El expresidente del Gobierno Jose María Aznar habla en el primer tomo de su libro de Memorias (‘Memorias I’) de la presunta implicación del expresidente Felipe González en los crímenes de los GAL, un asunto que forma parte de la historia más negra de nuestra democracia. “La presión a favor de la desclasificación de los llamados ‘papeles del CESID’ fue enorme” reconoce. Y añade: “La pidió el Tribunal Supremo, la reclamaban algunos importantes medios de comunicación y, sobre todo, la exigían nuestros militantes”.
“Todos tenían la esperanza de que permitiese aclarar las ramificaciones y responsabilidades máximas en la trama de los GAL”. Pero Aznar no quiso hacerlo según dice porque “la documentación estaba cubierta por la protección de los secretos oficiales. Es decir, tenía que ser el Consejo de Ministros quien la desclasificara para que pudiera incorporarse a una investigación penal”. El expresidente se ampara en la complejidad del procedimiento para sacar adelante la investigación y defiende también que su posición “no era la de conceder impunidad a nadie, sino sacar a España adelante”.
“Quise que no hubiera revancha, pero no pude evitar que hubiera rencor"
Este pasaje del libro es uno de los más interesantes y el expresidente aparece continuamente justificándose. “No me habían elegido para ajustar cuentas con nadie (…). Mi tarea era otra: acabar con el paro, el despilfarro y la corrupción”. Aznar no se cansa de repetir que la decisión no fue fácil y explica que se decidió en Consejo de Ministros que los papeles siguieran bajo la protección de los secretos oficiales. Quizás lo más revelador en lo referente a este capítulo fueran las palabras que le dedicó Antonio Fontán, primer presidente del Senado de la democracia española: “En la galería de retratos de los presidentes del Gobierno de la Corona tú tienes que estar al mismo nivel al que estuvieron Cánovas, Sagasta, Canalejas. También tienen que estar Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo y Felipe González, y no puede ser que todos vayáis de civil y uno con traje de rayas”.
Aznar no habla mucho sobre el episodio, apenas le dedica tres páginas, pero no se cansa de dar explicaciones: “Quise que no hubiera revancha, pero no pude evitar que hubiera rencor. Algunos no me perdonaron el no haber podido erigirse en víctimas de un ajuste de cuentas que no quise hacer”. Y aclara que la decisión de “no levantar alfombras” no implicaba una renuncia a replantear las funciones y forma de trabajar de los servicios de inteligencia del Estado para que dejaran de ser “un foco de escándalos y protagonista de las portadas”.
Pactos para formar Gobierno
Otro de los capítulos interesantes en el libro de Memorias de Aznar es el referente al modo en que formó Gobierno en el año 96, cuando ganó las elecciones por mayoría simple. El expresidente habla de los pactos que realizó tanto con CiU como con el PNV. “Pujol se tomó su tiempo” dice. “Decidió prolongar la negociación, un poco por necesidad, otro poco por regodeo, para demostrar que era imprescindible”, insiste.
Felipe González se ofreció a mediar entre el Gobierno de Aznar y CiU
Cuenta Aznar que mantuvo dos conversaciones con el líder de CiU en aquel momento, Jordi Pujol, y que lo que no quiso hacer el líder catalán fue entrar en el Gobierno. “Se lo ofrecí entonces y se lo volví a ofrecer en el año 2000”, expone. Y establece que Pujol no quiso asumir ningún compromiso, que prefirió “instalarse en la incomodidad”, palabra que usa expresidente para indicar que “Pujol siempre decía estar incómodo”. “Nada era suficiente. Nada le satisfacía. Ni siquiera cuando desde su propio partido se reconocía que los acuerdos con el PP eran buenos para Cataluña”, insiste.
Desvela Aznar que en un determinado momento hasta Felipe González se ofreció a mediar (“si los catalanes presionaban mucho”) entre el Gobierno y CiU. Pero el expresidente nunca sintió esa presión. Sin embargo, en el debate de investidura, “González nos acusó de haber cedido demasiado”.
"Sigo pensando que el nuevo modelo de financiación que pactamos en 1996 era razonable y bueno"
Aprovecha Aznar en este episodio para lanzar alguna piedra a Zapatero. Y lo hace a cuenta del modelo de financiación que él pactó en el año 96 y que el socialista echó por tierra durante su mandato. “Sigo pensando que el nuevo modelo de financiación que pactamos en 1996 era razonable y bueno. Lo ampliamos en 2002 y creo que, si el PSOE de Rodríguez Zapatero no hubiese decidido cambiarlo de manera innecesaria, la situación de España sería hoy bastante mejor”.
También hay un apartado para el Partido Nacionalista Vasco (PNV), con quienes también buscó el apoyo el Gobierno de Aznar. “Mantuve una primera reunión a solas con el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, en mi casa de La Moraleja” relata y añade alguna anécdota, como que Arzalluz tuvo que entrar por la puerta de atrás de su casa para evitar a la prensa. Según Aznar, los acuerdos con CiU y PNV no fueron iguales: “El primero fue por necesidad. El segundo, por elección (…). Pero las dos partes quedamos satisfechas”. Y remata aclarando que estos pactos no contenían “elementos ocultos acordados debajo de ninguna mesa”
Su llegada a la Moncloa
Detalla en el libro Aznar a través de varias anécdotas lo que fue su llegada a la Moncloa, con Miguel Ángel Rodríguez como organizador. “Recorrimos el edificio hasta llegar a la cocina. Me enseñaron la bodga y pregunté: ¿Cómo andamos de vino? Me dijeron: Bien de Rioja, pero falta Ribera del Duero. Se me ocurrió replicar: Pues eso habrá que equilibrarlo. Al día siguiente, la frase encabezaba la portada del periódico de Logroño”.
Otro de los chascarrillos de los que habla el expresidente es del alivio del personal de seguridad de la Moncloa cuando finalmente decidió instalarse allí ya que los traslados diarios desde La Moraleja “causaban serios quebraderos de cabeza”.
Habla de Fraga, de Francisco Álvarez Cascos, de Abel Matutes, de Isabel Tocino
Quizás el acontecimiento más interesante de cuantos detalla de su llegada a la Moncloa es el que tiene que ver con la caja fuerte que había en un cuartito de uno de los despachos del Consejo de Ministros para uso del presidente. “En esa caja fuerte había 300.000 pesetas diarias (1.800 euros) para gastos sin justificar. Todas las noches se reponía lo que se hubiera utilizado durante el día. Les dije: Pues eso ha sido así hasta hoy”. Así expone Aznar su conocida austeridad, aunque años después casara a su hija por todo lo alto y como si fuera una princesa en el Monasterio de El Escorial. “La decisión de poner orden y evitar el descontrol en la utilización del dinero público se aplicó a todo lo que hacíamos”, subraya.
Habla de Fraga, de Francisco Álvarez Cascos (a quien llama Paco), de Abel Matutes, de Isabel Tocino. Narra distintas anécdotas con todos ellos. Cuenta que Fraga se presentó ante él con unas octavillas y en ellas se hacía la siguiente pregunta “¿Quiénes somos? Personas normales, preparadas, serias. No hay elitismo, hay esfuerzo”. Confiesa que fue el Rey el primero en conocer la composición completa del Gobierno. Refiere que habló con Paco Cascos para preguntarle qué responsabilidad prefería desempeñar. “Depende de lo cerca que me quieras tener” dice que le contestó. Y por eso lo nombró vicepresidente primero del Gobierno y ministro de la Presidencia.
Abel Matutes fue el único que hizo campaña para ser ministro
Con Abel Matutes el episodio fue bien diferente. Según Aznar Matutes es una persona inquieta por naturaleza y fue el único que hizo campaña para ser ministro. “Me envió tantos recados que para ponerle nervioso, le hice llegar el siguiente aviso: Un mensaje más y no pasas de subsecretario”. Y la única persona que rechazó ocupar un ministerio en un primer momento fue Pilar del Castillo, que no quiso ocupar la cartera de Medio Ambiente y por eso recaló finalmente en manos de Isabel Tocino.
Quiso Aznar sumar independientes junto a los pesos pesados del partido y por eso le propuso a Eduardo Serra ocupar la cartera de Defensa. Asegura el expresidente que fue él quien se lo propuso y no el Rey, como se ha dicho alguna vez. “Para que Eduardo aceptara tuvimos que vencer la resistencia de quien ahora es su mujer, porque estaban a punto de casarse y ella aspiraba a una vida más tranquila”. Y cierra este capítulo hablando de Margarita Mariscal de Gante, vocal del Consejo General del Poder Judicial. Cuenta Aznar que la conoció en una visita a esta institución y que le llamó la atención que no bajara a saludarle. “Cuando nos vimos me explicó que en su opinión los políticos no debían visitar el Poder Judicial para garantizar la separación de poderes. La hice ministra de Justicia”.