La pérdida de peso de España en las instituciones europeas es un problema que va en aumento. Incluso si se ha evitado el ridículo de una Comisaría como la de Innovación o Transporte, Miguel Arias Cañete tendrá entre manos una cartera, la de Energía y Cambio Climático, bastante vacía por cinco razones.
La primera: por mucho que la amenaza rusa apremie a Europa a tomar medidas para asegurarse el suministro, la unión energética no está incluida en los tratados. Los países tienen el derecho de determinar las condiciones de explotación de sus recursos, la elección de fuentes y la estructura de abastecimiento. Por lo que se antoja harto difícil que los gobiernos nacionales renuncien a esto en un horizonte próximo. Ya se ha visto cuánto cuesta cambiar los tratados y ceder poder a Bruselas aun con la zona euro al borde de la ruptura.
La segunda: incluso si de verdad la UE se decide a dar los pasos y comienza a allanar el camino, el encargado de promover esta iniciativa no será Cañete, sino uno de los vicepresidentes de la Comisión. La exprimera ministra eslovena, Alenka Bratusek, llevará la voz cantante en este asunto y, en consecuencia, privará al español del mando en esta materia. Lo cual por cierto también incluye el impulso de las importantísimas interconexiones.
La tercera: aunque Cañete tenga que negociar con rusos u otros el abastecimientos, cualquiera de sus acuerdos estará condicionado a los contactos que emprenden los titulares de la política exterior. En muchas ocasiones, la política energética se suele definir en las mesas de negociación de los diplomáticos. Si por ejemplo se llega a un pacto con los rusos, lo normal es que primero éste lo suscriba la Alta Representante de Política Exterior de la Comisión.
La cuarta: el proteccionismo de los países respecto a sus grandes grupos energéticos…
Y la quinta: el compromiso de la UE con el cambio climático ha quedado relegado en tanto en cuanto la economía todavía está inmersa en una crisis.
Y aunque se trate de un comisario capaz y preparado, mención aparte merece el hecho de que Cañete no sea un experto en política energética, una materia bastante árida y compleja.
Así las cosas, España ha de conformarse con un portafolio poco acorde con su tamaño y con el hecho de haber sido uno de los alumnos aventajados de las recetas de austeridad.
Es más, también salimos malparados si se compara con el puesto que ostentaba Almunia en Competencia. Y todo ello es el resultado de dos errores: por un lado, de no haber propuesto a una mujer. Y por otro, de haber dividido esfuerzos al intentar apoyar a la vez a Guindos para la presidencia del eurogrupo.
Y no se queda ahí la cosa. A pesar de que ha Francia ha peleado duro para situar a Moscovici al frente de la cartera de asuntos económicos, Alemania ha puesto controles al galo. Éste tendrá por encima a dos halcones de la austeridad supervisándole y con capacidad de veto sobre sus decisiones. De un lado, al finlandés Jyrki Katainen. Y de otro al letón Valdis Dombrovskis, ambos exprimeros ministros de sus respectivos países y garantes de la ortodoxia para los germanos.
Otra nota llamativa son las concesiones de la Comisión a Reino Unido y a los euroescépticos. Para calmar a los británicos, se ha designado a uno como comisario a cargo de regular los servicios financieros y por ende la City. Y con el objeto de atemperar a los euroescépticos se ha colocado al holandés Timmerman como supercomisario encargado de eliminar cualquier exceso regulatorio existente en la UE.