Barcelona intentaba, poco a poco, volver a la 'normalidad'. Tras el atentado que este jueves dejó 13 muertos y más de un centenar de heridos, locales y turistas decidieron salir a la calle. "La vida tiene que seguir. Hay que demostrarles que no tenemos miedo", se escuchaba este viernes en el centro de la ciudad. Así, entre protestas y actos cotidianos, Barcelona retomaba su ritmo rodeada de cordones policiales.
La mayor concentración tuvo lugar entre las 12.00 y las 14.00 horas, entre la Plaza Cataluña y el Liceu, en Las Ramblas (donde sucedió el atropello). Allí, españoles y extranjeros se sumaron con aplausos y consignas en contra de la violencia. En la zona, los altares improvisados se mantuvieron a lo largo del día.
En el resto de las calles del centro los locales permanecían abiertos (los que no contaban con el aviso de vacaciones de verano). Algunos exhibían la bandera catalana y otros la española. Otros optaron por símbolos de luto como el crespón negro.
Turismo regular
Desde distintas oficinas de turismo aseguraban este viernes que ya los museos y demás sitios de interés de la ciudad operaban con normalidad. Y así era: la catedral de Barcelona, la Casa Batlló, la Sagrada Familia y el Parque Güell mantenían sus puertas abiertas; en los dos últimos destinos incluso se leía la frase 'sold out' (entradas agotadas) en sus taquillas.
"No hay entradas hasta el domingo por la tarde. La gente sigue viniendo; hemos tenido visitas en todos los turnos", decía uno de los responsables en los accesos a la Sagrada Familia.
Cada uno de estos espacios mostraban un amplio despliegue de seguridad. Pero seguían los 'selfies' y las fotos grupales. Y las tiendas de souvenirs no paraban de recibir a extranjeros.
La red de buses turísticos de Barcelona también prestó servicio con regularidad, salvo a primeras horas de la mañana, cuando el paso por la Plaza Cataluña estaba restringido. Y aunque ya por la tarde se permitía circular libremente, las más de 15 furgonetas de canales de televisión (y los conductores que se detenían a mirar) generaban un poco de tráfico. Desde la propia plaza, sin embargo, los niños seguían corriendo tras las palomas, frente a la mirada de corresponsales internacionales y de los Mossos d'Esquadra.
Las horas pasaban y la cotidianidad cobraba fuerza, pero no se traducía en indeferencia. Aún por la noche los locales intercambiaban comentarios sobre lo sucedido este jueves. "Hay que seguir. No tenemos miedo", decía una señora en el Metro, recordando la frase que este viernes retumbaba en Las Ramblas.