La oleada de la corrupción no cesa y amenaza con llevarse por delante al partido en el Gobierno. El PP sufrió ayer un nuevo cimbronazo con la detención de medio centenar de integrantes de una amplia red infiltrada en ayuntamientos, entidades provinciales y autonómicas de Madrid, León, Murcia y Valencia. Francisco Granados, quien fuera mano derecha de Esperanza Aguirre en la autonomía madrileña durante casi ocho años, figura entre los detenidos. De acuerdo con la Fiscalía Anticorrupción, la red obtuvo más de 250 millones de euros mediante adjudicaciones obtenidas en forma irregular.
El nuevo mazazo de la Justicia golpeó ayer de forma directa y contundente al Partido Popular. Tras los episodios conocidos la semana pasada que afectaban a importantes personajes del partido, como Rato, Acebes, el ex alcalde de Toledo, se conoció un nuevo caso de corrupción de enormes dimensiones, la denominada 'Operación Púnica' en la que aparecen implicados al menos medio centenar de mandos intermedios de la administración periférica del partido. Otro capítulo más en la larga serie de la indignidad de una cierta clase política que emerge ahora conforme avanza la lenta labor de la Justicia.
El partido había enmudecido, sin referentes, sin responsables, sin nadie que saliera a dar la cara para explicar lo sucedido, una actitud que enerva a la militancia
Suspensión de militancia
El comité nacional de Derechos y Libertades del PP reaccionó, esta vez sí, con celeridad y suspendió temporalmente de militancia a todos los cargos institucionales relacionados con esta gran trama. No hubo más aparición pública desde Génova que la de Esteban González Pons, ahora eurodiputado y vicesecretario general de la formación conservadora, quien, en una brevísima, austera y comedida intervención, anunció estas medidas contra los imputados. El partido había enmudecido, sin referentes, sin responsables, sin nadie que saliera a dar la cara para explicar lo sucedido. Una actitud que enerva a la militancia, que irrita a los simpatizantes del partido en el Gobierno, que observan últimamente cómo el chorreo de escándalos caen sobre Génova sin que se produzcan reacciones. Dolores Cospedal y Mariano Rajoy hablaron este fin de semana en Murcia sobre la regeneración y la transparencia. Anunciaron tiempos diferentes en los que este tipo de episodios no volverán a ocurrir. Pero no se habían apagado los ecos de sus genéricos y algo epidérmicos discursos cuando, de nuevo, el PP aparecía sacudido por el escándalo.
Fuentes de Génova comentaban ayer que estas detenciones practicadas el lunes nada tienen que ver ni con la Gürtel, ni con Bárcenas, ni con la financiación irregular del PP. Se trata de gente que ha estado tiempo en la política, en diferentes cargos y con distintas responsabilidades, y que incurrieron en acciones posiblemente delictivas para conseguir un lucro personal. Francisco Granados, por ejemplo, la cabeza más visible de toda esta magna red de corrupción, abandonó ya hace tiempo tanto sus responsabilidades como senador como las de consejero en la Comunidad de Madrid al desvelarse que tenía una cuenta en Suiza a su nombre con unos fondos de 1,5 millones de euros. Esta circunstancia ha sido parte de la línea de investigación desarrollada durante todo este tiempo que culminó ayer con las detenciones practicadas por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.
Hay de todo entre los detenidos: políticos, cargos institucionales, empresarios, mediadores, comisionistas... Un conglomerado muy extenso y variopinto en el que se plasma a la perfección la forma de actuar de determinados políticos con responsabilidades en la administración provincial y municipal y sus vínculos con empresarios sin demasiados escrúpulos.
Aguirre reivindica el PP de los 90
Esperanza Aguirre fue la única dirigente del PP que salió ayer a la palestra. Lo hizo en una rueda de prensa en la que mostró su indignación con la imagen que está ofreciendo no sólo su partido sino la clase política en general. Se mostró muy vehemente en la denuncia de estos episodios, rechazó cualquier vinculación actual con Granados, de quien dijo que ya se le había apartado de sus responsabilidades políticas hace tiempo, y reclamó mano dura y castigo sin contemplaciones con todos los que han actuado y actúan al margen de la ley.
Aguirre hizo referencia al PP de los 90, es decir, a la era de Aznar, y disparó donde duele al decir que ese es el valor que se había dilapidado
"No puedo ni quiero eludir la responsabilidad en este nombramiento", dijo la presidenta del PP madrileño, pero subrayó que Granados ya no formaba parte de su equipo y aseguró que apenas tenía relación con el resto de los alcaldes o responsables del PP madrileños vinculados a esta trama. "Tenemos que luchar para volver a ser un partido limpio", dijo la presidenta del PP madrileño, entre compungida y abochornada. "Quiero pedir perdón a los militantes y a los madrileños por este espectáculo de la corrupción de la que yo estoy particularmente harta", sentenció. Y luego hizo una referencia a los triunfos populares de los años 90, es decir, a la era Aznar, cuando ''el partido estaba limpio". Y remató, disparando donde duele, que ese valor se había dilapidado. No sin antes subrayar que no va a dimitir, que está convencida de que Acebes no se ha llevado un euro y que en la primera planta de Génova, la que ocupa el PP de Madrid, no se han hecho obras pagadas en B.
El partido de la corrupción
El malestar en el PP es creciente. El silencio de la dirección, a la espera de conocerse más detalles sobre este último asunto, cuyos extremos todavía son una incógnita, enerva a las bases y preocupa a los dirigentes. El partido está ofreciendo una imagen lastimosa, en vinculación constante con la corrupción. No es capaz de ofrecer un argumento ni un guión contundente frente a estos hechos que, bien es verdad, tienen que ver mayoritariamente con tiempos pretéritos.
"Vamos de cabeza al precipicio", musitaba ayer un veterano dirigente del PP madrileño. Todos los días, una vergüenza, todos los días, otro latigazo, así no podemos seguir, nos hemos convertido en el partido de la corrupción. Los dirigentes de Genóva no se pronuncian por ahora, han optado por reunir la información necesaria para evaluar esta 'operación Púnica' que les ha sumido en el desconcierto. No consideran demasiado eficaz a estas alturas el paquete de medidas por la regeneración que impulsan desde la Moncloa y que el PSOE rechazó ayer formalmente negociar. "Hay que acabar con todos los facinerosos y echarlos del partido. Desde la raíz hasta la cúpula", reclamaba la mencionada fuente.