Ministra peor valorada, según algunas encuestas, y metida en un lío tremebundo por la denuncia del PSOE de filtrar el ERE de esta formación –ayer la denuncia llegó al Tribunal Supremo-, la titular de Empleo y Seguridad Social, la onubense Fátima Báñez, no ha sacado pecho últimamente con los datos de paro que mensualmente brinda el Servicio Público de Empleo Estatal (Sepe). Aparentemente, motivos tiene para hacerlo: ayer se publicaron las estadísticas de julio, confirmándose el cuarto descenso mensual consecutivo desde abril (-0,60%), con 27.814 personas menos registradas en las oficinas de empleo.
Pero las apariencias son solo eso, apariencias. La realidad es más dura: excepto en 2008, siempre desde que arrancó la crisis la cifra de parados cayó entre los meses de abril y julio. Y lo que es peor: en 2009, 2010 y 2011, años que serán recordados como nefastos para la economía española, el desempleo cayó más que en 2012. De hecho, en 2009 este descenso fue uno de los factores que llevaron al entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero a acuñar el celebérrimo término “brotes verdes”, relacionados con la recuperación económica. Un año después, Zapatero, ahogado por los mercados, metió un tajo de 15.000 millones de euros a los Presupuestos Generales.
Es en agosto cuando se revierte la tendencia laboral positiva que inaugura la Semana Santa y continúa con la etapa estival. Y más allá: desde el año 2000, en agosto siempre ha repuntado el desempleo por el final de los contratos, mayoritariamente temporales, relacionados con la temporada turística. En una nota enviada a los medios, CC OO lamenta que el “leve descenso del desempleo en el mes de julio obedece exclusivamente a razones de estacionalidad”.
Tras una terrorífica Encuesta de Población Activa (EPA) en el primer trimestre del año, la reforma laboral lanzada de febrero y convalidada en junio, una de las medidas estrella de Mariano Rajoy, tiene en agosto la segunda prueba de fuego para el Gobierno. Un examen letal: la crisis demuestra que la destrucción de empleo agosteña no se detiene hasta la Pascua del año siguiente, esto es, 2013. Y eso, para un país con 4,5 millones de parados según el Sepe (5,7 millones según la EPA del segundo trimestre, más fiable) parece difícil de soportar.