La literatura que versa sobre ETA lleva años en boga. Acaban de publicarse dos novelas que se centran en el final del terrorismo. Purgatorio (Plaza y Janés), de Jon Sistiaga, y El último gudari (Ediciones B), de José María Nacarino, se adentran en este tema con muchas diferencias pero con una coincidencia: ofrecer un mosaico de puntos de vista que incluyen también los de los propios miembros de la banda y su entorno.
Ambas obras, que también coinciden en ser las primeras de sus autores, sirven, cada una a su manera, para contar la huella que dejó el terror en la sociedad vasca. Con una mezcla entre el recuerdo y la ficción que sirve para fijar qué y cómo pasó. Son thrillers con licencias literarias que evidentemente no cuentan la realidad pura, pero que se acercan a ella. Son verosímiles y, por ello, contribuyen a hacer y dejar memoria de lo que sucedió.
De purgar recuerdos, silencios y olvidos trata la novela del conocido reportero Sistiaga. Purgatorio cuenta la historia desde el presente, cuando un ex miembro de la banda que nunca pagó por su crimen decide confesar pero, eso sí, reclamando a un siniestro policía que admita también sus tropelías. La hija de la víctima y los ex compañeros del ex etarra forman parte también de esta maraña de personajes que suenan más que reales. Porque se nutren de las vivencias que vivió su autor como periodista. Y porque poseen almas reconocibles en las calles de Euskadi.
Sistiaga: "Escribí desde la herida"
En conversación con Vozpópuli, Sistiaga explica que escribió esta novela "porque quería probarme a mí mismo como narrador de ficción después de tantos años de periodismo y sometido a unas reglas del oficio sobre cómo contar las cosas". Lo decidió durante la pandemia, porque "tuve que echar para atrás y bloquear varios proyectos televisivos". El tema lo eligió "porque lo llevo dentro, porque podría escribir de los lugares de los que hablo con los ojos cerrados, porque tiraba de memoria y también de mi experiencia de 30 años de periodista en el País Vasco". Por ello apenas tubo que documentarse: "Lo tenía todo en mi cabeza, escribía desde dentro, desde la herida".
Pregunta: Una de las cosas que más llama la atención en su obra es que se cuenta desde diferentes prismas...
Respuesta: Claro, una de las cosas que más daño han hecho al periodismo en este país es la acusación de equidistancia a determinados periodistas o formas de hacer periodismo. En otros conflictos nunca recibí esa acusación. Si iba a Palestina y hablaba con un tipo de Hamás y un soldado israelí, o en Belfast con alguien del IRA y con una víctima, no me acusaban, porque si lo hacía allí, era un ejemplo de buen periodismo pero si se hacía aquí, te acusaban enseguida de equidistante. Lo que pretendía en la novela es que hablasen todos aquellos que he conocido, con los que he hablado y he discutido, porque son personajes que pululan entre nosotros. Esa pluralidad de voces es algo que no solo es un recurso literario o que pretenda crear un caleidoscopio de la sociedad, sino que simplemente como narrador creo que deben contarse todos los puntos de vista. Y de forma que se incomode al lector, que incluso simpatiza con alguien que ha cometido un crimen y lo sabes desde las primeras líneas.
P: ¿Cree que novelas como esta son necesarias para armar eso que se ha llamado el relato o la verdad sobre el terrorismo?
R: No se si son necesarias, yo tampoco lo pretendía. Lo que hago en Purgatorio es no solo escribir sobre mis obsesiones sino también sobre mis experiencias como periodista que ha trabajado 30 años en el País Vasco y casi 20 en otros conflictos. Percibí una serie de patrones en aquellos lugares donde la violencia atravesaba el corazón de las gentes de esas sociedades. Creo que mi novela va más allá del conflicto vasco y de ETA, porque fíjate que se habla de "la organización" en toda la novela. Lo que quiero transmitir es que allá donde alguien decide que tiene que matar para lograr sus objetivos, la violencia se comporta de la misma manera, sean afganos, irlandeses o de donde sean.
P: ¿Hace lo mismo que con su serie televisiva sobre el final de ETA?
R: Hace 3 o 4 años conseguí que mucha gente perdiera el miedo hablar y por eso titulé la serie El final del silencio. Y algunos de los personajes se dieron cuenta del simbolismo que podía tener que ellos hablasen. Nunca podrá haber un relato común, siempre habrá verdades imperfectas de cada uno, pero está por llegar que los que usaron la violencia reconozcan que fue un error tremendo, terrible, y que nunca debió suceder, a partir de ahí que cada uno que cuente su verdad. Para mí si es una línea roja contar que aquello fue un error.
P: ¿Cuántos silencios quedan en la sociedad vasca?
R. Queda sobre todo el silencio más clamoroso, que es el de los cobardes. No todo el que mata es tan valiente ni todo el que aplaudió, justificó o defendió el asesinato ahora admite que fue un error. No son capaces de reconocer que en un pasado muy cercano, durante unos años bárbaros, creyeron en la solución final, que era la eliminación del adversario político, y eso fue un error evidente.
El autor que veraneaba en el País Vasco
El último gudari, ambientada en los últimos años de ETA, los cercanos a la última tregua y anteriores a su desaparición, narra la pelea entre dos agentes policiales y un jefe de la banda, entremezclada con las historias de un concejal amenazado, dos jóvenes enrolados en la kale borroka y una abogada de la izquierda abertzale que vira hacia otras posiciones. Todo ello converge en un final inesperado.
En las 760 páginas que ha escrito Nacarino queda poco espacio para el resuello y surgen las semillas de la memoria. Su autor, un ingeniero de Caminos, Canales y Puertos que veraneaba de niño en el País Vasco debido a vínculos familiares, ha dicho ya en varias entrevistas que en esos viajes empezó a sentir la atracción de escribir al respecto. Porque toda aquella violencia que tuvo tan cerca lo dejó marcado. Como a Sistiaga. Como a tantos otros.
Purgatorios y gudaris literarios, en suma, que están contados con fuertes dosis de acción, ritmo vibrante, no pocas sorpresas y, como se ha dicho, desde diferentes puntos de vista. Como otras obras recientes sobre el mismo tema. Como pasaba en la aplaudida Patria de Aramburu.