectario” y que supone “un atropello constitucional”, según el exmagistrado del TC y hoy consejero de Justicia madrileño, Enrique López.
Las 24 horas que transcurrieron desde que el TSJM tumbó las restricciones del Gobierno hasta que el Consejo de Ministros decretó la intervención de la región, han demostrado que –más allá de los criterios sanitarios, cuyos indicadores hasta Fernando Simón reconocía el jueves que estaban mejorando- Madrid es una pieza demasiado valiosa y la clave de bóveda sin la cual Sánchez sabe que su proyecto de poder nunca se podrá consolidar en el tiempo. E Illa lo demostró al convertir la rueda de prensa de ayer tras el Consejo de Ministros en un alegato contra Ayuso.
Madrid es una pieza demasiado valiosa y la clave de bóveda sin la cual Sánchez sabe que su proyecto de poder nunca se podrá consolidar en el tiempo
En la noche del jueves, y después de tres horas en las que Madrid redactaba su propia Orden sin contar con los técnicos del Ministerio, Moncloa ya filtró la decisión de convocar un Consejo de Ministros extraordinario. Ayuso pidió a Sánchez tiempo en una conversación telefónica, pero todo estaba decidido. Tanto, que a primera hora del viernes, Ignacio Aguado recibía en su móvil en plena reunión con la presidenta, el alcalde Almeida y la vicealcaldesa Villacís, un mensaje de la vicepresidenta Carmen Calvo: el estado de alarma era irreversible. La reunión siguió con rumbo a ninguna parte.
En esta batalla por asaltar Madrid, otra vez con Franco a las puertas (esta vez José Manuel, el delegado del Gobierno que ejerce de verdadero jefe de la oposición ante el hierático y académico Ángel Gabilondo) la presidenta de la Comunidad ha podido comprobar lo sola que está, en su partido y en su propia coalición.
En su partido, ni una sola aparición pública ni una manifestación de Pablo Casado en apoyo de Isabel Díaz Ayuso durante esas 24 horas. El líder del PP salió a apoyar a "Ayuso y a todos los alcaldes y presidentes autonómicos" cuando los controles en las carreteras madrileñas ya estaban desplegados. Hasta entonces, silencio. En la noche del jueves, mientras Sánchez amenazaba con la alarma y Ayuso pedía tiempo, Casado lanzaba un tuit solidarizándose “con las personas que padecen dislexia”. Algo que confirmaba, como dicen fuentes del PP regional, que “en verano, algo se rompió” entre Ayuso y Casado.
“En junio y julio hubo mucho ruido de moción y había que tener todas las alternativas encima de la mesa”. Fuentes muy próximas a Ayuso confirman que, entonces, la presidenta planteó a Casado la necesidad de convocar elecciones para desbaratar una moción de censura que, según ella, era inmediata. Pero Génova la frenó en seco: “La respuesta fue un ‘no’ rotundo: no había ninguna ventaja”.
Algunas fuentes llegan a afirmar que, ante la insistencia de Ayuso, el entorno más directo de Casado deslizó una amenaza: si se empeñaba en convocar elecciones –una prerrogativa única y exclusivamente de la presidenta- la respuesta del PP nacional era que se arriesgaba a no ser la candidata elegida (una decisión exclusiva del líder nacional).
Ayuso acudió a Génova en verano a reclamar elecciones. Fue frenada en seco. Algunas fuentes aseguran que llegaron a amenazarla con que no sería candidata. Otras lo niegan... pero "algo se rompió" allí
Fuentes conocedoras también del episodio del verano, niegan que se tuviera que llegar “tan lejos”. “Ella sabe que le debe todo a Casado y se plegó ante su ‘no’ rotundo”, aseguran. Sin embargo, insisten, el episodio fue aprovechado en la sede nacional para hacer ver “que Ayuso iba demasiado por libre”.
Fue la primera vez que la presidenta madrileña comprendió que estaba quedándose sola. El plan –pergeñado por su entorno, con Miguel Ángel Rodríguez a la cabeza- de convertir al Ejecutivo madrileño en el ariete contra el Gobierno de Sánchez había acabado por ser contraproducente. Ayuso se convirtió en caza mayor desde que se puso fin al estado de alarma.
El relato –desde Moncloa y con decenas de asesores de Iván Redondo trabajando a destajo- convirtió a IDA en la encarnación del desastre en la gestión de la pandemia, algo que las cifras de los rebrotes –por la pésima gestión regional- comenzaron a confirmar desde mediados de agosto. Las mismas terminales políticas y mediáticas que callaron cuando la ola se desbocaba en Cataluña, Navarra o Aragón, proclamaban entonces la llegada del apocalipsis a Madrid.
“Era cuestión de tiempo que Ayuso pagara su exceso de soberbia y su afán de protagonismo como azote de Moncloa”, dicen desde la sede de una de las principales baronías territoriales del PP. “Por eso, estuvo tan sola”. Ni un ‘barón’ salió en su defensa.
Ni adelanto ni moción
A final de verano, Casado habló para poner fin a los rumores sobre un adelanto o la moción, más impulsado por sus conversaciones con Inés Arrimadas que por su confianza en la presidenta regional y en el vicepresidente Aguado. “La relación del presidente nacional con Arrimadas es muy fluida”, aseguran desde Génova. “Ni habrá adelanto electoral ni moción de censura”. Ese es “el compromiso con Inés”, avisó Casado.
“La relación del presidente nacional con Arrimadas es muy fluida”, aseguran desde Génova. “Ni habrá adelanto ni moción de censura”. Ese es “el compromiso con Inés”
Y la soledad de Ayuso se convierte en desencuentro en la relación con su número dos. Sabe que su Gobierno depende de Arrimadas, porque su vicepresidente, Ignacio Aguado, ha vuelto a dar muestras en estas 24 horas de que no comparte ni el fondo ni las formas con la presidenta. Cuando Moncloa amenazaba en la noche del jueves con el estado de alarma, Aguado volvía a pedir negociar en su papel de "neutralidad" que lleva vendiendo desde hace semanas.
Hasta el último momento, el vicepresidente intentó que la presidenta rehiciera su orden para adaptarla a las exigencias de Sánchez. No hubo manera. “El estado de alarma era evitable. Los políticos hemos vuelto a fracasar”, fue su valoración final. Eso sí, fuentes oficiales de Cs sigue descartando una moción: “Nada de moción de censura”.
En el Gobierno regional aseguran que “la presidenta tiene todo el respaldo de Génova”, pero extraoficialmente lamentan la “falta pública de cariño”. Sobre su socio de Gobierno apenas entran en valoraciones: “Sabemos desde hace tiempo dónde está”.
“Antes –dicen en el entorno del PP nacional- en Madrid había familias ‘aguirristas’, ‘cifuentistas’… Ahora, cuesta encontrar quiénes son los ‘ayusistas’… El congreso de 2021 medirá los apoyos”
La soledad de la presidenta es cada vez más evidente y el pulso desigual con Sánchez en estas últimas 24 horas la ha vuelto a poner en evidencia. “Antes –dicen en el entorno del PP nacional- en Madrid había familias ‘aguirristas’, ‘cifuentistas’… Ahora, cuesta encontrar a los que se definen como ‘ayusistas’…”, al margen de un puñado de diputados regionales. Sin embargo, quienes conocen a Ayuso, insisten en que eso no le hará mover un ápice su manera de comportarse.
El control del PP de Madrid
Y mientras, el alcalde y ya portavoz nacional José Luis Martínez Almeida, multiplicando su exposición mediática, culmina entre bambalinas el asalto al PP de Madrid –desde antes del verano, con Carromero y David Erguido ha cambiado a más de una docena de agrupaciones poniendo al frente a políticos de su confianza- de cara al trascendental congreso del año próximo. “Allí –aseguran fuentes del PP regional- se verá cuánto apoyo tiene la presidenta”.
De momento –y como muestran las últimas encuestas- Sánchez con su “ensañamiento”, en palabras de la propia presidenta, sigue dando oxígeno a una Ayuso cada vez más sola. Medidas como el estado de alarma exprés -tras varios meses sin que el Gobierno preparara un entramado legal capaz de evitarlo, como había prometido a Cs a cambio de su apoyo a las prórrogas- pueden acabar resucitando a la presidenta. Ya lo decía Rajoy, el que resiste -a veces- gana.